Versión estenográfica de la participación de la senadora Ana Lilia Rivera Rivera, en la Audiencia Parlamentaria Anual en Naciones Unidas, con el tema “Poner fin a los conflictos: Recetas para un futuro pacífico”, llevado a cabo en el Salón del ECOSOC, sede de la ONU, Nueva York.
Gracias.
Muy buenos días, estimadas y estimados compañeros parlamentarios miembros de la Unión Interparlamentaria.
Quiero, a nombre de México, en este Foro Mundial, recordar las sabias palabras de Gandhi: “no hay camino para la paz, la paz es el camino”.
Este año, la Audiencia Parlamentaria nos convoca a abordar un tema de vital importancia para la humanidad, como es la búsqueda de mejores condiciones de paz y de seguridad internacionales. Los miembros de la Organización de Naciones Unidas, acudimos a este lugar a hablar, es necesario hablar; pero hablamos con la seguridad de que no estamos gritando en el desierto.
Bajo el lema de poner fin a los conflictos, recetas para un futuro pacífico, es que este Foro de carácter mundial nos está invitando no sólo a reflexionar; sino actuar mediante la puesta en marcha de acciones concretas a partir de nuestras facultades legislativas, para que se apoyen las acciones gubernamentales encaminadas a un futuro en el que todas y todos podamos vivir en entornos óptimos para el desarrollo.
En primer lugar, me gustaría mencionar que no creo que exista una receta única o infalible para un futuro pacífico y mucho menos que se pueda poner fin a los conflictos de forma efectiva y duradera, si continuamos transitando por el camino que hoy nos lleva a encontrarnos.
Discutimos aquí cómo lograr la paz, con una organización que surgió en 1945, con el compromiso de no más guerras. Y el entorno que nos rodea nos hace preguntarnos: ¿y qué es lo que falló? ¿Por qué nadie escucha el dolor de la gente que muere todos los días en las guerras?
Y no solamente en las guerras que están declaradas hoy y que pareciera que despiertan esos monstruos que creíamos, habían sido derrotados por la humanidad. El rencor y el odio, que solamente se escondió unos años, ha vuelto a surgir con una fuerza tan devastadora, que de imaginar que no se pueda detener, lo que le espera a la humanidad es una atroz realidad que no queremos ni imaginar.
No solamente es la guerra, la guerra con armas químicas o armas de fuego. Son también las guerras económicas, las que matan tanta gente de hambre; porque hoy hablamos de que en el mundo por lo menos hay 35 millones de niñas y niños de 5 años que sufren desnutrición extrema y de los cuales, 9.2 millones tienen padecimientos de forma grave que ponen en riesgo su vida por la desnutrición y el hambre. Mientras, también hablamos, que en muchas partes del mundo se tira y se desperdicia comida.
Como sabemos, las crisis económicas superan los terribles estragos de las guerras, como principal causa de inseguridad alimentaria y aguda, y malnutrición que viven más de 20 países. Muchos de los que estamos aquí, tenemos en nuestros pueblos hambre y desnutrición, y también desperdicio de comida.
Y es que, en un contexto de carencias, de inestabilidad económica, política y social, los conflictos terminan por dinamitar todos los esfuerzos nacionales, regionales e internacionales para el desarrollo y para el bienestar de nuestros pueblos; porque otro fenómeno que se presenta también por la falta de seguridad y de alimentación en nuestras naciones, es el desplazamiento de seres humanos, que salen huyendo de sus fronteras para buscar una mejor posibilidad de vida.
Les doy otro dato muy revelador, en el contexto actual; en 2023 se caracterizó por presentar mayores índices de conflictos armados desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, afectando por lo menos a una de cada seis personas en el planeta; una de cada seis personas en el planeta. Y nosotros discutiendo cómo lograr la paz.
Estos sucesos bélicos generan incalculables daños materiales, irremediables afectaciones al medioambiente, profundos retrocesos a los procesos democráticos y a la gobernanza en los países; crisis económicas, tensiones diplomáticas y desafortunadamente la pérdida de miles de vidas humanas.
