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Versión estenográfica del mensaje del senador Ricardo Monreal, presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, con motivo de la solicitud de licencia del senador Eduardo Ramírez Aguilar, para separarse de su cargo por tiempo indefinido. 

Muchas gracias.

 

Pocos conocen la historia previa de Belisario Domínguez, cuando elaboró el discurso contra Victoriano Huerta, que cada año leemos en el recinto oficial del Senado.

 

Pero este discurso de Belisario Domínguez, comiteco, nunca fue leído en la Tribuna del Senado.

 

No se le permitió a Belisario Domínguez pronunciar el discurso.

 

Pocos saben que incluso no se imprimió porque nadie se atrevía a estar contra el dictador, contra el usurpador Victoriano Huerta.

 

Y fue una mujer, una linotipista que trabajaba en una imprenta, la que se atrevió a decirle por la noche: Senador, déjeme su discurso, su manuscrito. Yo intentaré imprimir unos ejemplares.

 

Esa mujer, María Hernández Zarco, era la bisnieta del periodista liberal Francisco Zarco.

 

Años después en los sesenta, muchos años después, se le reconoció e incluso se le entregó la medalla Belisario Domínguez aquí en el Senado, la primer mujer.

 

Y de allí es donde proviene Eduardo, de ese lugar, de esa tierra. Allí lo parió esa tierra.

 

Hombre leal a la amistad, a su origen, a su gente, a su familia.

 

Eduardo es un hombre de la República, con pensamiento claro y generoso, progresista y liberal, cuidadoso, disciplinado, pero vehemente en la defensa de sus valores y principios, y vehemente defensor de la cultura indígena.

 

Sí es tolerante e incluyente, pero proviene de donde provenimos muchos de nosotros: de la cultura del esfuerzo.

 

Porque muchos de nosotros, sin la educación pública, no hubiese sido posible estar en estos espacios públicos.

 

Y, Eduardo, yo lo conozco hace unos 10 años y lo he visto crecer y destacar con mucho esfuerzo y estudio.

 

Estos espacios públicos deliberativos ayudan a crecer a mucha gente, hombres y mujeres, pero también no te ayudan, o no se ayudan algunos o algunas muy pocos.

 

Como chiapaneco, debe sentirse satisfecho con el deber cumplido en este órgano deliberativo y los reconocimientos de distintas voces así lo acreditan, y me alegra que no haya titubeos, ni escatimarle el trabajo que él ha realizado en este órgano colegiado.

 

Este órgano que por momentos se torna amigable, pero también hostil, por nuestra naturaleza propia.

 

Eduardo: aquí hay amigos.

 

Senador Ramírez: le deseamos suerte.

 

Saludo a la familia de Eduardo, que son finalmente quienes sufren las ausencias de los que nos dedicamos a esta difícil actividad. A su esposa Sofía, a sus hijas Yazmín, a Grecia y a Renata.

 

Hay que luchar por Chiapas, hay que luchar por México y hay que luchar por la grandeza de nuestra Nación.

 

¡Enhorabuena, Eduardo!