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 Versión estenográfica del mensaje de la senadora Olga Sánchez Cordero, presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República, en el evento “¡Pongamos fin a las violencias contra las mujeres, ya!” e iluminación del Senado de color naranja. 


Muy buenas noches a todas, a todos ustedes. 

 

Primero quiero agradecer la invitación de mi querida amiga, compañera de lucha, Martha Lucía Micher. Malú, presidenta de la Comisión de Igualdad de Género de este Senado de la República; ella fue la organizadora de todo este evento. 

 

También quiero saludar a mis compañeras senadoras, senadores que están hoy con nosotros. Muchas gracias. 

 

A la ministra Margarita Ríos Farjat, gracias por darte el tiempo de estar aquí en el Senado. 

 

A Martha Delgado, Subsecretaria. Muy bien, Martha, toda esta política de paridad que están llevando a cabo en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Es, de verdad, de verdad, ¿eh? Es un ejemplo a muchos países del mundo, a muchos países del mundo. 

 

Me da mucho gusto y me llena de orgullo recibir en este Senado de la República, a dos mujeres dignas representantes de lo que significa luchar por la justicia en este país. Bienvenidas Carolina y Lorena. 

 

Gracias por persistir, gracias por insistir, gracias por señalarnos nuestras fallas y por ser portadoras de la voz de muchas mujeres y niñas que fueron o son, en este mismo momento, víctimas de violencia. 

 

También quiero dar la más cordial bienvenida a las y los representantes de Naciones Unidas. Gracias Peter Grossman por estar aquí. Ana Güezmes, de ONU Mujeres, que has acompañado a las instituciones del Estado mexicano en esta gran lucha para combatir y erradicar la violencia. Gracias por compartir este espacio. 

 

Jerome, de la Unión Europea, que allá en la Secretaría de Gobernación hicimos una gran amistad y nos apoyaste mucho en muchos temas. 

 

Y qué puedo decir de mis dos amigas, entrañables, de Fabiola Alanís y de Nadine Gasman.  

 

Lo acaba de decir Nadine, en la Secretaría de Gobernación formamos un grupo interinstitucional de todas las instancias del Gobierno mexicano: salud, educación, Instituto de las Mujeres, la Comisión Nacional para Erradicar la Violencia contra las Mujeres. Por supuesto, estaban prácticamente todas las instituciones del Estado mexicano representadas. 

 

Y, nos reunimos cada semana y, ¿saben cuál era el único tema, el único tema? Las acciones que estábamos realizando, que habíamos realizado esa semana y que íbamos a programar la próxima semana para erradicar la violencia de género. Esa era la única misión, el único objetivo de este grupo interinstitucional que se creó en la Secretaría de Gobernación: erradicar la violencia contra las mujeres. 

 

Y ahí tenía a Fabiola, que les consta tanto a Catalina como a Lorena, ha estado Fabiola acompañándolas permanentemente. Ustedes son testigos de su trabajo, de su acompañamiento; lo mismo Nadine. 

 

Estábamos presentes en las Fiscalías, en los Poderes Judiciales, ahí estaba Fabiola, ahí estaba su equipo, no descansábamos. 

 

Quien osaba decir, por misoginia, que en la Secretaría de Gobernación no se trabajaba, que la Secretaría de Gobernación no avanzaba, era absolutamente falso. Era inclusive, un tema de violencia de género contra todas las que estábamos en ese grupo, y le consta a Jerome, y que se oiga fuerte. 

 

Cuando escucho a nuestras invitadas, a Carolina y a Lorena, me acuerdo de algunos de los eventos que viví personalmente en la Suprema Corte. Concretamente tres de ellos: 

 

Salía de mi oficina y estaba una mujer, humilde, esperándome, y yo ya me iba a comer, eran casi las 4 de la tarde, y siempre que se me hacía tarde porque, de verdad tengo un compañero maravilloso. Le hablaba: “espérame, espérame. Ya salgo, ya salgo, espérame a comer, ahora voy”. Y siempre me esperaba a comer. 

 

Entonces, me dijo “déjeme platicar con usted”. La vi tan compungida, tan triste, tan humilde, que le dije “pase”. Y ya, le hablé a mi esposo y le dije “gracias por esperarme, pero creo que no voy a llegar”. 

