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Versión estenográfica del Conversatorio “Experiencias del Exilio: Memoria y Solidaridad de México”, organizado por el Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República. 

 

BEATRIZ SÁNCHEZ, EMBAJADORA EXTRAORDINARIA Y PLENIPOTENCIARIA DE CHILE EN MÉXICO: Hola a todas, a todos. Muchas gracias por acompañarnos hoy día, se ve hermoso este salón lleno. 

 

Muchas gracias al Senado, senadoras, senadores, por acompañarnos en este momento, especialmente quiero agradecer al senador José Miguel Insulza, que viajaron desde Chile. 

 

A la senadora Beatriz Paredes, que permitió además esto, que siempre ha sido amiga de América Latina y de Chile, especialmente; y a todos quienes nos acompañan. Mis compañeros y compañeras del cuerpo diplomático, muchas gracias. Es muy bonito verles acá. 

 

Y lo digo porque esta conmemoración de los 50 años y eso desde Chile quizá no se nota tanto; pero lo he ido notando en este tiempo en México. lo decía ayer, lo conversábamos también con las y los senadores; no es una historia propia de Chile, y a una le cuesta aprender eso. A una, viviendo siempre en Chile, que es un país un poquito isleño, estamos tan lejos, estamos al principio del mundo, me gusta decir a mí, no al final; pero estamos lejos, en definitiva, y muchas veces pensamos que las cosas que nos pasan, nos pasan sólo a nosotros o a nosotras. 

 

Y cuando estamos en otro país y hay una conmemoración como esta, nos damos cuenta de que, nuestra historia también es la historia de América Latina, que lo que nos pasa a nosotros y a nosotras, también le pasa a América Latina y que estos 50 años, esta conmemoración que nos hermana con Uruguay, por ejemplo, porque también cumplen 50 años desde el golpe de Estado; es una historia que lloramos juntos y juntas. 

 

Sólo quiero hacer un saludo pequeño, porque este es un momento de conversación y porque aquí las y los protagonistas son otros, pero quiero poner cifras sobre la mesa de lo que significa un quiebre, un golpe de Estado, lo que pasó en 1973 y porqué significa una fractura que hoy día estamos conmemorando y porqué es necesario hacer memoria siempre, destacar la solidaridad de otros países hermanos, y saber que si no tendemos y abrazamos nuestro pasado, es muy difícil poder escribir nuestro futuro. 

 

Si uno va a los datos oficiales, porque lo comentábamos ayer, estos son los oficiales y sólo para tener una idea de lo que provocó este golpe de Estado de hace 50 años; en personas desaparecidas y ejecutadas políticas hay 3 mil 216 chilenos y chilenas. En personas víctimas de prisión política o tortura, 38 mil 254. Exiliadas oficialmente, 250 mil. Exoneradas políticas, 150 mil.  

 

Nosotros hoy somos un país de 20 millones de habitantes, en ese momento éramos la mitad. Esto que parece pasado, que parece una conmemoración de lo que pasó hace 50 años, para nosotras y nosotros es presentes; para nosotras y nosotros desde hoy, y por eso es bueno conversarlo, reflexionar, hacer memoria y decir: nunca más. 

 

Muchas gracias. 

 

SENADOR HÉCTOR VASCONCELOS, PRESIDENTE DE LA COMISIÓN DE RELACIONES EXTERIORES: Muchísimas gracias. 

 

Amigas y amigos todos: 

 

El golpe de Estado que ocurrió hace exactamente 50 años, yo diría que conmocionó a todas las consciencias progresistas de América. Eran los años más álgidos de la Guerra Fría, cuando los Estados Unidos quitaban y ponían gobiernos por doquier; cuando iniciaron una guerra en el sudeste asiático y además hubo ataques a países como Camboya, Laos, etcétera, en el Lejano Oriente. 

 

Además de imposiciones en el Medio Oriente y en América Latina. Años terribles en los que el presidente Allende logra llegar a la presidencia de la República de Chile y trata de modernizar aquella sociedad, de luchar contra las desigualdades enormes que todos los países latinoamericanos hemos sufrido desde nuestro origen; y el presidente Allende pagó con la vida su esfuerzo por luchar contra la desigualdad, la pobreza. 

 

Y en general, yo diría que nosotros percibíamos desde aquellos días a Chile, como una sociedad altamente conservadora, en donde cuestiones que hoy son, creo yo, universalmente aceptadas, como el divorcio, al menos en Occidente, no existían como un derecho en Chile.  

 

Era una sociedad de verdad conservadora, en donde entre otras cosas, entre otros elementos de aquel mundo chileno pre-Allende, existía una relación que yo llamaría endogámica con la Iglesia católica.  

 

Todo esto, el presidente Allende intentó cambiarlo y tuvo que pagar con la vida aquel esfuerzo. Por eso, el ejemplo del presidente Allende trasciende con mucho las fronteras de Chile y se vuelve una de las figuras torales, creo yo, de la historia de América Latina en el siglo XX. 

 

Quisiera que me permitieran hacer una remembranza personal. Durante los años en que doña Hortensia Bussi de Allende vivió en México, tuve el privilegio de conocerla y tratarla; les podría relatar muchas anécdotas, pero hay una que, ahora con esta invitación a participar en este acto, me ha venido a la memoria con particular viveza. 

