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Versión estenográfica de la participación de la senadora Josefina Vázquez Mota, presidenta de la Comisión de Derechos de la Niñez y la Adolescencia, en el Foro “Libros de Texto Gratuitos frente a los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes”. 

Muchísimas gracias. 

 

Muy buenos días tengan todas, todos ustedes. 

 

Sean realmente muy bienvenidas y bienvenidos a este Senado de la República. 

 

Quiero agradecer al Canal del Congreso, que está transmitiendo todas estas intervenciones a nivel nacional, y más allá de las fronteras. Y también en las plataformas que hoy están permitiendo que estos mensajes lleguen a muchas más ciudadanas y ciudadanos, como es este propósito. 

 

De manera muy particular, quiero agradecerte querida Kenia, por tu compromiso, por tu no cansancio y por ese entusiasmo y pasión con que has elegido vivir cada día y cada una de tus batallas. Para mí es un gran honor haber coincidido hoy nuevamente, como lo hemos hecho tantas veces en este propósito, no solamente de hacer una reflexión; sino un llamado a la acción en torno al derecho de las niñas, los niños y los adolescentes. 

 

Recordando, hoy esta mañana, lo que parecería obvio, pero es fundamental: Las niñas y los niños no tienen partido; las niñas y los niños tienen derechos. Y por eso estamos aquí. 

 

Querida Angélica, gracias por tus batallas, por tu ejemplo y tu inspiración. Y gracias también por siempre estar activa, nunca te cansas y deseo que no lo hagas nunca, hasta que la vida propia decida otro destino, que faltará mucho tiempo para ello, afortunadamente la esperanza de vida, particularmente para nosotros las mujeres, es muy alentadora. 

 

Los señores que aquí nos acompañan, particularmente los casados, les quiero dar una noticia muy positiva esta mañana, dentro de tantas que nos desalientan: cuando sus esposas cumplan 60 años, pónganse felices porque vivirán al menos 30 más al lado de ustedes. Así que tenemos Angélica para una larga vida. Veo algunos preocupados, pero espero que lo resuelvan bien y pronto. 

 

Querida Verónica, gracias porque tú hiciste posible no solamente el avance, consolidación de esta Comisión, que yo hoy con gran orgullo presido en este Senado. 

 

Y quiero compartir qué poco han importado las niñas y los niños en este Gobierno. Cuando llegué a este Senado de la República, se decidió que había que eliminar muchas comisiones que existían en la Legislatura que nos presidió. No necesariamente era malo hacer un reajuste de las comisiones. 

 

En el Grupo Parlamentario me dieron la responsabilidad y la distinción de ser la negociadora de estas comisiones, y cuando estaba yo en este diálogo y en esta negociación de qué comisiones se mantenían y cuáles de ellas iban a desaparecer, nunca olvidaré esa mañana cuando en papelitos se anotaban las comisiones que iban a desaparecer e iban al bote de la basura. 

 

Y entonces, se anotó la Comisión de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, y cuando iba llegando al bote de la basura, porque ahí iba directamente, recuerdo que yo la rescaté y dije “no, esta no, esta no la pueden destruir”. Y la pregunta fue “¿y por qué no quieres, si es una comisión muy poco relevante?”. Y esto nos empieza a explicar el momento en el que hoy estamos. 

 

Después se daría la destrucción de las estancias infantiles y después de las escuelas de tiempo completo y después, prácticamente el desprecio a SIPINNA, junto con todas las acciones que hemos venido defendiendo acompañando, para que no suceda, y hoy estamos aquí. 

 

Querido Julio, gracias también por tu conocimiento y por tu juventud, tan sabia, y tu aporte invaluable en la fundación esta mañana también. 

 

Y por supuesto, a quien hoy también es parte de nuestra anfitrionía, querida Desirée. Muchísimas gracias. 

 

Quiero agradecer a todas y todos quienes han aceptado ser ponentes en este foro tan importante y a quienes están aquí, que aun sin ser ponentes, sé que están en esta lucha cotidiana, que son voces que estamos preocupadas y ocupadas y que no vamos a descansar en la defensa de los derechos de niñas y niños. 

 

Gracias al querido doctor Gilberto Guevara Niebla, que siempre me permitió estar cerca de ti, gracias, Gilberto, porque como secretaria de Educación hubiese sido muy difícil sin ti; y siempre estuviste a mi lado cuando era necesario consultar, tomar una decisión relevante. 

 

Gracias, querido Paco Landero, porque hemos vivido muchas batallas juntas y las que nos faltan. 

 

A la doctora Irma Villalpando, a la licenciada María de los Ángeles Bravo. Al doctor José Antonio Cabello. A la maestra Adriana Cepeda de Hoyos. Al doctor Luis Miguel Pérez Juárez y a la diputada federal Elizabeth Pérez Valdez. 

