Versión estenográfica del Conversatorio “¿Qué significa Ucrania para Rusia?”, impartido por el doctor Jean Meyer, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas, y bienvenida de Senador Ricardo Monreal Ávila, presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República.
SENADOR RICARDO MONREAL: Muy buenos días a todas y todos los asistentes a distancia a esta conversación, sobre el tema: “¿Qué significa Ucrania para Rusia?”.
Saludo con mucho gusto, y agradezco su apoyo al doctor Jean Meyer, a quien reconozco y a quien le tengo admiración. Profesor e investigador del Centro de Investigación y Docencia Económica.
Saludo a mis compañeros y compañeras senadoras que participan en este importante Conversatorio:
A la senadora Beatriz Paredes, a Lucía Trasviña, a Gustavo Madero, a la senadora Gabriela Benavides, entre otros, y algunos más que se conectarán. Saludo, igualmente, a sus equipos de trabajo.
En esta segunda plática, sobre la situación en Ucrania, el doctor Jean Meyer, estudioso de Rusia y la Unión Soviética, nos ofrece su perspectiva sobre este conflicto, con una vista al pasado, a la historia, para comprender qué está pasando hoy en esta región del mundo.
Los días transcurren sin que las tensiones decrezcan y en el horizonte no se ven señales de cómo podría alcanzarse la paz en el conflicto que involucra hasta ahora, de manera directa, a la federación de Rusia y Ucrania.
Como sucede siempre en estos temas, se sabe cuándo inician, pero no cuándo y cómo terminan.
Los esfuerzos de diálogo entre las partes, si bien han alcanzado algún logro en beneficio de la población desplazada de Ucrania y sus derechos humanos, aún mantienen a ambas partes alejadas del sendero por el cual pudiera vislumbrarse el inicio del fin de la guerra.
Mientras tanto, el número de víctimas se incrementa. Se habla de flujo más rápido de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial, y los efectos perversos de la invasión empiezan a reflejarse cada vez más en la población afectada directamente y en la del mundo, donde el impacto se resiente en las economías, por el estrechamiento de los mercados, la inflación y las limitaciones en el acceso a bienes fundamentales, entre otras afectaciones.
La Comunidad Internacional tiene que seguir convocando, invariablemente, a la solución pacífica del conflicto, a la solución diplomática, a la proscripción del uso de las armas.
México no debe ser ajeno a este objetivo, y el Senado de la República, como corresponsable de la política exterior, con base en las facultades exclusivas que le confiere la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, tienen un papel qué cumplir.
Resulta indispensable conocer los cómos y los porqués de lo que acontece en esa región del mundo, a través de la visión y el apoyo de expertos, que nos ayuden a tener un panorama sobre la realidad y las fuerzas que la gobiernan, así como de los escenarios previsibles en el futuro.
La plática de hoy, nos ayudará a entender cómo llegamos aquí. Cuáles son las voces de los actores principales del conflicto. Lo que está detrás de la actuación del Presidente ruso, Vladímir Putin, así como del acercamiento de Ucrania a Occidente y a la OTAN.
Entender la historia y conocer las causas del conflicto, pueden darnos pauta para visualizar posibles factores de distensión, comprendiendo el pasado para imaginar un mejor futuro.
La crisis parece lejana en geografía, pero es cercana a la Comunidad Internacional por sus consecuencias económicas, sociales y políticas.
La posición del Gobierno, basada en los principios constitucionales es clara: Respetar a la integridad territorial, solución pacífica de las controversias y condena a la invasión rusa. También, es certera la necesidad de profundizar el diálogo y contribuir a asentar un camino que pueda distender el conflicto.
Sin más, iniciemos este Conversatorio, esta conversación.
Muchas gracias, maestro Jean Meyer. Bienvenido al Senado por esta vía virtual.
DOCTOR JEAN MEYER: Muchas gracias. Saludos a todos y a todas.
