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Versión estenográfica de la participación de la senadora Ana Lilia Rivera Rivera, presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República, en la Conmemoración del 107 Aniversario de la Promulgación de la Constitución de 1917, llevada a cabo en el Teatro de la República.

 

Muy buenos días.

 

Saludo con respeto y cariño a nuestra secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, quien en representación del presidente Andrés Manuel López Obrador, se encuentra hoy con nosotros.

 

Honorable presídium.

 

Gobernadoras, gobernadores.

 

Secretarios de Estado.

 

Diputadas, diputados. Senadores, senadoras.

 

Amigas, amigos todos.

 

Estimado gobernador, muchas gracias por su siempre bienvenida cálida.

 

Cada tiempo tiene a sus hombres y cada hombre tiene su tiempo. Este tiempo es de estos hombres y estas mujeres.

 

Indudablemente, estar aquí reunidos hoy para conmemorar con los corazones colmados de júbilo, un aniversario más de la Constitución de 1917, representa para el Senado de la República, además, una coincidencia extraordinaria; este año, el Senado de la República coincide con esta celebración en su bicentenario; pero también en su 150 aniversario en su reinstauración.

 

Esta afortunada concurrencia nos provee una oportunidad histórica para reflexionar no sólo sobre nuestras raíces institucionales; sino también para celebrar sus transformaciones y para plantear las pendientes que nos quedan por delante.

 

En este día, como cada año, no solamente conmemoramos un documento, no, sino un sueño colectivo forjado con valor y pasión, por generaciones que antes de nosotros anhelaron, lucharon y nos heredaron una patria más justa y más libre.

 

De manera personal, quiero agradecer al pueblo de Tlaxcala y al Senado de la República, por permitirme este gran honor, el más grande que puede tener un legislador mexicano; ser orador en este extraordinario recinto histórico, nada más y nada menos el Teatro de la República, en Querétaro, lugar donde 200 constituyentes durante 70 días discutieron la redacción de la Constitución de 1917; un nuevo pacto social.

 

Evoco esos momentos y me estremece imaginar los apasionados discursos que aquí dio Venustiano Carranza, Heriberto Jara, Francisco Múgica, José Natividad Macías y otros ilustres constituyentes.

 

México tiene ya más de dos siglos de historia constitucional, sus más grandes procesos y cambios han sido marcados por la historia y el bagaje constitucional que nos ha brindado una multiplicidad de textos.

 

Desde la Constitución de Cádiz, el Decreto Constitucional de la Libertad de América Mexicana de 1814. La Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824. La Constitución de 1857; hasta la Constitución de 1917.

 

Todos estos han sido estatutos constitucionales que conservan una cosa en común; ser parte indispensable de la historia de México y ser elementos de corte jurídico, político, social, revolucionario y de aspiraciones de una gran nación.

 

La conmemoración del 107 aniversario de la Constitución, también marca el final de la Sexagésima Quinta Legislatura, una Legislatura histórica, dominada por una mayoría parlamentaria que refleja los tiempos de cambio de régimen que vive actualmente México.

 

Una revolución pacífica, democrática y popular; tiempos en los que nuestra Constitución de 1917 sigue siendo una brújula moral que nos guía en tiempos de desafíos.

 

A 107 años de distancia de la redacción de la Constitución, los mexicanos no vemos en ella un documento estático, sino un testamento dinámico, de nuestra constante transformación como sociedad y la reversa también es transformación.

 

No olvidemos que durante 36 años, el modelo neoliberal fue impuesto en México por una minoría oligarca y antidemocrática; que impuso reformas a nuestra Constitución para privilegiar el saqueo de nuestra riqueza nacional. A la Constitución la despojaron de casi todos sus principios y espíritu originales; todas esas modificaciones o reformas estructurales o reformas del Estado, como le llamaron, no fueron otra cosa que la entrega de nuestra soberanía alimentaria, energética, económica.

 

Los derechos fueron convertidos en negocios y la democracia fue una simulación que impuso aliados e incondicionales a los poderes fácticos, pero ajenos totalmente a los intereses populares.

 

Esta Legislatura, que en su diversidad concluye este año sus funciones legislativas, detuvo el deterioro y desmantelamiento del Estado mexicano. Hemos dado nuevos bríos a los mecanismos de convivencia política; al funcionamiento de una verdadera división de poderes y a la institucionalización de nuevos derechos, asumiendo plenamente aquellos que comienzan a reconocerse en el plano global y de derechos humanos.

 

Desde 2018, el Poder Legislativo ha aprobado 23 decretos de reforma constitucional; 62 artículos de la Constitución, inspirados en el humanismo mexicano y en la nueva rectoría política de austeridad republicana.

 

Así, aprobamos nuevos derechos sociales, reconocimos la corrupción como un delito grave, se prohibió la devolución de impuestos, acabamos con la partida secreta, legislamos para eliminar el fuero al Presidente y fortalecimos las reglas constitucionales para garantizar democracia sindical.

 

También, anulamos la mal llamada reforma educativa, legislamos la paridad total y profundizamos el reconocimiento de todos los derechos; de mujeres, niñas y adolescentes, como nunca en la historia de México.

 

Y si esa transformación de paridad no fuera cierta, tenemos hoy la presidenta del Senado de la República y de Cámara de Diputados mujeres. Y tenemos una secretaria de Gobernación, la más joven en la historia de nuestra patria y es mujer.

 

En 1917 no había diputadas constituyentes, pero en esta Legislatura, la mitad somos mujeres.

 

Esta Legislatura termina una etapa importantísima; pero inicia otra de gran trascendencia histórica, pues hoy este 5 de febrero también recibiremos las reformas constitucionales prioritarias del Ejecutivo Federal. El Parlamento estará más vivo que nunca y lo que se creía intocable, será evaluado por la sociedad bajo la pluralidad, representada en el Congreso de la Unión.

 

Esta, es la mejor forma de festejar la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, aprobada por el Constituyente en Querétaro, hace más de una centuria, claro; demostrando que no ha sido un monumento normativo, ni un fetiche histórico sin relevancia. Todo lo contrario, la Constitución mexicana fue un referente histórico, materializó un hito político, sirvió para organizar una sociedad compleja; y hoy es un instrumento de cambio y transformación constantes.

 

Señoras y señores:

 

En un mundo lleno de desafíos y ante un umbral de una nueva transición política; con la Constitución espero, siga siendo nuestra hoja de ruta para superar obstáculos y construir un futuro más prometedor. Que, independientemente de nuestras diferencias o dificultades, mantengamos la convicción de que aquellas no son impedimento para respetar y defender nuestra Carta Magna con pasión y determinación.

 

Celebremos hoy no sólo un aniversario, sino la continuidad de un legado.

 

Y concluyo con las palabras expresadas por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, hace un año, en este recinto: “La política es hacer historia, es transformar, y ello implica pugnar siempre por lo que es justo y parece imposible alcanzar”.

 

“Si no se lucha en forma sostenida por convertir los sueños en realidad, no hay práctica política que valga la pena ni transformación posible, ni diferencia sustancial entre la vida y la nada”.

 

“La Constitución de 1917 no ha muerto. Vive en la transformación de México libre, justo, igualitario, democrático y fraterno de nuestros días.

 

¡Que viva la Constitución de 1917!”

 

Es cuánto.