 

Esto, por lo que estamos aquí, esta razón, esta causa, no tiene nada que ver con un tema de derechas, de izquierdas, de fifís, no fifís, de conservadores, no conservadores, de partidos políticos. Estamos aquí, porque estamos a unas cuantas horas de que cerca de 24 millones de niñas y niños en más de 200 mil escuelas públicas de todo nuestro país, reciban lo que se ha dado en llamar libros de texto gratuitos. 

 

Y, ¿por qué me refiero de esta manera? Permítanme muy brevemente compartir lo que se define como un libro de texto, de manera universal: un libro de texto es, por esencia y naturaleza, una apropiada herramienta pedagógica, didáctica, curricular, que debe de ayudar ampliamente a los docentes y a los estudiantes al desarrollo de procesos de aprendizaje, y enseñanza dentro y fuera de los centros educativos. 

 

Si partimos de esta definición universal, voy a dar mi primer mensaje esta mañana. No estamos hablando esta mañana entonces, de libros de texto; no de estos, no los podemos llamar libros de texto porque no cumplen con ninguno de estos requerimientos. En todo caso, son textos que se convirtieron en una cadena de ocurrencias, de errores. 

 

Debemos ser el primer país del mundo donde se pretende que los niños aprendan en un libro y que tenga como anexo una fe de erratas. Es decir, en qué escuela se va a enseñar; este es el libro en el que tenemos que aprender y esta es la fe de erratas, que va a corregir el libro que tienes ahora. Porque los planetas no son los planetas que te están enseñando, porque las fechas históricas no son las fechas históricas correctas y porque tiene errores que no han señalado los partidos políticos necesariamente: lo han señalado las científicas y científicos de este país, las pedagogas y los pedagogos. 

 

Lo que se pretende repartir entonces, es lo que yo, y me hago responsable hoy de mis palabras, es un crimen contra los derechos de las niñas y los niños.  

 

Y, ¿por qué es un crimen? Porque hay que nombrar a las cosas por su nombre, porque hay que llamarlas como debemos llamarlas. 

 

Recientemente tomé un vuelo y entonces me dijo una persona que llegó, ya estaba por despegar el vuelo, y me dijo: oiga, ¿no tiene usted inconveniente en irse en este asiento? Es que fíjese que su pantalla está desfasada; y le dije, ¿para ustedes qué significa desfasado?; dijo: Ah, significa que está descompuesta; dije: sería mucho mejor decir “está descompuesta a está desfasada”.  

 

Y es cuando entramos a cambiar los términos de lo que realmente tenemos que decir. 

 

Hoy, estos libros que no obedecen a lo que debiese ser un libro de texto gratuito y laico, como mandata la propia Constitución, pretenden ser no solamente instrumentos de un oscurantismo; para condenar a millones de niñas y niños a un pasado, a la ignorancia, sino también al adoctrinamiento. 

 

Porque miren, y voy a hablar en mi experiencia y privilegio que tuve como secretaria de Educación Pública de este país, desde esa oficina de José Vasconcelos. No hay mayor esfuerzo en este país, de cualquier familia mexicana, que el que se hace por enviar a las niñas y niños a la escuela, díganme si no es cierto. 

 

Lo hicieron nuestros padres, lo hicieron nuestros abuelos con nuestros padres, y lo hacemos hoy nosotros con nuestros hijos, y hoy mis hijas lo hacen también con mis nietas. No hay mayor esfuerzo que el que hacemos por mandarles a la escuela, no importa si es en la Sierra de Guerrero, en la zona más alejada y pobre del país, o es en la zona urbana de mayor prosperidad de nuestra nación; ahí padres y madres se aprietan el cinturón para comprar los uniformes, los útiles escolares, los zapatos del colegio, el libro que van a ocupar, la pluma, el lápiz.  

 

No hay mayor sacrificio que se hace, y tenemos frases incluso muy cotidianas en México, a favor de esta escuela y de lo que representa el sacrificio. 

 

Dicho esto, debo de decir entonces, que esto que se pretende repartir es un fraude también en contra del esfuerzo de las mamás y de los papás. Pero no solamente de ellas y de ellos, también de las maestras y de los maestros; porque son quienes están frente al aula. 

 

Y miren, después de la familia, es el aula en donde se construye o se destruye una patria. Es el aula donde se construye o destruye el futuro. Después de una familia, es en el aula donde se construye o se destruye la ciudadanía, es ahí donde se va para no terminar la vida en donde se nació. Es ahí donde se rompe que donde yo nací, sea mi destino hasta el último día de mi vida. 