 

Fue una reunión, una cena en mi casa, en la que coincidieron doña Tencha, como le llamábamos con mucho afecto a doña Hortensia, y quien yo pienso que es el mayor artista que Chile ha producido, Claudio Arrau.  

 

En una de las últimas visitas de Arrau a México, él me dijo que le gustaría mucho encontrarse con la señora Allende. Y cuando yo le manifesté esto a la señora Allende, ella me dijo que ella también tenía un enorme interés en conversar con el maestro Arrau. 

 

Aquí hay que recordar que Arrau se negó a volver a Chile, aunque él no vivía en Chile, pero había a lo largo de toda su carrera visitado su país natal cada dos, tres años, pero él no volvió a Chile a partir del golpe de Estado que hoy recordamos. 

 

Y no fue hasta 1984 cuando, a invitación de toda una nueva generación, quizá dos nuevas generaciones de músicos chilenos que le insistieron en que visitara nuevamente a Chile, él aceptó volver poniendo una sola condición: que no asistiera a sus conciertos el General Pinochet.  

 

Por cierto, el General rompió ese acuerdo y se presentó sin haber sido invitado por nadie al primer concierto de Arrau en Santiago. 

 

En fin. Recuerdo muy bien esta cena en casa, donde pudieron doña Tencha y el maestro Arrau y Dolores del Río, quien también estaba presente, otra figura icónica de América Latina, conversar ampliamente sobre lo que ocurría en aquel momento en América Latina. 

 

Quise relatarles esto porque para mí es un recuerdo, como digo, muy vivo, de aquella coincidencia que había entre todas las fuerzas progresistas chilenas y latinoamericanas, en el sentido de condenar la dictadura militar chilena y presentar nuestros respetos a la memoria del Presidente Allende. 

 

Es para mí un privilegio que me hayan invitado a esta ceremonia. 

 

Recuerdo como si fuese ayer aquella terrible tarde hace 50 años, en que nos enteramos de lo que había ocurrido en Santiago la mañana de aquel septiembre de 1973. 

 

Muchas gracias.  

 

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SENADOR DE LA REPÚBLICA DE CHILE: Muy buenos días y muchas gracias por este honor de recibirnos en el Senado de México, para esta ocasión en que recordamos algo que en Chile fue una gran tragedia. 

 

Pero también recordamos la solidaridad de México con Chile, que realmente no tiene parangón en ningún otro país del mundo. Esto quiero comenzar diciéndolo, nosotros conocimos mucho la solidaridad, voy a hablar de eso incluso; pero quiero decir que ningún país del mundo nos brindó la solidaridad que nos brindó México, así que agradezco mucho esta oportunidad de recordar lo que ocurrió en Chile; pero también de recordar la solidaridad mexicana con nuestro país. 

 

Ayer, como tuve la oportunidad de decirlo, fue un día especial para mí porque se cumplieron 50 años que salí de Chile; por lo tanto, mi exilio empezó antes del golpe militar, porque asistíamos todos a una conferencia de países no alineados, yo trabajaba en la Cancillería, como se ha dicho aquí, y era asesor directo del canciller Clodomiro Almeida. 

 

Y el presidente Allende era esperado con entusiasmo en la Cumbre de Países no Alineados. La verdad es que eso a última hora, faltando ya cuatro o cinco días, hubo que decir que el presidente no podía asistir porque había una situación grave en mi país y, por lo tanto, lo reemplazó en esta reunión que se inauguró el 8 de septiembre del año 1973, lo reemplazó el canciller Clodomiro Almeida. 

 

Estuvimos ahí entonces y la mayor parte de los oradores, había una cifra récord de jefes de Estado en esa reunión, rindieron homenaje al presidente Allende; lo saludaron y además se solidarizaron fundamentalmente con lo que estaba pasando en Chile. Pero ya era demasiado tarde; camino de vuelta a casa, tuvimos el golpe de Estado, un golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, que cambió la historia de Chile y cambió la historia de muchísimos chilenas y chilenos, de una manera muy terrible, de más de 3 mil que fueron asesinados por la dictadura, hombres y mujeres, jóvenes en su mayoría, pero también de edad que simplemente algunos de ellos, y me acaba de llegar una invitación del presidente Boric, a la inauguración de un nuevo plan de búsqueda de muchos detenidos desaparecidos, que todavía quedan en Chile sin haber sido encontrados y que sus familiares hayan podido encontrar jamás. 

 

Fue una, por lo tanto, nos tocó vivir un exilio bastante largo, en el año 1983 la dictadura empezó a permitir el retorno de algunos de los más de 500 mil chilenos que había en el exterior. La cifra oficial de exiliados es de 250 mil, pero más del doble de esos fueron los que salieron realmente del país; también no solamente por temor a la persecución, sino porque la situación económica de la mayor parte de ellos era muy desesperada y no había empleos sino para aquellos que querían trabajar con el régimen. 