Hace años que no me encontraba a doña Beatriz, me da mucho gusto verla.
En la Roma antigua, los senadores tenían el hermoso título de padres de la patria. El acrónimo famoso SPQR, Senatus Populusque Romanus, perduró hasta el final.
Para mí, natal de Francia y mexicano por adopción, y por elección, es un honor muy grande recibir una invitación del Senado. Y por cierto, agradezco a la Comisión Permanente que nos recibió, en otras dos ocasiones, por motivos muy diferentes, pero hace poco.
Espero no decepcionar a las madres y a los padres de la patria, por más que varios de ustedes vayan a discrepar de mis opiniones, es perfectamente normal. Dudar de mis informaciones, espero que eso no, a la ahora trágica guerra, que ya tiene 15 días.
Una guerra en Europa, una Europa que, acuérdense, según el general De Gaulle, Europa iba del Atlántico a los Urales.
Hace mucho que Winston Churchill a la hora de Stalin y de la Segunda Guerra Mundial, dijo que Rusia; por cierto él no decía la Unión Soviética, decía Rusia, igual que el General De Gaulle. Decía: “Rusia es un acertijo envuelto en un misterio, dentro de un enigma”.
Opino, a diferencia de muchos, que el presidente Vladimir Putin no es tan misterioso ni tan enigmático.
Ustedes me preguntaron, me dieron como tema qué significa Ucrania para Rusia. En realidad, sería más correcto decir ¿qué significa Ucrania para Putin y la gente de su generación? Que es la última generación de la Unión Soviética, la gente que tiene 70 años hoy en día. Porque para los jóvenes rusos, la significación de Ucrania es radicalmente diferente: ellos aceptan que Ucrania sea una nación independiente, no comparten una mitología histórica, muy importante, que explica la conducta del presidente Putin.
En una palara, el presidente Putin tiene la nostalgia del imperio. No la nostalgia de la URSS como marxista, leninista, Putin no lo es para nada; pero Putin ve y cree querer restablecer la continuidad imperial; por eso mi libro, que en una segunda edición va hasta 2007, mi libro se llama “Rusia y sus Imperios”. El imperio de los zares Románov, el imperio soviético y ahora el intento o el deseo, el deseo activo del presidente Putin de restablecer ese imperio, que considera que es indispensable para la grandeza de su nación.
Digamos, todos somos patriotas, no forzosamente nacionalistas, y podemos entender los sentimientos y las pasiones del presidente Putin. Pero hay que saber y me perdonarán, voy a hablar a Ucrania antes de volver, concretamente, al presidente Putin.
Pero hay que saber que hace tres décadas que el discurso hegemónico, imperial soviético, se disgregó en 15 relatos independientes. Un relato histórico para cada República que conformaba la Unión Soviética; y son 15 discursos nacionalistas, empezando por el de Rusia, y cada uno es legítimo; mientras no se transforma en imperialista.
Ucrania emergió entonces, como un país de nuevo cuño después de tres siglos como colonia, bajo la influencia de la fuerza enorme, de la atracción centrípeta de Moscú, que lo absorbía todo, para bien y para mal.
Muchas cosas que creemos rusas, en realidad son ucranianas. Rusia, desde digamos, las recetas de cocina, el famoso borsch, es ucraniano; y el folklore cosaco, es ucraniano.
Y Ucrania tenía su iglesia ortodoxa, que fue a lo largo de los siglos, despojada de su independencia, integrada al patriarcado de Moscú. La lengua ucraniana fue prohibida, tanto por los emperadores como en algunas épocas de la Unión Soviética, pero se conservó en la parte de Ucrania, que fue soviética solamente a partir de 1945, las provincias occidentales, más conocidas como Galitzia; por cierto, la familia de Sigmund Freud viene de Galitzia; estuvo en el imperio austriaco, luego astrohúngaro y de 1919 a 1939, fue integrada a Polonia, cuando Polonia resucitó al final de la Primera Guerra Mundial.
