Versión estenográfica de la participación de la senadora Olga Sánchez Cordero, presidenta de la Comisión de Justicia en el Senado de la República, en el ciclo de conferencias “Mujeres por una vida libre de violencia familiar”.
Decirles a todas que les agradezco muchísimo el estar aquí vía zoom, pero finalmente es como si estuvieran presentes, porque ya con estas tecnologías de la información, son maravillosas.
Quiero darle la bienvenida a Cindy Rodríguez Bandala, gracias Cindy por haber aceptado, porque eres doctora en investigación de medicina. Eres pionera en la investigación en relación con la violencia de género y su implicación a nivel celular y molecular.
A Celia Aguilar, directora de Planeación y Evaluación de INMUJERES. Y hoy quiero compartirles que Celia y yo fuimos compañeras desde Primaria y aquí estamos, todavía, yo creo que 70 años después o cuando menos 68 o 67 años después.
A la maestra Xadani Arvizu Monje, subdirectora de Análisis para la Planeación de INMUJERES, que nos acompañaron en la sesión anterior.
Le doy la bienvenida también a la maestra Georgina Moreno López, psicóloga adscrita al Centro Comunitario de Salud Mental y Adicciones, doctor José María Rodríguez. Gracias, gracias Georgina, por estar aquí.
A la maestra Margarita Antonio Matamoros, mujer indígena del pueblo miskito. Qué interesante, mi querida Margarita, quien se ha dedicado a trabajar en la defensa de los derechos individuales y colectivos, la justicia y la igualdad de las mujeres indígenas; y ojalá nos mandes cuando menos dos renglones para nuestro documento final que estamos haciendo ya como plan de nación. Entonces, por favor, nos das un muy breve párrafo sobre tu contribución tan maravillosa que has hecho.
Doy la bienvenida y bienvenidos a quienes nos acompañan vía Webex o las redes sociales del Senado de la República y el Canal del Congreso, en este ciclo de charlas de las Mujeres por una Vida Libre de Violencia; y en este caso nos vamos a enfocar a la violencia intrafamiliar, tan importante.
La Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones de los Hogares, el famoso ENDIREH, nos muestra que para las mujeres que han experimentado algún tipo de violencia durante su vida, la familia fue el círculo de apoyo más cercano. Pero también es donde se dan las violencias más fuertes.
La misma encuesta nos dice que de octubre del 2020 a octubre del 2021, el 11.4 por ciento de las mujeres de 15 años o más experimentaron violencia en el ámbito familiar.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos, define la violencia familiar como un acto de poder, de omisión intencional, dirigido a dominar, a someter, a controlar, a agredir físicamente o verbalmente, psicoemocionalmente o sexualmente a cualquier integrante de la familia, eso tenemos que decirlo.
Y, lo hace dentro o fuera del domicilio familiar, porque haya o tenga algún parentesco por afinidad o civil, matrimonio, concubinato o a partir de una relación de hecho y que tenga por efecto causar un daño.
El abuso por parte de un familiar le puede ocurrir a cualquiera. La pandemia nos enseñó que también afecta a los niños, adolescentes y adultos mayores. Violencia doméstica se dirige más frecuentemente a las mujeres, a las niñas; ¿por qué? Porque son ellas quienes más sufren esta amenaza en sus derechos humanos, ya que abarca desde la violencia física, sexual, económica, psicológica, amenazas, y se produce en el seno familiar.
La misma familia, a quien las mujeres acuden a pedir ayuda, muchas veces son sus principales violentadores.
Pero la pandemia también agudizó la problemática de la violencia en este ámbito familiar; ya que las mujeres y las niñas que creían tener un espacio seguro, que iban a la escuela y al trabajo, compartían 24/7 el espacio con sus violentadores.
Como secretaria de Gobernación tuve una clara situación, por lo que desde el Grupo Interinstitucional de Estrategia contra las Violencias hacia las Mujeres, Niñas y Adolescentes; impulsamos acciones para atender las necesidades de estas niñas, niños y mujeres.