 

La verdad es que el régimen de Pinochet fue un régimen que no tuvo compasión ni consideración, ni siquiera con aquellos partidarios que se salían de alguna manera y hace unos días atrás cuando murió en algún lugar de Ucrania o de Rusia, murió un señor que era un aliado militar, murió en un accidente de aviación; yo recordé la cantidad de accidentes de aviación y de helicóptero que tuvieron algunos generales en Chile durante ese gobierno. Nunca aclarados tampoco, fue un régimen implacable. 

 

Que, sin embargo, y aquí quiero decir, nosotros enfrentamos con bastante fuerza y con una solidaridad internacional inusitada; y en ese sentido, yo creo que la experiencia nuestra del exilio, porque queremos hablar de las experiencias del exilio, fundamentalmente tiene algunas claves que es importante recordar. 

 

En primer lugar, creo que todo el mundo entendió que lo que se había demostrado el 11 de septiembre de 1973 era que había quienes, en este mundo, en ese momento consideraban que ninguna experiencia socialista avanzada, ninguna experiencia de cambio real de las condiciones que la gente vivía, podía ser tolerada. 

 

El gobierno de Allende recibió desde el principio el antagonismo de los clanes económicos y también de quienes dominaban el sistema internacional.  

 

Muchos de nosotros que trabajábamos en las relaciones exteriores, hicimos grandes esfuerzos por cambiar esa idea, decir “yo tengo un gobierno democrático”, afirmar permanentemente la democracia en Chile. Pero el rechazo de esos sectores estaba ya dado y a la vista están los informes que desde la Comisión y muchos otros documentos posteriores, algunos clasificados recién, demuestran cómo el gobierno del presidente Allende recibió el mayor antagonismo. 

 

La razón es muy simple, todavía decir incluso la cifra de hoy, hoy las exportaciones de cobre, Chile es un gran exportador y el 49 por ciento o sea la mitad de sus exportaciones, son de cobre. En esa época era más de dos tercios, las minas de cobre eran, por lo tanto, absolutamente fundamentales para el país y eran de propiedad extranjera; y el presidente Allende nacionalizó el cobre chileno. 

 

No sólo nacionalizó, sino que incluso tuvo el honor, será recordado siempre porque el Congreso chileno, centro, izquierda y derecha, votó unánimemente la nacionalización del cobre. Pero el cobre chileno era algo de lo cual, los grandes clanes económicos internacionales no podían prescindir y, por lo tanto, le declararon la guerra (inaudible). Ese es un primer recuerdo de ese gobierno. 

 

Enseguida, como se ha recordado acá, Chile era un país conservador muy tradicional, una oligarquía que era propietaria de enormes extensiones de terreno y el gobierno del presidente Allende concluyó la reforma agraria que ya se había iniciado antes, creando un sistema que, incluso habiendo sido privatizado después, todavía no permitió en Chile el nivel de latifundio que teníamos entonces. 

 

Y, naturalmente, los propietarios de la tierra y los propietarios de la riqueza en Chile no podían aceptar una cosa semejante. 

 

Se resistió, claro; pero la lucha fue realmente desigual, difícil, con crisis económicas, con alzas de precios, con todo tipo de boicot, que finalmente derivó en una división dentro del país y en sectores políticos medios que decidieron apoyar la posibilidad de un cambio violento, con la esperanza de retomar ellos el poder. 

 

Pero el golpe militar chileno fue mucho peor que lo que cualquiera de nosotros imaginara. Fue realmente de una violencia que no estaba en nuestros planes.  

 

Yo recuerdo, cuando estaba yo camino a mi casa, estábamos en el país listos para tomar el avión a Santiago; nadie de los que estaba allí podía creer lo que estaba ocurriendo.  

 

Nadie podía creerlo, pero, al mismo tiempo, sentía que esto tenía que ser recordado en el mundo entero; esto y el sacrificio del presidente Allende, que fue nuestra bandera, fue desde entonces nuestra bandera. 

 

El gran ejemplo ciertamente entonces es que, si existe imperialismo, violencia, odio, también existe la solidaridad.  

 

Nosotros aprendimos la palabra solidaridad y aprendimos también la palabra derechos humanos. 

 

Fíjense ustedes, como se ha dicho allí, era mi biografía de joven, yo era presidente de la Unión de Federaciones Universitarias de Chile y tenía una sección de derechos humanos, y la primera cosa que quise es preguntar, cuando asumí el cargo, fue preguntar qué hacía esa sección, porque era un tema del cual casi no se hablaba en un país que tenía democracia. 

 

Y, sin embargo, yo creo que la causa de Chile, la principal experiencia que podemos sacar es la importancia que a partir de entonces se dio al gran tema de los derechos humanos. 

 

Nosotros siempre lo hemos pensado así, por eso es que nos preocupa tanto los recientes incidentes.  

 

En mi país hace cuatro años atrás ocurrieron violaciones de los derechos humanos, porque considerábamos que nuestro país no tenía derechos, no podía permitirse que en él se cometieran nuevamente violaciones de derechos humanos, como los que se cometieron en el año 73. 

 

He puesto varias veces un ejemplo. El presidente Carter fue elegido en el año 76 en Estados Unidos y habló también con mucha fuerza del tema de los derechos humanos. 