 

Porque díganme la razón por la cual mandamos a nuestros hijos a la escuela o por la cual a nosotros nos mandaron a la escuela: para tener un presente y un futuro mejor. Y en eso, creo que podríamos coincidir millones de mexicanos, salvo quienes hicieron estas páginas, llenas de ocurrencias, de ignorancia y adoctrinamiento. 

 

Es en el aula donde se desarrollan las competencias. Cuando yo tuve el privilegio de estudiar en Mi Patria es Primero, escuela pública, y después en mi Secundaria 108 Bertrand Russell, escuela pública; y después en mi vocacional del Politécnico Juan de Dios Bátiz, escuela pública; ingresé a la Universidad Iberoamericana, y lo he hecho también con mucho orgullo. Y recuerdo que me inscribí a Economía y venía de la Bátiz, me metí al área de especialidad de álgebra, física, trigonometría y toda esta materia matemática; y cuando yo pasaba al pizarrón, que todavía se usaba pizarrón en la Iberoamericana, mis compañeros me decían ¿de dónde vienes? ¿En qué escuela estudiaste?; y yo les decía: yo estudié en la Bátiz; ¿y qué es eso de la Bátiz? 

 

Ellos no podían comprender que yo venía de una escuela pública y mi nivel de matemáticas era muy superior al de algunas escuelas, incluso privadas. Pero lo comparto no como un tema solamente de anécdota personal; es porque no era la única, todos mis compañeros que egresaban de la Juan de Dios Bátiz teníamos esa preparación; al igual que de Mi Patria es Primero o de la Bertrand Russell. 

 

Es una mentira cuando se dice: es que estos libros, que insisto, no cumplen ningún requisito ni de gratuitos, en cuanto a la definición de gratuidad ni laicidad; porque son todo lo contrario. O sea, gratuidad porque así es, es la única que tal vez cumplen, pero no los podremos definir como tales. 

 

Cuando algunos personajes de este Gobierno dicen: bueno, pero es que el maestro va a hacer lo propio en el aula y va a hacer correcciones. Miren, yo que estudié, al igual que muchos de ustedes, en estas escuelas y estoy orgullosa; sabemos por experiencia propia que el libro de texto es el libro rector, y es el libro rector no solamente para el alumno, sino también para la maestra y el maestro, y también para la comunidad. 

 

Y es cierto que se tienen otros conocimientos alrededor, pero es el libro de texto en el que se aprende casi el 100 por ciento de lo que se enseña en esas aulas. Así que de este grado es el peso y la responsabilidad. 

 

Por supuesto estoy de acuerdo en la enseñanza de las humanidades, cómo no lo voy a estar frente a la brutalidad de la violencia que vivimos hoy. Cómo no lo voy a estar, frente a niñas y niños que no son libres, cuando nosotros sí lo fuimos; ni siquiera de salir a las banquetas o de salir por las tardes, con estar en las calles jugando, como nosotros cuando fuimos niños lo hicimos. 

 

Cómo no lo voy a estar. Lo que pasa es que aquí ni tenemos las humanidades que se ocupan, pero tampoco tenemos las matemáticas ni tampoco tenemos la lectura, ni tampoco tenemos la comprensión de la lectura. 

 

Quiero dar evidencia de lo que estoy diciendo. 

 

En el libro para el maestro sin recetas, se habla del asesinato de don Eugenio Garza Sada, de su secuestro y asesinato. Y vean la manera en que se refieren a ello: en lugar de decir que fue secuestrado, se dice “fue retenido”, hoy al secuestro le llaman retención; y entonces es una apología de la violencia. 

 

Cuando se habla de su asesinato en este libro de texto, se dice: “perdió la vida junto a su chofer”. No, no perdió la vida junto a su chofer, porque sí, perdió la vida porque lo asesinaron. 

 

Cuando habla del empresario Fernando Aranguren, secuestrado por la Liga Comunista 23 de Septiembre, tampoco dice que fue asesinado. Fíjense cómo se refiere este libro, que se pretende llamar de texto: “fue ajusticiado como medida radical”. Es decir, si tienes una medida radical que tomar, entonces asesina. 

 

Y entonces, la cultura del odio, ¿eso es lo que queremos construir en la mente y en el corazón de 24 millones de niñas y niños? ¿Eso es lo que merecen aprender? 

 

Si te ves en la necesidad de una medida radical, entonces está justificado que ajusticies, ¿no basta el odio o la fábrica de odio de cada mañana, ahora va por escrito para adoctrinar a niñas y niños en el odio? 