Ya nada más con eso ven ustedes qué complicada es la historia de esas hermosas, hermosas regiones.
Por el problema lingüístico, el gran Nicolás Gogol, en ucraniano: Nikolái Gógol, escribió en ruso y es un clásico de la literatura rusa, pero al mismo tiempo, recuérdense, es el autor de “Taras Bulba”, ¿y qué es Taras Bulba?, es un jefe cosaco ucraniano. Y, todo el folklore ucraniano y el campesino ucraniano está en su hermosísima literatura.
Entonces, a lo largo de los años, de los casi tres siglos del imperio, hubo un mestizaje. Sé que la palabra hoy en día cae mal, pero bueno, me perdonarán, a mí me educaron, me explicaron México es mestizo. Bueno, cambiaremos de palabra, pero de hecho sí es eso, es un crisol.
Y, hubo un mestizaje biológico, digamos, rusos y ucranianos hasta la fecha, tienen lazos familiares muy, muy importantes. Una mezcla de sangres: rusos en Ucrania, ucranianos en Rusia; a la buena y la mala circulación tranquila de gente que busca vivir mejor o que sigue una novia, que encontró la Universidad. Pero también, deportaciones masivas y también colonización rusa en tiempo de Stalin para repoblar las regiones devastadas.
Y finalmente, la confusión de entidades. A ver, ¿quién eres tú? Todos mis amigos judíos-franceses, desde la “b” de Brodie; hasta la “z” de Zuknek; pasando por la “ch” de Chernikov; que es el nombre de una gran ciudad, actualmente sitiada, pues todos tienen sus antepasados a la tercera o la cuarta generación, en este (inaudible), la actual Ucrania y Bielorrusia.
Raphael Lemkin, el que acuñó la palabra genocidio para las Naciones Unidas, él estudió en la Universidad de, y van a ver, las ciudades tienen 2, 3 4 nombres, él estudió en la Universidad de (inaudible), así se dice en ucraniano; pero (inaudible), dicen los rusos, con “v”; y (inaudible), dicen los polacos, con “w”; y Lemberg decían los austriacos; y los austriacos más cultos decían Leópolis. Una sola ciudad.
Svetlana Aleksiévich, al final de su discurso del Premio Nóbel, en 2015, evocó esa formidable confusión. Ella nación en Galitzia, en la Ucrania occidental; pero dice “tengo tres hogares”, porque ella vivió toda su vida en Bielorrusia, el lugar de nacimiento de su padre. Pero su mamá nació en Ucrania y ella también, y dice, “y mi tercera patria es la gran cultura rusa, sin la cual no puedo imaginarme”.
Bueno, podría enumerar así, una cantidad de autores ruso-ucranianos-polacos-
El otro día en Twitter vi, Maxim Ósipov, escritor, es de los pocos escritores traducidos al español, creo que, no recuerdo cuál editorial española acaba de publicar su libro “Piedra, papel, tijera”; y él tenía una pancarta que decía: “Caín, ¿dónde está tu hermano Abel?”. Eso fue el 28 de febrero, el cuarto día de la guerra.
Ahora bien, en julio el presidente Putin escribió y publicó, o sea, seis meses, ocho meses antes de la invasión, un largo texto de composición suya, se los aseguro, no le escribieron el texto, sobre lo que él llama “la unidad histórica de rusos y ucranianos”.
Vladimir Putin tiene 70 años, nació en 1952, 10 años menos que yo, y cree sinceramente y totalmente, la mitología que le enseñaron desde la escuela primaria, a él y a sus íntimos. El otro día veía que su círculo más cerrado, el que está todos los días con él en el Consejo de Seguridad, ministro de Defensa, general de las Fuerzas Armadas, secretario del FSB; todos tienen 70 años y todos pasaron por el KGB.