 

Preguntaba un líder europeo el día de la elección si él creía que el Gobierno del presidente Carter iba a ser, o que Carter iba a ser genuinamente un defensor de los derechos humanos. El Primer Ministro de Italia, el presidente del Gobierno italiano dijo: Eso dependerá o nosotros sabremos eso, según como trate a la Junta Militar Chilena.  

 

Por eso es que nosotros estamos de alguna manera tan atados a este concepto, al concepto de solidaridad y al tema de los derechos humanos. 

 

Y la otra experiencia que yo quiero recordar aquí, que es muy importante, es que la experiencia de Chile no fue solamente Chile, fue América Latina.  

 

El gobierno del Presidente Allende fue derrocado en medio del surgimiento de un conjunto entre América Latina de dictaduras de seguridad nacional.  

 

Todas ellas pueden, claro, han tenido un origen especial, un origen propio, etcétera; pero qué raro es que pocos meses antes de Chile, que ayer Uruguay y que antes hubiera caído Brasil, y que después hubiera dictaduras en Bolivia y tantos otros países. 

 

Fue el periodo de regímenes de seguridad nacional que aspiraban a cambiar las sociedades latinoamericanas, creando sociedades autoritarias.  

 

Argentina, por cierto, Argentina que tiene desgraciadamente más muertos que Chile, y la verdad es que eso duró más de una década. Si uno agrega el golpe militar en Brasil, sería bastante más de una década, que fue el primero de todos. 

 

Por lo tanto, esta idea de que cada país latinoamericano es muy distinto del otro, por alguna razón la mayor parte de todos ellos cayeron al mismo tiempo en las dictaduras de seguridad nacional y la mayor parte de ellos terminaron con las dictaduras de seguridad nacional en los mismos años, que fueron los años en los que nosotros recuperamos la democracia.  

 

Pero no recuperamos la democracia sólo nosotros; recuperamos la democracia por la solidaridad de muchos y porque en el mundo estaban pasando cosas importantes.  

 

Fueron los años probablemente de mayor esperanza en el mundo, de que podía renacer una sociedad más igualitaria.  

 

Cuando llegaba Mandela en Sudáfrica; cuando se suscribían los acuerdos de Oslo; cuando caía el Muro de Berlín. 

 

La verdad es que es importante recordar estos juicios porque en la experiencia chilena no es una experiencia sola; es una experiencia extrema que nos enseña que cuando decimos, cuando se dijo acá nunca más. 

 

Yo recuerdo siempre a un amigo mío, ustedes saben, yo fui exiliado en Italia por siete años; antes de venir a México, estuve siete años en Italia, y un amigo mío me contaba, mi querido amigo Luis Guastavino, dirigente de izquierda chilena, que falleció ya, había él hecho un gran esfuerzo por aprender italiano, entonces decía sus discursos en español y en italiano, y decía: El problema es que cuando los miro y les digo al final (inaudible), me miran como diciendo magari; ojalá, ojalá. 

 

Yo digo lo mismo: Ojalá. Ojalá nunca se vuelva a repetir lo que nosotros vivimos en Chile. 

 

Ojalá no se vivan momentos similares por tanta gente de nuestro pueblo que tanto ha sufrido. 

 

En Chile enfrentamos una situación compleja. Hay quienes quieren volver a levantar el fantasma del fascismo; nosotros creemos que van a ser derrotados. Lo digo sinceramente. 

 

No creemos que haya todavía la posibilidad de una vuelta atrás, pero, en la medida en que todas las fuerzas democráticas de este mundo sean capaces de rechazarlo, podremos no decir ojalá, sino que, efectivamente, nunca más. 

 

Muchas gracias. 

 

ISABEL ALLENDE BUSSI, SENADORA DE LA REPÚBLICA DE CHILE: Muchísimas gracias. 

 

La verdad es que no puedo, sino decirles que es con mucha emoción que puedo estar presente aquí porque, primero, estamos en el Senado, institución como son los Parlamentos y debieran ser siempre así, democráticos, transversales, plurales, con miembros elegidos democráticamente.  

 

Y por cierto que hemos tenido la noticia, porque la verdad es que yo no sabía que ya lo tenían a nivel regulado, digamos, legal, con paridad. Así es que felicitaciones a México por esa paridad, por cierto. 

 

Pero, además, por cierto, que la emoción también se produce cuando recordamos que hace 51 años mi padre fue recibido aquí, en el Senado, y afirmando esos lazos antiguos, fuertes, importantes de amistad y de hermandad que unía al pueblo de Chile y de México, y que luchaban ambos por la justicia social.  

 

Y, por cierto, para defender la libre determinación de los pueblos, presente en ese momento tanto en México como en Chile. Además, esa lucha por recobrar nuestras riquezas; para él, las cartas que logró recibir del general Lázaro Cárdenas, eran motivo de orgullo y le gustaba darlas a conocer a nuestro pueblo en sus múltiples campañas; y consideraba que había ese paralelo, mientras México recuperaba su petróleo y anteriormente la primera revolución agraria tan importante, lo que significó para nuestro Continente en Chile, como también lo recordó muy bien el senador Insulza en el año 1961, recuperamos nuestro cobre; la nacionalización del cobre, por unanimidad en nuestro Congreso nacional. 