 

Le dije “la veo muy triste”; y me dijo “vengo con usted”; le digo “¿por qué conmigo?”; y me dice “porque usted sí me va a escuchar. A mi hija, hace una semana, la mató su esposo, le dio 65 puñaladas”. 

 

Llegó a su casa, en la noche, sacó un cuchillo y le empezó a dar de puñaladas hasta desangrarla y matarla. 

 

Obviamente, la testigo, su hijita de 15 años, gritaba para que su padre dejara a su madre, para matarla y para seguirla apuñalando. 

 

Le dije: ¿Y qué pasó con los fiscales y qué pasó con la averiguación? Y me dijo: Por eso vengo. Humilde, muy humilde. 

 

Dije “¿Por qué viene?”; y me dice “Porque ya el marido de mi hija, el feminicida contrató un grupo de abogados que en mi estado –no voy a decir qué estado, pero puede ser cualquier estado de este país– tienen un – primero, no estaba en ese tiempo tipificado el feminicidio. Ustedes saben que el feminicidio tiene pocos años de haberse tipificado– entonces había un atenuante de responsabilidad en estos estados, que se llamaba, creo que ya está derogado en todos ellos “estado de violencia súbito”.  

 

Entonces ya había contratado el abogado y el abogado ya se había puesto de acuerdo con el perito para que el homicida, el feminicida, resultara que estaba en ese momento en un estado de violencia súbita, obviamente de acuerdo con el propio ministerio público. 

 

Entre el grupo de abogados, que ya habían llevado varios homicidios de mujeres, en ese tiempo no feminicidios, ya habían llevado varios casos; porque como dicen, hoy son 12 mujeres las que mueren al día, entonces ya tenían a los mismos peritos, ya tenían al mismo fiscal y ya estaban consignando porque no habían podido dejar de consignar, pues ahí estaba el homicidio. Y entonces la sentencia iba a ser de dos años.  

 

Y el juez sólo aplicaba la ley. Si ya el ministerio público habría dicho que lo consignaba con la atenuante de violencia súbita, por cierto, eso nunca se le aplicó a una mujer que hubiera cometido el mismo delito contra su esposo, a ellas sí les ponían 40 años de prisión, porque ellas no podían tener un estado de violencia súbito, sólo él.  

 

Entonces, ya todos de acuerdo y el operador jurídico aplicador de la ley, el juez, ya nada más aplicaba. Si ya están los peritajes de estado de violencia súbito, si ya está el homicidio, si ya está la consignación del ministerio público con esta atenuante, etcétera, etcétera, no me queda más que aplicar la ley: un año y medio de prisión o dos años de prisión.  

 

A uno le pusieron cuatro, apeló y la Sala Superior le bajó a dos.  

 

Me dolió muchísimo lo que me estaba platicando y dije: ¿Y qué hago? Yo no tengo competencia para ir a ese estado a decirle a los Tribunales: Oye, ¿qué pasa? O ¿Cómo están las cosas? Y este grupo de abogados, y estos peritos, y este ministerio público y estos jueces, y estos magistrados, etcétera, etcétera. 

 

Dije: No, tengo que hacer algo. 

 

Regularmente invitaba yo a los Tribunales a desayunos en la Corte para tener interacción con los tribunales locales. Dije: Voy a hacer un desayuno y en ese desayuno voy a invitar al Presidente del Tribunal y a los magistrados y magistradas que lo integren. 

 

Llegaron, los atendí muy bien, pero les tenía yo todas las resoluciones de los homicidios de las mujeres y las sentencias. Y le dije: Mil disculpas, pero sí tengo que tratar un tema por demás importante para mí. Aquí está este homicidio, este homicidio, este homicidio, este homicidio. Y le dije, y para colmo ya estaban los magistrados, no sabía que magistrados había tocado, pero bueno, ahí estaban; y para colmo, un juez que se atreve a sentenciar a cuatro años en la apelación le bañan a dos.  

 

Estaban como este papel, y le dije: Señor Presidente, acaba de suceder un caso en donde a una mujer le dieorn 60 puñaladas, la mataron enfrente de su hija de 15 años y ya está en este mismo caminito de esta misma sentencia. Ya están los peritos, ya están mismos abogados –delante de todos los magistrados, ¿eh? – el juez es el mismo juez. Yo le quiero solicitar, respetando, porque lo dije hoy en la mañana y lo repito, respeto las decisiones de los jueces, por supuesto. 