En nuestro país, la ENDIREH destaca que la violencia psicológica fue la mayor prevalencia en el ámbito familiar, seguida por la violencia económica y patrimonial, y la física. Siendo las principales personas agresoras identificadas las, los hermanos, el padre; y muchas veces, por qué no decirlo, la madre en contra de sus hijos.
La única manera de terminar con el ciclo de la violencia doméstica, es tomar medidas. Se empieza por identificar que se está siendo víctima de violencia en nuestra cultura, que está tan normalizados los actos violentos en el ámbito familiar y que muchas veces es ya internalizado por nuestras propias mujeres y aceptado por nuestras propias mujeres, porque ese es el otro gran tema, que es aceptado por las mujeres como algo que pasa normalmente en todas las familias, y eso no debe ser.
Es importante que sepan las mujeres que no están solas. Que no están solas y que hay expertos que pueden ayudarles.
Y nosotras, desde el Senado de la República, tenemos la tarea de fortalecer las instituciones para que aquellas mujeres que están siendo víctimas de cualquier tipo de violencia, tengan la confianza de acercarse y pedir ayuda.
Seguiremos impulsando esta lucha por el derecho de todas las mujeres a vivir una vida libre de violencia y, tanto en avances legislativos como en este tipo de eventos de difusión, para que las niñas, adolescentes y mujeres, tengan las herramientas para identificar el abuso.
Cuántas veces no identifican y conocen este abuso, porque ya lo tienen internalizado, así es, siempre ha sido así en las familias; y no, no pueden aceptarlo, internalizarlo, no pueden hacerlo.
Entonces, nosotros tenemos la obligación de tener avances legislativos, pero también tenemos la obligación de hacer eventos como este de difusión a través de las redes, a través del Congreso, de la televisión o del Canal del Congreso, para que todas las niñas, adolescentes y las mujeres se den cuenta de esta violencia y tengan las herramientas para identificar el abuso.
Y que los hombres aprendan que existen nuevas formas de convivencia, nuevas masculinidades distintas a lo que históricamente han aceptado como el patriarcado.
Lo que ahora la convivencia se basa en el respeto, la confianza y el amor. Descartemos y deconstruyamos el patriarcado.
Quiero compartirles algo que el otro día me preocupó y que yo se lo decía al Vicepresidente del INEGI. Le decía, mira, las mujeres del norte tienen mayor conocimiento de las violencias y las rechazan; pero las mujeres del sur, lamentablemente la tienen internalizada.
Y muchas de estas mujeres en el sureste de nuestro país piensan que es lo normal, que ser violentadas es lo normal, que ser agredidas sexualmente es lo normal; que las lesione el marido, que les pegue el marido, el compañero o el concubinario, es lo normal.
¿Por qué? Porque su sistema de internalización del patriarcado, del machismo, lo tienen y lo han aprendido desde que nacieron.
Más difícil todavía para que estén conscientes, para que tengan esta nueva visión de que son violentadas, de que no hay por qué resistir una violencia.
Yo les voy a pasar el micrófono y ya nuestras invitadas, porque no quiero monopolizar, terminar contándoles una historia de una mujer indígena que, cuando yo llegué a Chilpancingo para despenalizar el aborto, me dijo:
“Yo voy a votar por usted. Mi madre ha tenido ya 15 embarazos. Somos 12 hermanos. Muchas veces mi madre ya no quería y se resistía a que mi padre la obligara a tener relaciones”.
¿Y qué aconteció? Que en una ocasión, ella ya desesperada -me dijo- su madre desesperada, le puso una botella rota de vidrio rota en la cama, para que tuviera dolor, se le enterraran los vidrios y la dejara en paz.
Esa fue su manera de defenderse de la violencia sexual que estaba experimentando, después de 15 embarazos y de no sé si 11 o 12 partos; sin tener con qué mantenerlos, por supuesto, a sus hijos.
Muchas gracias y adelante.