 

Pero no sólo aquello, también hablaba desde este Senado, además de esos lazos de amistad y de paralelos; también hablaba cómo ambos países habían sufrido sabotajes, cómo habían sufrido las intervenciones de empresas trasnacionales que defendían sus intereses y cómo tenía que unirnos, nuestros pueblos que anhelaban esa justicia social, pueblos que evidentemente no tenían acceso ni a la educación ni a la cultura ni a la recreación ni a la salud ni a los derechos más fundamentales garantizados; que es una de las luchas que sigue pendiente, porque esa justicia social todavía tiene que llegar a nuestro Continente, a nuestra región, la más desigual del mundo. 

 

Y, en este Senado recibieron con mucho cariño a Salvador Allende y yo quiero decirles que en estos 50 años es muy importante, claro, la dignidad de un presidente que prefiere su sacrificio, pero nunca rendirse y demostrar que ese es con dignidad, la moneda era el (inaudible) presidente. 

 

Pero quiero recordar que Salvador Allende fue dirigente estudiantil secundario, fue presidente del Centro de Alumnos de Medicina. Fue vicepresidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. Estudió Medicina y fue relegado dos veces, en un periodo de la dictadura del general Ibáñez. También, cuatro veces fue elegido senador de la República, diputado, fundador del Partido Socialista, finalmente cuatro veces candidato a la Presidencia de la República. 

 

¿Qué quiero decir con esto? 

 

Que era un hombre que recorrió el país incansablemente, que era un hombre que caminó su país de extremo a extremo y que siempre, toda su vida la hizo a través de la institucionalidad democrática, de las elecciones libres, del recorrer incansablemente, enseñándonos que era posible un sueño, un sueño muy importante; porque en nuestro país y en nuestros países, pero en Chile la desigualdad es muy grande y era muy grande. 

 

Y, por lo tanto, nos enseñó a soñar que era posible otro camino, como recordaba muy bien el senador Vasconcelos, en el medio de la Guerra Fría, de un mundo polarizado, en medio incluso del triunfo de la revolución cubana, donde muchos veían como el camino y la opción que era la lucha armada y poder lograr el poder, para Salvador Allende el camino era otro.  

 

El camino tenía que ser profundo en transformaciones sociales, pero siempre en democracia, pluralismo y libertad. Cambio e institucionalidad democrática; ese era su proyecto, ese era su mirada, ese era el sueño al que nos invitaba en esas profundas transformaciones sociales; por cierto, era la recuperación del cobre y otros, esenciales para Chile. 

 

Pero también era la profundización de la reforma agraria, también era la nacionalización de la banca del crédito, pero también fue abrir la cultura a un nivel que nunca se había conocido en Chile. Y yo creo que esas ediciones masivas de libros que se vendían de manera muy, muy económica, es algo que nunca podremos olvidar. 

 

La proliferación de los grupos musicales, la expresión de los murales, la alegría que circuló en ese primer año; es algo que guardamos en nuestra memoria y es importante. 

 

Pero quería recordar a ese Salvador Allende, porque parece que la gente quiere olvidar a ese luchador social, pero sobre todo un pedagogo que recorría el país buscando esa justicia social tan necesaria. 

 

Bueno, evidentemente que un proyecto de esas características fue inspirador para muchos otros países también. Pero, por cierto, en ese mundo polarizado era algo inadmisible en esa política de la Guerra Fría para Estados Unidos. Y quiero decir que la intervención norteamericana comenzó desde mucho antes que él llegar a la Presidencia de la República. 

 

La intervención norteamericana comenzó desde mucho antes, financiando opositores a sus campañas, financiando a otros partidos, financiando a los gremios que estuvieron en huelga, financiando ese paro de los camioneros, llegando a extremos incluso de apoyar a un grupo extremista que llegó a asesinar a quien era en ese momento el comandante en jefe del Ejército, porque él sentía como general constitucionalista, que había que respetar, que en la elección presidencial de 1970 Salvador Allende había sacado la primera mayoría, no la mayoría absoluta, pero la primera mayoría. 

 

Y, por lo tanto, era la tradición de Chile que el Congreso ratificara a quien había sacado la primera mayoría. Llegaron incluso a asesinar y posteriormente, ya durante el gobierno, aquí también se ha mencionado, el bloqueo, el sabotaje, el negar los repuestos que eran fundamentales para continuar con nuestra industria del cobre; cómo bloqueaban la venta del cobre nuestro y no querían que otros países nos embargaran, y así sucesivamente. 

 

Es decir, todos conocemos las palabras de Nixon, que dijo “hay que estrangular la economía chilena”. Y creo que eso fue un reflejo entonces, de las muchas dificultades que tuvimos, y que es bueno recordar; porque aquí estamos hablando también de memoria. 

 

Es bueno recordar, porque ha sido una lucha incansable de nuestros pueblos, poder recuperar nuestras riquezas pensando en el bienestar en su conjunto. Y porque creo que es bueno recordar que en esos años se permitía o se hacía con bastante descaro, debo decir, las intervenciones en nuestros países y promocionaron tantos dictadores, dictaduras, como se ha recordado a tantos países de América Latina que les afectó.  