 

Pero, con todo y la responsabilidad que tengo y la falta de competencia que tengo para poder entablar esta conversación con usted, le pediría encarecidamente que hiciera un marcaje personal a este caso, porque puede llegar a convertirse en uno más de estos quince. 

 

No sé en qué terminó, pero finalmente hice lo que yo creí que debía hacer. 

 

El otro caso fue el de Irinea, que mataron a su hija Mariana, Mariana Lima, y digo sus nombres porque ella es una activista también y luchadora, que no ha dejado de luchar por el caso de su hija y por el caso de muchas otras más; Irinea. 

 

Fue la primera resolución de la Suprema Corte que yo recuerdo en la Primera Sala, en que se dieron los parámetros de investigación para la Fiscalía en materia de feminicidio. 

 

También tuve otros asuntos, como el de la chica ésta de Yucatán, Verónica, que el novio le marcó toda la cara y estuvo a punto de morir y nadie la escuchaba en el Estado. Tú conoces el caso. Y así podría yo contarles. 

 

Hoy en la mañana yo decía que los jueces y las juezas, y los fiscales, y los ministerios públicos ¡deben estar en un escrutinio público constante diario, y que se oigan los nombres de estos jueces y juezas; que se oigan los nombres de las fiscales!, y que todos tengamos marcajes personales en sus resoluciones, en su trabajo, en sus sentencias. 

 

Porque como acaba de decir Fabiola, nos quedan a deber, y nos quedan a deber mucho, por legalismos, por formalismos, por falta de sensibilidad, porque no se atreven a veces, por corrupción. 

 

¿Y por qué? ¡Porque la corrupción y la impunidad van estrechamente vinculados los dos! 

 

Entonces hagamos el trabajo desde todas las instancias, desde ustedes, señalándolos, viendo su trabajo, denunciando su trabajo, porque solamente así podemos avanzar; sólo así podemos avanzar. 

 

Aquí en el Senado se ha avanzado mucho. 

 

Malú y todas las senadoras que nos acompañan, las que hemos integrado esta Sexagésima Cuarta y Sexagésima Quinta Legislatura, como ya se dijo aquí, hemos impulsado reformas muy importantes, transformando la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. 

 

Se han incorporado reformas, como dijo Malú, para ampliar las modalidades de la violencia, como la violencia digital y la violencia mediática. 

 

La violencia política contra las mujeres en razón de género. Se amplió el plazo de las órdenes de protección, como lo señaló. Se realizaron precisiones en cuanto a la operación de la alerta de violencia de género contra las mujeres y la operación de los centros de justicia, mi querida Fabiola. 

 

En el Senado, también, estamos certificados como institución en la Norma Oficial para la Igualdad Laboral y no Discriminación. 

 

Tiene, en su Marco Normativo Interno, la observancia obligatoria del protocolo para la prevención, atención y sanción de la violencia de género. 

 

El pasado 13 de octubre, aquí están las senadoras y senadores, fue aprobada y publicada la Política de Igualdad Laboral del Senado de la República y no Discriminación. 

 

La instrucción para el uso del lenguaje incluyente y no sexista, y la Declaratoria por un Senado Libre de Violencia y de Discriminación. Todo eso se aprobó la semana pasada. 

 

Este es un compromiso que sé que todas las que aquí estamos presentes compartimos, y que día a día, con nuestro trabajo, estamos contribuyendo a que esta posibilidad se haga una realidad. 

 

Las acciones, las personas, las instituciones, sus competencias distintas, pero el objetivo es uno; uno, como yo les dije cuando se creó el Grupo Interinstitucional en contra de la Violencia de Género. Es uno, poner fin a las violencias contra las mujeres es uno; uno. 

 

Por eso hoy nos iluminamos, y me van a acompañar a iluminar de naranja estos muros y ventanas, porque nunca más, como decían nuestras compañeras, Catalina, Carolina y Lorena, nunca más a una sola mujer violentada; nunca más. 

 

¿Me acompañan a iluminar de naranja este edificio, por favor?