 

Lo ha dicho Julio, no nos vayamos tan lejos. Nada grande se construye en el odio, ni en las parejas, ni en la vida personal ni en la familia ni tampoco en la comunidad. Y ahí están las consecuencias del odio, enseñadas ahora o pretendiendo enseñarlas ahora a 24 millones de niñas y niños. 

 

Por cierto, yo también soy un personaje que aparezco en los libros de texto. Y aparezco acusada, porque en mi responsabilidad como secretaria de Educación señalan que formé capital humano, junto con otras personas, al servicio del mercado, ¿y de qué se me acusa? De haber promovido las escuelas de calidad, de haber fundado las escuelas de tiempo completo. 

 

Déjenme hablar rápidamente de las escuelas de tiempo completo, que en su mejor momento llegaron a ser cerca de 27 mil, atendiendo casi 4 millones de niñas y niños, que tenían dos características fundamentales las escuelas de tiempo completo: por un lado, ampliar los horarios escolares. Díganme si no hay mayor tranquilidad para una mamá trabajadora o un papá trabajador, que saber que las niñas y los niños están en las escuelas y no están en las calles. 

 

Porque Saskia Niño de Rivera lo ha demostrado con una investigación muy sólida: hoy, las niñas y niños más vulnerables frente al crimen organizado y la delincuencia, son quienes están afuera de la escuela. Y lo dijo la senadora Kenia López Rabadán y lo dijo Verónica, de manera muy atinada, después de la pandemia, la deserción escolar con cifras oficiales, aumentó dramáticamente. 

 

Y qué pasa cuando las niñas y los niños de pronto les destruyeron las escuelas de tiempo completo, se estima hoy tenemos cerca de 40 mil niñas y niños cooptados por el crimen de sicarios, de halcones, que desbaratan cuerpos, entre otras tareas para las que son cooptados. 

 

Así es que les robamos el derecho a esa felicidad, les robamos el derecho a esa certeza y a las mamás y a los papás, el derecho a trabajar con certeza y tranquilidad. 

 

Pero, la siguiente característica de las escuelas de tiempo completo, es que recibían un alimento o dos ahí; y siete de cada diez niñas y niños que iban a las escuelas de tiempo completo, era su primer alimento; y siete de cada diez era el único alimento que recibían en el día. Porque casi de ocho de cada diez de estas escuelas, estaban en las zonas más pobres y marginadas, y se acusa que entonces se formaba para el mercado. 

 

Y entonces, ¿los derechos dónde quedan? 

 

Voy cerrando mi intervención. 

 

Se reserva la información para no decirnos quién elaboró esta cadena de ocurrencias y de adoctrinamiento. Y evidentemente, reconozco a las gobernadoras y gobernadores que han dado un paso al frente, y también al ministro de la Suprema Corte, que fue fundamental para las resoluciones del caso de Chihuahua, porque miren cómo se refirió el presidente a la gobernadora Maru Campos después de la resolución de la Corte. Vean la manera tan educada, incluyente, conciliatoria: una gobernadora muy reaccionaria, conservadora, irresponsable y politiquera. 

 

Pues no, señor presidente, la mayoría de quienes amamos este país no queremos más odio. A mí nunca me enseñaron a odiar en mi escuela pública ni tampoco en la privada, y no quiero que a ninguna niña y niño de este país tenga en sus manos hojas para odiar; quiero que tengan textos para crecer, para aprender, para ser libres, para ser mejores personas, para tomar decisiones, para desarrollar su inteligencia y también fortalecer su alma. 

 

Para que vivan con grandeza y tengan sueños y la fuerza para realizarlos. No quiero decálogos de odio, donde la muerte se justifique y el asesinato menos. 

 

Y diría, como lo dijo Rosario Castellanos hace muchos años: las niñas y los niños no pueden esperar, estamos aquí porque estos documentos son una traición a millones de niñas y niños, a sus padres, a los docentes y evidentemente a México. 

 

Y termino recordando al doctor Mario Molina, cuando tan generosamente con su fundación me acompañaba a algunas escuelas, más bien yo lo acompañaba a él a algunas escuelas de educación básica públicas, la emoción de ver a las niñas y a los niños aprender por este Premio Nóbel, enseñarles a amar la naturaleza, enseñarles a descubrir el mundo del cuidado, abrazar el mundo que se nos ha heredado para hacerlo mejor que como lo encontraron, y no dejarlo en destrucción. 

 

Por eso, estamos aquí, porque amamos este país y porque si destruimos a las niñas y a los niños, entonces no merecemos estar aquí. Entonces, no pidamos un país con paz ni con certeza ni con igualdad ni con grandeza; porque entonces el camino que nos queda será el del odio.  

 

Estoy segura de que no va a suceder así, porque no lo vamos a permitir. 

 

Muchísimas gracias.