 

Hoy en día creo que vivimos otros momentos y yo me alegro mucho de que hoy en día haya un compromiso incluso de clasificar los documentos más reservados de Estados Unidos, que nos narran de esa intervención, porque son lecciones que tenemos que aprender. 

 

Pero también decimos que tenemos que hacer memoria, porque no podemos olvidar la brutalidad que significó ese golpe, esa dictadura civil-militar; esa complicidad de aquellos civiles que la impulsaron y que la gestionaron y que provocaron para que los militares actuaran. 

 

Queremos recordar a esas tantas víctimas, a aquellos que hoy en día no están con nosotros, aquellos incluso que todavía no ha sido posible saber incluso dónde están sus restos. 

 

Y nuestro homenaje, por supuesto, no sólo a las víctimas, a sus familiares que por años han tenido que luchar por la verdad, por la justicia.  

 

Esperamos seguir avanzando en esa verdad, justicia, reparación y, por cierto, lo que hablamos del nunca más.  

 

Y yo creo que la solidaridad internacional que nace a partir de la inspiración de un modelo diferente en esos años que promovía Salvador Allende, pero que también nace de la dignidad de un Presidente que muestra justamente aquello de que el lugar de los presidentes era el Palacio de la Moneda, que fue bombardeado como una demostración más de hasta qué punto fue la brutalidad de ese golpe. 

 

Pero esa solidaridad internacional que nosotros post golpe comenzamos viajando por el mundo para darnos cuenta de que se volvía un referente universal y que en muchas partes y en muchos países era reconocido y hasta el día de hoy lo acompañan las calles, las avenidas, las plazas, los homenajes.  

 

Por cierto, no me emociona, pero, hablando de solidaridad internacional, por supuesto que ninguno de nosotros de los que estamos aquí, senador Insulza, la que habla, pero yo sé que hay otros y otras más, por supuesto, olvidaremos nunca jamás la solidaridad de México. 

 

Quiero decir que la especial preocupación del entonces presidente Luis Echeverría y su esposa María Esther Zuno, por que México ayudara a la familia Allende que, efectivamente, ese inolvidable embajador Gonzalo Martínez Corbalá y, aprovecho para saludar a su hijo presente, a Gonzalo Martínez. 

 

Nunca olvidaremos al embajador de México, quien nos abrió las puertas de la Embajada, del consulado a más de esas 800 personas que llegaban a refugiarse; con incluso peligro a su vida, con amenazas a su vida y a sus hijos; quien no quiso dejar Chile, como le propuso hasta el propio presidente frente a esa amenaza, y prefirió quedarse para ayudar a Chile.  

 

Creo que nunca olvidaremos a aquellos. 

 

Y así partió este exilio nuestro, que en ese momento nunca pensaba que iba a durar 17 años. 

 

Pero tengo que reconocer que México nos abrió las puertas. México nos recibió con esa calidez, con esa amabilidad, con esa fraternidad que siempre ha caracterizado al pueblo mexicano. 

 

Aquí está presente mi hija Marcia, sumando dos periodos vivió más de 30 años en México.  

 

Tenemos sobrinos nacidos en México y nuestros corazones quedaron México-Chile, Chile-México.  

 

Ya no decimos la segunda patria. La otra patria es México. 

 

Cómo no recordar al entonces canciller Emilio Barraza, que logró el salvoconducto y sacar a los últimos 72 asilados que estaban en la Embajada; y que, después de ese gesto, es cuando México rompe las relaciones. 

 

El único país de nuestra Europa Occidental, no del mundo, mal llamado, en mi juicio, Mundo Socialista, bueno, es el único país que rompe las relaciones diplomáticas con Chile y que sólo las viene a reanudar cuando tomamos y regresamos con la democracia con nuestro primer presidente democrático Patricio Aylwin.  

 

Así que, una vez más, México a la cabeza de su tradición, de su costumbre, de su capacidad de recibir; no sólo, por cierto, a los chilenos, a los latinoamericanos y a quienes evidentemente necesitan encontrar un refugio y una segunda oportunidad, como le hicieron después de la Guerra Civil Española, con tantos españoles que llegaron acá; y tantos chilenos que se integraron y tantos chilenos que también contribuyeron. 

 

Y recordar brevemente, gracias al apoyo de México, la Casa de Chile que significó el reencuentro entre nosotros los chilenos. 

 

Pero no sólo los chilenos, los latinoamericanos; podíamos empaparnos no sólo para educar a los niños de nuestra propia historia sino también para ser activos en la resistencia, en la recuperación de la democracia, en poder generar actividades, respondiendo a esa generosa solidaridad y poder sentirnos parte de esa recuperación democrática que no fue fácil, que nos costó, pero que finalmente se logra y caminamos desde 1990.  

 

Y, por cierto, hoy día no sólo tenemos que hablar de memoria y solidaridad. Nosotros aprendimos también y, en ese sentido, se reforzó el mensaje del presidente Allende. Que la democracia, bajo ninguna circunstancia, nada puede justificar su quiebre; nada puede justificar su quiebre. 

