Versión estenográfica del mensaje de la senadora Ana Lilia Rivera Rivera, presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República, en el evento de bienvenida de “La Pequeña Amal”, símbolo de los derechos de las personas refugiadas a nivel global.
Gracias.
En tierras lejanas, bajo cielos distintos, niñas y niños con sueños extintos.
En sus ojos, el reflejo de guerras y mares. Llevan en el alma cicatrices y pesares.
Pequeños refugiados, viajeros sin fin, buscan un hogar donde volver a sonreír.
Con la esperanza como única compañía, avanzan en un mundo que a veces no los cobija.
Con sus corazones, sueños de un mañana donde reine la paz, la alegría y la calma, son flores en el desierto, luz en la oscuridad, refugiados, pero, ante todo, son humanidad.
Son los niños de Palestina, son los niños de Ucrania, son los niños de África, son los niños de Venezuela, son los niños de Haití, son los niños de El Salvador, son los niños de Honduras, son los niños de Nicaragua, son los niños de México.
Señora René, representante adjunta del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados.
Querida Dana, representante de la Organización Internacional para las Migraciones de México.
Queridísimo David, creador de nuestra pequeña Amal.
Estimados invitados, invitadas, sean todos bienvenidos.
Hoy es un día especial en la historia del Senado de la República y de nuestro país, al recibir a la pequeña Amal.
No sólo acogemos a una marioneta gigante, sino también abrazamos simbólicamente a todas las niñas y niños refugiados alrededor del mundo.
Esta representación artística, trae consigo un mensaje poderoso de resiliencia, esperanza y humanidad, que toca los corazones de del pueblo de México.
En cada hilo, en cada movimiento, la pequeña Amal, vemos como reflejadas las historias de millones de niñas y niños que, forzados por circunstancias ajenas a su voluntad, han tenido que dejar sus hogares en busca de seguridad y una vida mejor.
Ella nos recuerda la importancia de mantener nuestras fronteras y corazones abiertos a aquellos que buscan refugio y paz.
Como Presidenta de la Mesa Directiva del Senado mexicano, quiero reafirmar nuestro compromiso con la protección de los derechos de las niñas y los niños; pero especialmente de aquellos que son desplazados por conflictos, por persecución o por pobreza.
La presencia de la pequeña Amal en este recinto, representa no solamente una responsabilidad muy grande en las acciones que habremos de tomar, sino una gran oportunidad para el Pacto Federal, que simboliza el Senado de la República, en nuestra solidaridad con su causa y con nuestra determinación de trabajar desde todos los espacios que en el Senado posible se puedan construir para lograr un mundo justo y generoso con los más inocentes, con los que no tienen un lugar en el mundo.
Que se oiga fuerte y claro:
México ha sido y seguirá siendo un refugio para quienes lo necesitan. Una premisa que es parte de nuestra historia y nuestra cultura; que está profundamente arraigada a los valores, empatía y hospitalidad de la nación mexicana.
México tiene un corazón muy grande. Históricamente, aquí todos caben.
Al dar la bienvenida a la pequeña Amal, reiteramos estos valores y nos comprometemos a ser una voz para los que no tienen nada, ni siquiera patria.
A ser un hogar para quienes han perdido todo, porque les han quitado lo suyo.
Invito a cada una y uno de ustedes, a quienes siguen esta ceremonia a través del Canal del Congreso, a reflexionar sobre el significado de este día que presenciamos aquí todas y todos, en compañía de la pequeña Amal.
En este recinto, donde hoy recibimos el recordatorio constante de nuestro deber para las niñas y los niños refugiados y desplazados del mundo; que su viaje, lleno de desafíos y de esperanza, inspiren nuestras políticas y nuestras acciones.
Pequeña Amal, eres más que bienvenida al Senado de la República Mexicana. Tu visita nos honra y nos motiva a seguir trabajando por un futuro donde todas las niñas y todos los niños puedan vivir en paz, amados, protegidos, alimentados, cobijados y felices.
Gracias por recordarnos la fuerza y el coraje que reside en el espíritu humano, incluso en los más pequeños entre nosotros.
Muchas gracias a todos por su solidaridad y presencia en esta ceremonia tan significativa.
Que esta humanidad que a pasos agigantados acelera su extinción, no se olvide nunca que todos fuimos niños.
No se nos olvide nunca que cada niño puede ser nuestro hijo; que nunca se nos seque el corazón, que no sintamos piedad por los que menos tienen, ni siquiera fuerzas para entender por qué les tocó nacer y vivir el desplazamiento, por decisiones de adultos y de hombres y mujeres que son incapaces de mirar que la infancia es lo más bonito y lo más sagrado que tiene la humanidad.
Muchas gracias, Amal.