Es la última generación formada soviéticamente, y él cree sincera y profundamente, en esa mitología; ¿qué es eso? Una mitología. Él no menciona el menosprecio y la prohibición de la lengua ucraniana; él no menciona que los ucranianos son conocidos como los (inaudible) negros en el argot ruso. Son pequeños rusos, no grandes rusos, como los rusos, como Putin.
Él no sabe o no conoce o no quiere saber de la asimilación cultural impuesta por los imperios durante tres siglos.
El exterminio por la hambruna dice que es un mito, cuando sabemos perfectamente que en 1933 cuatro millones y medio de ucranianos y un millón de Kazaja y 500 mil habitantes del bajo Volga murieron de hambre por culpa del gobierno de Stalin.
No menciona las purgas ni las deportaciones; él no quiere saber que el Secretario General del Partido Comunista de Ucrania, Mykola Skrýpnyk se suicidó en 1933 cuando Stalin no hizo caso de su llamado desesperado a la hora de la mortífera hambruna.
Él no quiere saber lo que dice Marta Rebón, crítica literaria catalana y traductora del ruso, y creo que también del ucraniano. Y cito a Marta Rebón: “Un pedazo de ucrania se lee en el polaco Zbigniew Herbert, Bruno Schulz, Stanislaw Lem…” el famoso autor de ciencia ficción. Tampoco sabe lo que hay de polaco en el francés de Irène Némirovsky, que se hizo muy famosa con su novela “Una suite europea” y ella murió en campos de concentración deportada por el gobierno colaboracionista francés de Vichy.
El inglés de Joseph Conrad, el alemán de Joseph Roth –y yo diría también de Sigmund Freud; o el portugués brasileño de Clarice Lispector.
Todos esos, todos esos tienen raíces ucranianas, Rusia, Lituania, porque existió antes del desmantelamiento progresivo, siglo XVII-XVIII, de esa gran comunidad que se llamaba “La red pública lituana-polaca-ucraniana.
Extraño conjunto político liberal con un rey electo que podía venir de cualquier parte de Europa; podía ser húngaro, podría ser francés, y bueno, así fue.
¿Y qué decir finalmente del gigante escritor Vrasili Grossman, Premio Stalin de literatura, por su gran libro sobre Stalingrado. Había sido corresponsal de guerra y estuvo en las trincheras en Stalingrado.
Pero nos dejó post mortem, porque no se publicó en vida, un libro extraordinario que se llama “Vida y Destino”, donde habla de todos los muertos que yacen masacrados bajo la tierra rusa-ucraniana-polaca, víctimas de la hambruna, víctimas de los nazis.
Y les recomiendo el libro del gran historiador inglés Timothy Snyder, el libro que se llama “Tierras de sangre”, que es la historia precisamente de esas regiones devastadas durante la Segunda Guerra Mundial por los nazis y por la gente de Stalin.
Grossman era de Berdychiv, la capital religiosa, la Jerusalén de los judíos de Ucrania, y su madre murió en las cámaras de gas nazi.
Cuando hoy en día el Presidente Putin dice que Ucrania está gobernada por neonazis y que hay que desnazificar a Ucrania, no entiendo, no entiendo, no entiendo.
El Presidente Volodímir Zelenski es judío; su Primer Ministro es judío; su Secretario de la Defensa es judía.
“Un gobierno neonazi drogadicto”, dice el Presidente Putin, gobernado por judíos. Pero bueno, la historia puede ser surrealista.
Un historiador, pero no un escritor ucraniano, Yuri Andrujovich, tiene una fórmula que realmente se me pegó. Él habla de un triángulo amoroso tóxico. Dice: “Los ucranianos estamos enamorados de Europa. Europa está enamorada de Rusia -está hablando de la cultura y lo entiendo perfectamente, porque a mí desde chiquito mis padres me enamoraron de Rusia, y es un sentimiento general en Europa- mientras que Rusia nos odia tanto a nosotros como a Europa”.