 

Y, por lo tanto, también aprendimos que democracia y el respeto inclaudicable de los derechos humanos y las profundas transformaciones con mayorías y con libertad. 

 

Y creo que también esa lección, así como en la búsqueda de la justicia social, nos debe acompañar siempre. 

 

Hoy, tenemos que proteger más que nunca la democracia, e incluso la tenemos que proteger de aquellas generaciones jóvenes que a lo mejor al haber nacido en democracia y no haber sabido lo que significa una dictadura, quizás no la valoran lo suficiente. 

 

Y tenemos que entender, que, en democracia, la tolerancia y el respeto a la diversidad y el respeto a los otros es esencial; es esencial y necesitamos lograr esos grandes acuerdos si queremos avanzar. 

 

Y ese es hoy día nuestro desafío, no sólo para Chile, no sólo para América Latina: para el mundo, frente a surgimientos de autoritarismo, de populismo y frente a otros peligros que vienen amenazando a nuestra democracia. 

 

Aprendamos a valorarla, a cuidarla y a proyectarla. Yo creo que son de las grandes lecciones. 

 

Para terminar y ser super puntual, no quiero dejar de expresar algo, que lo encuentro muy bello y quizás resume de mejor palabra.  

 

Siempre agradecer a México su cariño, su solidaridad; pero quisiera brevemente, quizás con mucho mejores palabras, un poema entrañable de Mario Benedetti, que nos dice: 

 

“Para matar al Hombre de la Paz, para golpear su frente limpia de pesadillas, tuvieron que convertirse en pesadilla.  

 

Para vencer al Hombre de la Paz, tuvieron que congregar todos los odios y además los aviones y los tanques. 

 

Para abatir al Hombre de la Paz, tuvieron que bombardearlo, hacer llama, porque el Hombre de la Paz era una fortaleza. 

 

Para vencer al Hombre de la Paz, tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte; matar y matar más, para seguir matando y condenarse a la blindada soledad. 

 

Para matar al hombre que era un pueblo, tuvieron que quedarse sin pueblo, sin el pueblo”. 

 

Muchas gracias. 

 

SENADORA BEATRIZ PAREDES, PRESIDENTA DE LA COMISIÓN DE RELACIONES EXTERIORES PARA AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: Muchas gracias. 

 

Quiero, en primer término, agradecer a la excelentísima embajadora Beatriz Sánchez, mi tocaya, por la feliz iniciativa de invitar al Senado de la República, a través de la Comisión que presido, para que pudiéramos organizar este espléndido evento, en el que tendríamos el privilegio los legisladores de América Latina y el Caribe del Senado, y los integrantes de otras comisiones, de recibir en el recinto de nuestra casa histórica, de nuestra tradicional Casona de Xicoténcatl, a dos figuras de la historia contemporánea de Chile: a la senadora Isabel Allende Bussi y al senador José Miguel Insulza. 

 

Ya escucharon ustedes, en brillantes expresiones, la calidad de las dos personalidades que genuinos representantes del pueblo de Chile, nos han distinguido el día de hoy con su participación y con su presencia. 

 

Muchas gracias, señora embajadora, por esa importante decisión y convocatoria. 

 

Distinguida vicepresidenta de la Honorable Cámara de Diputados, diputada Noemí Luna Ayala, gracias por presidir este evento con nosotros. 

 

Señor senador Héctor Vasconcelos, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Senadores. 

 

Compañeras y compañeros senadores, integrantes de la Comisión de América Latina y el Caribe. Particularmente, senador César Cravioto Romero, secretario de la misma. 

 

Estimados diputados y diputadas que nos honran con su presencia, integrantes de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara y del grupo de amistad con Chile. Muchas gracias por estar entre nosotros. 

 

Honorables miembros del cuerpo diplomático. 

 

Distinguidos integrantes del Instituto Gilberto Bosques. Amigo de la familia, hijo del querido embajador Gonzalo Martínez Corbalá. 

 

Dos ordenamientos en el marco jurídico internacional sustentan el otorgamiento de asilo. La Convención sobre Asilo de La Habana, de 1928; y la Convención sobre Asilo Diplomático de Caracas, de 1954; la legislación mexicana reconoce el derecho en su Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político, de 2011. 

 

La tradición de asilo en México comenzó en 1853, cuando firmó con Colombia un Tratado de no Extradición por delitos políticos.  

 

El Estado mexicano puede otorgar asilo político al extranjero que encuentre en peligro su vida, su libertad o seguridad, por ideas o actividades políticas directamente relacionadas con su perfil público y carezca de la protección de su país. El principal objetivo es garantizar el derecho a la vida y seguridad de la persona. 

 

El ejercicio de este derecho va acorde con los principios de política exterior, especialmente la protección de los derechos humanos. No es un acto de aprobación o desaprobación explícito de ningún gobierno extranjero, afirma la estudiosa Natalia Saltalamacchia. Pero evidentemente, al proteger los derechos humanos de manera implícita, es un rechazo categórico a las dictaduras. 

