Versión estenográfica de la intervención de la senadora Ana Lilia Rivera Rivera, presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República, en la Conmemoración del Día Internacional de la Mujer.
Distinguidas compañeras, compañeros:
Hoy en este Día Internacional de la Mujer, nos reunimos para celebrar los logros, reconocer los desafíos y reafirmar nuestro compromiso con la igualdad de género.
Como presidenta del Senado, me siento honrada de dirigirme a ustedes en esta significativa ocasión. Y hago hincapié en mi cargo, no por vanidad, sino porque en mi camino hacia esta posición he vivido de primera mano las barreras que enfrentan las mujeres para concretar sus proyectos de vida en libertad, con autonomía, sin miedo y sin ataduras.
Desde la violencia, en todas sus expresiones, hasta la falta de representación en puestos de liderazgo. Hay mucho trabajo por hacer; pero también he sido testigo del increíble poder de solidaridad y apoyo entre nosotras, mujeres que se levantan unas a otras y desafían las expectativas.
En este Recinto, donde las decisiones que moldean nuestro país se toman día tras día; es fundamental reflexionar sobre el papel que las mujeres desempeñan en la construcción de un mundo más igualitario y justo.
Esta fecha nos brinda la oportunidad de hacer un llamado para reivindicar los derechos humanos de las mujeres y también un llamado para reconocer la labor de quienes nos acompañan este día. Mujeres que han alzado la voz, muchas de ellas portadoras de la voz de otras mujeres y de la lucha feminista; mujeres expertas, académicas, consultoras, abogadas y representantes de víctimas de las violencias; quienes en el Senado de la República encontraron un espacio para impulsar reformas trascendentes para la vida de las mexicanas.
A todas ustedes, a las que están hoy aquí y a las que no están, muchas gracias por la confianza; gracias por el acompañamiento y por su gran valiosa labor.
Como bien sabemos, no es posible avanzar si la mitad de la población, representada por las mujeres, sufre violencia e injusticias en todos los ámbitos de su vida. No es posible avanzar, si aun habiendo logrado la paridad y la igualdad de oportunidades; a las mujeres no se nos permite desempeñarnos de manera libre y autónoma en los espacios que hemos logrado conquistar.
No es posible avanzar, si cada que llega una mujer a un espacio de poder, se cuestiona su capacidad y liderazgo. Y no es posible avanzar, si estamos renuentes a reconocer la existencia de estereotipos de género que limitan y atentan gravemente contra los derechos humanos de las mujeres.
Pese a los considerables logros que hemos alcanzado, ningún país puede presumir aún haber logrado plenamente la igualdad entre los géneros. En el caso del nuestro, desde esta Cámara hemos impulsado y aprobado reformas legislativas que impactan positivamente el desarrollo, el bienestar y la vida de las mujeres.
Sin embargo, aún estamos muy lejos de cantar victoria. Por eso, nuestro objetivo, inacabado aún, debe ser luchar por la justicia social para ellas; sólo así, las niñas y mujeres podrán acceder al uso de bienes y servicios en igualdad de circunstancias y condiciones frente a los hombres, y transitar de cualquier situación de exclusión, opresión y desigualdad, al empoderamiento y la plenitud en todas las etapas de su vida.
Resulta también necesario que la participación de las mujeres se afiance en las esferas públicas, políticas, sociales y culturales. Su participación resulta fundamental para colocar temas que difícilmente se atenderían o discutirían con la ausencia de ellas, de nosotras; y tenemos que hacerlo, como dice la canción: a nuestra manera.
Durante demasiado tiempo hemos visto cómo la política ha sido dominada por un estilo de liderazgo que se basa en la confrontación, la competitividad y la jerarquía rígida. Sin embargo, sabemos que estas formas de hacer política no reflejan la diversidad de experiencias, perspectivas y habilidades que aportan las mujeres en el ámbito político.
Las mujeres, en el ejercicio del poder, no necesitamos imitar a los hombres para tener éxito en la política. Al negarnos a replicar las formas de hacer política de los hombres, no estamos rechazando su contribución, sino más bien reconocemos la importancia de diversificar y enriquecer nuestro panorama político, porque las mujeres atendemos con la cabeza, con el corazón y sobre todo con carácter.
Este tiempo es de conquista, sí, como la paridad de género y el arribo histórico de las mujeres a la cabeza de los poderes. Nos da la oportunidad de explorar nuevos modos de ejercer el poder; de crear legislación y hacer política pública, pero a nuestra manera.
Una mujer gobierna con honestidad. Una mujer gobierna combatiendo la impunidad. Una mujer gobierna para los demás, no para sus amigos, no para su familia; esa manera patriarcal del poder se tiene que acabar.
A la par de ello, debemos trabajar en generar liderazgos para que las mujeres que nos representen sean verdaderas portadoras de las necesidades de otras mujeres. Es necesario que estén conscientes de la tarea que tienen y de la obligación que asumen, al ocupar un encargo o servicio público para generar espacios a otras mujeres y brindarles el acompañamiento y la sororidad necesaria.
Aprovecho también para dirigirme a las senadoras y senadores que nos encontramos reunidos. Aquí estamos, próximos a concluir nuestro encargo; a ustedes les hago un llamado para que a donde quiera que nos lleven nuestros caminos, tomemos decisiones e impulsemos acciones en beneficio de las mujeres, las niñas, las adolescentes y sus derechos humanos.
Senadoras y senadores:
En este Día Internacional de la Mujer, les invito a que continuemos colocando en el centro de cualquiera de nuestras tareas, sus necesidades e impulsemos un cambio ideológico que nos permita destruir los poderes tradicionales del patriarcado; y sentemos bases renovadoras sobre la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres.
Compañeras y compañeros:
Ojalá que las victorias que vivimos juntas y juntos a lo largo de este sexenio, haya logrado una verdadera revolución en nuestras consciencias.
Deseo que así haya sido y que allá a donde vayamos, asumamos el compromiso de hablar con autenticidad y respeto sobre los derechos de las mujeres; sin trivializar sus problemas, ni perpetuar ideas falsas sobre lo que significa ser mujer en la sociedad contemporánea.
Nuestros temas, no son moda, no son eslogan; siguen siendo necesario discutirlas y atenderlas; juntas y juntos podemos crear un mundo donde todas las personas independientemente de su género, tengan oportunidad de vivir vidas plenas, significativas y libres de prejuicios, de estigmas y de sufrimiento.
Ser mujer biológicamente, no implica traer a cuestas en la espalda el sufrimiento. Las mujeres merecemos ser felices, merecemos ser amadas, merecemos ser respetadas y merecemos que se respete nuestra vida.
¡Que vivan las mujeres!
TODOS: ¡Que vivan!
SENADORA ANA LILIA RIVERA RIVERA: Muchas gracias.