Como lo mencioné anteriormente, considero que esta problemática terrible no se puede solucionar con la aplicación de una receta preestablecida. Entendemos que cada conflicto presenta sus propias singularidades, desafíos y urgencias.
Por ello es nuestra obligación, como miembros del Sistema de Naciones Unidas, proponer remedios específicos a cada uno de ellos, sustentada siempre en un sistema de normas jurídicas como eje rector de la solución.
Retomando los principios de la Carta de Naciones Unidas, es necesario crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y otras fuentes del Derecho Internacional.
No debe perderse de vista que el sistema de normas universales es el único medio para el fortalecimiento de la paz y la seguridad internacional; y se constituye como la herramienta más eficaz para la promoción de relaciones cordiales y de cooperación entre los Estados.
Además, tiene un papel fundamental para garantizar la protección de los derechos humanos, la lucha contra el cambio climático, el combate a los delitos internacionales y para asegurar la gestión de migración de una forma regular, segura y ordenada.
Dado que estos problemas son de naturaleza global, la solución nos involucra a todos. Los Poderes Legislativos hemos logrado adquirir una mayor participación y voz en los debates y consensos de los asuntos internacionales, que están encaminados a alcanzar soluciones a las problemáticas que afectan a la humanidad.
En los distintos foros Parlamentarios Regionales, hemos encontrado posturas comunes dirigidas a apoyar la labor de los Gobiernos y de los organismos internacionales, aportando experiencias e ideas para su enriquecimiento.
Nosotros, como representantes de la población, somos la vía directa para plasmar sus múltiples necesidades y demandas en diversos instrumentos internacionales, como esencia del Pacto Social.
Los países integrantes de la UIP, adoptamos en 2019 la Declaración de Belgrado, con el fin de fortalecer las funciones y los mecanismos de nuestros Parlamentos para el robustecimiento del Derecho Internacional. Además, apoyamos los propósitos y principios consagrados en la Carta de Naciones Unidas por los cuales reconocemos que un mundo justo, próspero, igualitario, es sólo una posibilidad dentro del orden internacional, sustentado únicamente si se construye en un Estado de Derecho.
A través de la historia contemporánea, el gobierno de México se ha caracterizado por ser un firme creyente y precursor del Derecho Internacional. Desde la fundación de la Organización de Naciones Unidas, hemos mantenido un compromiso sólido con sus preceptos y con las actividades que se realizan en el seno de sus diversos órganos; siempre con apego a lo que establece nuestra Constitución.
Y, esto se puede ver traducido en los principios que guían nuestra participación en el concierto de las naciones, como son; la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de controversias, la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, la igualdad jurídica de los Estados, la cooperación internacional para el desarroll; no para la guerra.
El respeto, la protección y la promoción de los derechos humanos, y la lucha por la paz y seguridad internacionales.
Lo anterior, pone de manifiesto que para el Estado mexicano todos los países somos iguales, sin importar las características económicas, culturales, religiosas y políticas, entre otras.
Por lo que todos estamos obligados, sin distinción, a acatar los compromisos vinculantes que existen en el Derecho Internacional, los cuales son nuestra Carta para poder ayudar a contribuir a la paz mundial.
Al respecto, me gustaría retomar -y con eso voy a concluir- las palabras del Benemérito de las Américas, porque, si hay alguna manera de que se pueda transitar hacia la paz, es recordar, que “entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Mientras, no tengamos la humildad de reconocer que debe haber una reestructuración del orden, en el que Naciones Unidas sigue funcionando, porque 1945 quedó atrás y el 2024 es el presente; mientras todos los que hoy estamos aquí no seamos iguales y haya votos diferenciados; mientras no sea la intervención para la paz, sino la intervención para la guerra; mientras el juez, sea el mismo que crea las leyes, no se cómo podemos lograr, si no es a través del respeto al derecho ajeno.
Muchas gracias.