Bueno, cuando dice Rusia habla de los gobiernos, evidentemente no de los rusos. Pero con nosotros y con Europa se comporta de manera diferente.
Bueno, y con eso llego a las motivaciones del Presidente Putin. Digo motivaciones, más que motivos. No significa que las motivaciones sean menos importantes que los motivos, pero los motivos son muy concretos, los podemos analizar; las motivaciones son más de tipo psicológico y ahí sí entramos en una neblina.
Motivos o motivaciones positivas, es esa unidad mitológica que estaba compartida por todos los “rusos”, pongo rusos entre comillas, porque en español y en francés y en inglés tenemos una sola palabra para todo lo que tienen que ver con Rusia y la Unión Soviética; mientras que en alemán hay dos palabras.
Hace poco, el último número de la revista ISTOR lo dedicamos íntegramente a un tema que se llama “La nueva historia de Rusia”. Es obra de jóvenes historiadores, hombres y mujeres, rusos y ucranianos, amigos todos.
Nos dicen que en ruso hay dos palabras igual que en alemán, y proponen forjar o inventar una palabra en español: ruso y rusiano. El ruso, bueno, es Vladimir Putin, es el ruso de Rusia que representa al 70 por ciento de los habitantes de la Federación de Rusia, porque en la Federación de Rusia hay musulmanes, hay pueblos del Cáucaso, hay minorías étnicas, asiáticas en el extremo norte y en Siberia; pero bueno, el ruso-ruso es Vladimir Putin, ¿de acuerdo? Y los otros son rusianos; es decir, ciudadanos de la Federación de Rusia.
Entonces cuando digo un motivo esencial para Putin es esa unidad que fue histórica y que (falla de origen)…todos los rusos. Grandes rusos: Putin; pequeños rusos: Ucrania. Rusos blancos: Bielorrusia.
Incluso en la Edad Media había una pequeña Rusia roja que los historiadores conocemos como “La Rutenia Subcarpática”, perdonando la pedantería, pero que fue un tiempo parte de Checoslovaquia, un tiempo parte de Moldavia y de Ucrania; pero bueno.
¿Dónde empieza y dónde termina Rusia?
Rusia, a diferencia de México o a diferencia de Francia, desde la Revolución Francesa, nunca vivió como Estado-Nación, Estado-Nación, sino siempre como el centro, el motor de una nebulosa, una galaxia en expansión llamada “imperio”. Un imperio formado por aglutinamiento, por contigüidad y eso explica que hoy en día todavía haya importantes minorías rusas en los tres pequeños países bálticos: en Estonia, Letonia, Lituania.
En Kazajistán a la hora de la independencia, la cuarta parte de la población era rusa-rusa, y millones de rusos dispersos en toda Asia central y el Cáucaso tuvieron que abandonar todo y regresar a Rusia, o sea, un trauma, un trauma muy fuerte.
Y Putin nos ha dicho claramente, prácticamente desde que llegó a la presidencia en marzo del 2000, pequeño paréntesis, en marzo del 2000, preocupado por lo que estaba pasando, era la hora de la gran guerra de Chechenia, de la batalla de la ciudad de Grozni, de la destrucción de Grozni, que fue como una batalla de Stalingrado en pequeño.
Organicé una mesa redonda en el CIDE, no existía todavía la división de historia, yo trabajaba con los de Relaciones Internacionales, sobre el tema de la elección a la presidencia de Putin, representaba el fin de la marcha a la democracia de la nueva Rusia, no había que ser pesimista.
Y había invitado al embajador Konstantin Moselle con el cual llevaba relación de amistad, que se acabó por la guerra de Chechenia por un artículo que publiqué en La Jornada criticando al Ejército Ruso, pero Konstantin Moselle, en ese momento nos aseguró que no había que temer para nada. Ni temer para los rusos, la democracia seguiría marchando; ni temer para los vecinos de los rusos, Rusia jamás volvería a ser imperialista.