 

La historia de México se enaltece por la aplicación del derecho de asilo. En febrero de 1875, el político y poeta cubano José Martí llegó a México, donde pasó dos años. Víctor Raúl Haya de la Torre, político peruano, fue encarcelado al oponerse a la dictadura de Augusto Leguía; tras una huelga de hambre pudo salir de prisión y se exilió en México entre 1923 y 1930, aquí fundó el Apra. 

 

En junio de 1939, el entonces presidente Lázaro Cárdenas recibió a miles de españoles exiliados por la Guerra Civil de 1936, que apoyaban a la República, frente a la dictadura de Francisco Franco. 

 

De acuerdo con el historiador Pietro Rinaldo Fanesi, entre las décadas del 30 y del 40, México fue uno de los países que acogió el mayor número de refugiados de Europa, que alcanzaría alrededor de 25 mil personas. 

 

En la segunda mitad del siglo XX, también se recibieron gran cantidad de refugiados, específicamente en la década de los 70’s cuando refirió el senador Insulza, de esta estrategia en el Cono Sur de los gobiernos bajo el pretexto de seguridad nacional, y centenares de refugiados desde Argentina, Brasil y Uruguay y desde luego Chile; y en la década de los 80’s de nuestros compañeros de Centroamérica, particularmente salvadoreños y guatemaltecos. 

 

No podemos olvidar que estuvo aquí también León Trotski. 

 

Sin embargo, de todos estos exilios significativos, el día de hoy nos convoca referirnos específicamente de nuestros hermanos, de nuestros amigos, de los compatriotas de la Patria grande de Chile. 

 

El otorgamiento de asilo mexicano en el cono sur comenzó en Chile con el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. 

 

Otras muchas embajadas procedieron de la misma forma, ninguna tan significativa para nosotros, como la Embajada de México en Chile. 

 

En Santiago, la Embajada de México recibió en pocas horas a decenas de solicitantes de asilo. 

 

Ello fue acompañado de la decidida actitud, como ya relató aquí la senadora Isabel Allende, del embajador Martínez Corbalá, que no sólo dio protección de inmediato, sino que arriesgó su vida yendo a buscar a quienes estaban solicitando asilo. 

 

Relata, precisamente la senadora Isabel Allende, cómo ella llegó a la embajada y llamó por teléfono y el embajador Martínez Corbalá, sin esperar a que le diera su nombre, la identificó y salió personalmente por ella en su vehículo. 

 

Y que, en su vehículo, que describe en este relato, era un vehículo mayor a los que comúnmente se usaba, fue a recogerla personalmente y llevando ya el salvoconducto, exponiendo de manera individual y sin ninguna protección adicional su vida para trasladarlos a la embajada. 

 

Esto llena de orgullo al Servicio Exterior Mexicano. 

 

El día de hoy hemos escuchado en sendas intervenciones, reflexiones muy profundas de la solidaridad de México con los demócratas, los progresistas y los seres humanos que en Chile recibieron, sólo por el hecho de ejercer su libertad política, la más cruel actitud de violación de sus derechos humanos. 

 

Pero el senador Insulza hizo una recomendación que es esencial no ignorar. Él dijo: “No nos esperábamos esas características de la dictadura militar. Las garras sangrientas del ogro, nunca se puede imaginar”.  

 

Los niveles a los que puede llegar la crueldad humana no son reconocibles previamente. A veces al ver cómo se degrada nuestra especie, nos avergonzamos de que los seres humanos podamos llegar a esos extremos. 

 

Por eso es esencial cuando hay atisbos de autoritarismo levantar la voz; por eso es fundamental que no haya distorsiones cuando hay procesos progresistas; por eso es fundamental que no permitamos que poco a poco se aflojen las alertas de los procesos revolucionarios. 

 

Revolución, democracia y respeto a los derechos humanos, tienen que ir de la mano; tienen que ir de la mano, para que luego las distorsiones no nos lleven a arrepentirnos de nuestro silencio histórico. 

 

El mutismo en materia de derechos humanos nos lo cobra muy caro la historia. 

 

El día de hoy, estimada Isabel, quiero recordar que tuve el privilegio de recibir en esta casa, como presidenta del Senado, a doña Hortensia Bussi de Allende.  

 

Y quiero repetir lo que tuve oportunidad de decirle a tu señora madre en el recinto de acá arriba, en el Senado: 

 

A nombre del Senado de la República, destacamos la presencia de la señora Hortensia Bussi de Allende; de la señora Carmen Paz Allende Bussi; de Lucho Maira, que era nuestro embajador y todavía estaba con vida el ingeniero Martínez Corbalá, quien fuese Embajador de México en Chile. 

 

“Como mujer, como latinoamericana y como persona comprometida con las causas democráticas, considero un privilegio la feliz coincidencia de presidir el Senado de la República, cuando en este histórico Recinto recibimos la presencia de una personalidad política y de una mujer de excepción; que en su persona simboliza los valores de consistencia, de integridad, de pasión por las reivindicaciones de su pueblo y de autoridad moral”. 

 

Qué bueno, Isabel, que en tu persona simbolices esos mismos valores. 

 

Muchas gracias por estar aquí. 

 

¡Viva Chile! 

 

¡Viva México!