Versión estenográfica del mensaje de la senadora Ana Lilia Rivera Rivera, presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República, al recibir el Reconocimiento a la mujer 2024 por parte del International Parliament of Educations.
Muchas gracias.
Muy buenas tardes a todas, a todos.
Saludo con mucho respeto, cariño y admiración al presídium. Primero, porque en él hay mujeres que trabajan todos los días por demostrar que las mujeres somos capaces de todo, de todo.
También porque los hombres nos acompañan en esta búsqueda de encontrar un espacio que reconozca lo que somos y lo que valemos.
Por supuesto, a quien hoy me ha condecorado con este altísimo honor, inmerecido.
Las mujeres de este siglo no somos más el resultado de lo que fuimos, una gran responsabilidad con lo que hoy somos; indudablemente la trascendencia de lo que seremos. Entonces, lo único que yo hago es lo que me corresponde; ser una mujer distinta a la que le tocó ser a mi madre, a mi abuela, porque antes de nosotras, las condiciones eran muy diferentes.
Hoy, en el pleno ejercicio de nuestros derechos, en la paridad, en todo, que fue una legislación que aprobamos nosotros en el Senado de la República, legislación que hoy permite que las mujeres no solamente aspiremos a cargos de representación popular; sino que también seamos reconocidas en igualdad en los cargos de poder de cualquier órgano del Estado: Poder Judicial, en la representación administrativa y todavía tenemos que bajar a la vida privada, donde sigue habiendo un sesgo de discriminación todavía muy grande hacia nosotras.
Un reconocimiento inmerecido como persona individual, pero que reconoce que estamos viviendo tiempos de cambios y tiempos de las mujeres. Nos tardamos en llegar 200 años, pero hoy, seguramente tendremos una mujer Presidenta y eso es importante que lo analicemos, por lo que viene.
¿Por qué? Porque no se trata solamente de llegar al poder, sino de cómo ejercemos las mujeres el poder. Es cierto, ya vencimos muchos de los obstáculos que nos habían impedido en la vida avanzar; esa invisibilidad que nos permitió incluso no ser consideradas ciudadanas plenas, sin derecho al voto, apenas lo conseguimos hace 75 años. Nuestra ciudadanía plena no ha sido fácil alcanzarla.
¿Cómo, entonces, aspirar a ejercer el poder rompiendo la piedra más grande que tenemos enfrente? Es el ejercicio del poder patriarcal.
Las mujeres tenemos que crear una nueva forma de gobernar, una mujer de este siglo, resultado de las luchas de otras mujeres, no puede reproducir en el ejercicio del poder la corrupción; no puede repetir en el ejercicio del poder la impunidad; no puede repetir en el ejercicio del poder el beneficiar a sus amigos, a sus familiares. Una mujer en el poder debe gobernar con la cabeza, con el corazón y con el carácter.
Eso quiere decir gobernar con amor, mirando en todos a tus hijos, a tus padres, a tu familia, a los tuyos. El no hacer a otros lo que no te gustaría que te hicieran a ti; en un profundo amor al prójimo, porque si de algo tiene hambre el mundo, no solamente México, es de amor, de ternura.
No quiero meter mis cuestiones ideológicas en este premio tan importante, pero solamente el día de ayer reflexioné dos cosas con una persona que se acercó conmigo para que hagamos un pequeño documental.
Yo tuve en la vida, la suerte de encontrar un hombre hace 27 años, en mi vida, ese hombre es el licenciado Andrés Manuel López Obrador; ¿y saben? Yo era una adolescente cuando decidí que era importante escuchar y caminar hacia un mejor país.
La primera vez que yo fui candidata, en el 2007, acabábamos de vivir un proceso difícil. Él me conoce cuando era yo candidata a diputada en mi Distrito local y me ve y me dice, “es usted muy joven”. Le dije “no soy tan joven. La juventud no debe de ser un obstáculo para medir nuestras capacidades”. Y me dijo “tiene usted razón”.
Terminamos nuestra gira y me dio un consejo, que lo llevo en lo más profundo de mi corazón, porque eso equivale a ser un modelo de ejercicio del poder, distinto. Cuando se despidió de mí, me dijo “si gana usted, cumpla. Y si no, no guarde rencor en su corazón, porque la gente, nuestro pueblo, apenas está aprendiendo a defender su libertad de votar en un país democrático, que ha simulado democracia durante tantos años”.
Me dijo “no se llene de rencor, porque un político y un líder rencoroso no le sirve a su pueblo. Siempre hay que mirar al pueblo con ternura y con amor, lo más sublime, los valores más grandes están en esa masa, donde todavía en México hay una generosidad muy grande en el pueblo”.
Primera lección. Se gobierna con amor, no con rencor, no con odio. Así debemos gobernar las mujeres.
Y la segunda enseñanza, pues son muchas, tuvo que ver en un momento muy difícil, cuando iniciábamos la lucha en la defensa del petróleo, en la reforma energética, en la que no coincidíamos y yo ofrezco disculpas a quien tiene otra ideología; tuvo un infarto, pero regresó, gracias a Dios. Y él nos dijo, “regresen a sus estados y siembren una clase política distinta. El cambio generacional tiene que nacer pronto y este nuevo grupo de personas que deben tomar los liderazgos, deben aprender lo primero: desde que Dios se hizo hombre, no hay otra forma de amar a Dios, que amar al hombre. Pongan el servicio del poder a favor del pueblo y de la gente, nunca se van a equivocar y habrá valido la pena vivir”.
Eso es tomar el poder como una mujer: no reproducir los esquemas de poder que nos han lastimado tanto. El tener el poder hoy en la representación femenina, no implica que hayas roto con esa manera de hacer poder; todavía aquí en el Senado todos los días me enfrento con mujeres atacando a mujeres; con mujeres difamando mujeres y con mujeres haciendo política de la forma patriarcal que tanto nos ha lastimado.
¿Qué nos falta todavía? Generar nuestro propio estilo de gobierno, pero si nos basamos en el corazón, en el amor al prójimo, no nos vamos a equivocar. Y eso es lo más bonito que podemos las mujeres hoy expresar.
Benditas las que nos dieron estas oportunidades y que sea una bendición lo que nosotras hagamos para las que vienen después.
Si con mi humilde trabajo yo he servido para algo, conmovida hasta el corazón les digo: gracias.
Muchas gracias y felicidades a todas las mujeres de México y el mundo.
Muchas gracias.