Pero en ese momento Putin dijo, se me quedó grabado, me impresionó muchísimo y sentí su sinceridad. Por cierto, lo conocí en Palacio Nacional, no sé si estaba doña Beatriz, pero cuando la visita oficial del Presidente Putin con su esposa en tiempo de Fox, ahí nos saludamos.
Y bueno, la mayor tragedia del siglo XX ha sido la desaparición de la Unión Soviética. No la Primera Guerra Mundial, no la Segunda Guerra Mundial, no las guerras atroces de descolonización, no el Holocausto, el genocidio que se llevó a cinco millones y medio de judíos y medio millón de gitanos. No, la mayor tragedia fue la desaparición de la URSS.
Él lo ha repetido muchas veces, su nostalgia no es la nostalgia de la URSS.
Curiosamente, hace unos días criticó de una manera, cómo decir, fantástica, porque no corresponde a la realidad, pero criticó a Lenin, acusando a Lenin de haber sido el creador del estado ucraniano. Así que de marxista a leninista no tiene nada. Es el imperio, porque él quiere una Rusia grande y piensa que una Rusia que no es imperial, no es una Rusia grande.
Y si ustedes ven, pues en 2008 hizo una…; bueno, primero, la guerra de Chechenia, que acabó con la independencia de Chechenia. Después Blitzkrieg (falla de origen)… y hasta la fecha el ejército ruso ocupa 20 por ciento de Ucrania.
Hace poco mandó su ejército a apuntalar el gobierno del vecino y grandísimo y muy importante Kazajistán, que estaba a punto de caerse por manifestaciones populares.
El ejército ruso nunca salió de esa franja territorial, que debería pertenecer a la pequeña Moldavia, a lo largo del río Dniéster, lo que se llama transnistría.
Y en Bielorrusia, bueno, está el ejército ruso, apoya al dictador, salvó al dictador Lukashenko, y la guerra de Ucrania, pues, digamos, es parte de ese intento de reconstruir el imperio.
Es lo que yo llamo motivos positivos, porque es un, digamos, es un proyecto que uno puede entender. Yo hubiera soñado con un tipo de Unión Europea de esos, de las antiguas repúblicas de la Unión Soviética. Pero bueno, no se hizo.
Ahora, los motivos negativos. Los motivos negativos; y ahí es donde empieza, en mi crítica, al presidente Putin, con la cual todos ustedes no pueden estar de acuerdo.
En 2003 hubo un gran movimiento popular en la pequeña Georgia, que sin efusión de sangre llevó a la caída de un gobierno impopular, corrupto. Se llamó “La revolución de los claveles”. El problema es que este hombre se llevaba muy bien con el Kremlin. El Kremlin, Putin, apuntó, no le gustó.
Pero al año siguiente fue peor, 2004. La “Revolución Naranja” en Ucrania, donde un movimiento popular también tuvo un gobierno que estaba y fue llevado a Moscú, y después hubo elecciones y ganó el filósofo, presidente Viktor Yúshchenko, contra el candidato de Putin, que era otro Viktor, Yanukóvich.
Es cuando empieza la crisis entre el presidente Putin; no digo Rusia, insisto (falla de audio de origen)…
MODERADOR: ¿Lo perdimos?, o fui yo.
INTERVENCIÓN: Quizá una buena idea sería que apagara, si me escucha, que apagara su cámara para poder concentrar toda la energía en el micrófono.
¿Estás ahí? No. No se encuentra. Pero si, lo más conveniente es apagar la imagen para que se quede sólo con el micrófono. Yo creo que no está activado su micrófono.
¡Perfecto! Si esto volviera a suceder, le sugiero que apague su cámara, para que sólo lo escuchemos, en caso de que volviera a interrumpirse el Internet. Adelante doctor. Gracias.
DOCTOR JEAN MEYER: Sí; ya está. Gracias.
Bueno, como estaba diciendo, Ucrania era tan democrática que en las elecciones siguientes el impopular Viktor Yanukóvich volvió a la presidencia, ganó correctamente las elecciones (falla de audio de origen)… estaba a punto de firmar un tratado comercial con la Unión Europea, no entrar a la Unión Europea, solamente un tratado comercial.
Pero a última hora el presidente Putin se lo prohibió y eso provocó un gran levantamiento popular, que duró el invierno noviembre, diciembre, enero, de 2013-14. Al final Yanukóvich huyó a Rusia y es cuando en represalia Putin anexa Crimea y después manda sus paramilitares a ocupar dos distritos, parte de las provincias de Donetsk y de Lugansk en la Ucrania Oriental.
Digo motivos negativos porque es el temor al contagio democrático, y por cierto en 2010-2011 hubo grandes manifestaciones, especialmente de jóvenes rusos contra Putin en las principales ciudades.
Luego vino el asesinato de Boris Nemstov; fue líder democrático de la oposición. El encarcelamiento de Alejandro Navalny, después de un intento de envenenamiento.
Cualquier acercamiento a la Unión Europea, evidentemente a la OTAN, es algo insoportable, vivido como una amenaza por el presidente Putin. Y también en los motivos personales; yo no me meto en las especulaciones sobre el estado mental del presidente Putin.
Pero no cabe duda que tenía razón de cierta manera Angela Merkel, cuando en 2015, después de entrevistarse con él, dijo, “perdió contacto con la realidad”.
Hay un mito griego; la historia de una diosa que se llama Hibris, o en griego se pronuncia Hýbris, porque se escribe con la “y”; perdonando la redundancia, que se pronuncia “hub”.
La diosa Hibris, que personifica la desmesura y los dioses la mandan para castigar a ciertos hombres, como por ejemplo el Rey Agamenón, o Aquiles, o Atlas, el gigante, o Ícaro, que quiere volar demasiado cerca del sol; Aris, que se queda con la más hermosa de las mujeres, Helena.
Los psicólogos definen Hibris como falta de control de los impulsos propios, siendo un sentimiento violento, inspirado por las pasiones. Es considerado enfermedad por su carácter irracional y desequilibrado, muy concretamente por la furia o el orgullo.
Concretamente, sí, yo veo, en el caso del presidente Putin esa desmesura y esa furia. Basta ver su reunión con su Consejo de Seguridad, cuando les anuncia que ha decidido la operación especial y se ven las caras consternadas de sus ministros, incluso el encargado de seguridad es el único que se atreve a farfullar tímidamente que: “¿No se puede hacer un último intento diplomático?” Y Putin lo regaña y el hombre ya se disculpa y confiesa que sí, que no hay ninguna otra solución.
Y para concluir, para que haya posibilidad de diálogo, nada más les quiero decir que para mí no me sorprendió para nada. La gente que se dice sorprendida es que nunca tomó en serio las palabras del presidente Putin.
El presidente Putin advirtió muchas veces al mundo de lo que iba a hacer. Lo dijo de mil maneras, con convicción, en un tono hegeliano, en un tono nietzscheano, en un tono guerrero de lo que iba a hacer con esos ucranianos, llenos de pecado y sin valor alguno, pequeños rusos (falla de audio de origen)…
Yo recuerdo cómo la prensa internacional, incluso la que criticaba al presidente Putin; o criticaba o se burlaba del presidente Biden, cuando el presidente Biden estaba anunciando que era inminente y que era cuestión de días.
Y yo sí; yo sí lo creí y lo sabía como una consecuencia inevitable de la visión del mundo, de la visión de la historia imperial de Rusia que tiene ese Presidente. Y por eso ahora estamos en una situación tan trágica, donde Caín mata a su hermano Abel.
Una nación entera que asiste a la catástrofe, que espero que no sea final, pero una catástrofe sin que pueda recibir ninguna ayuda, la ayuda para los refugiados, eso sí, pero en ese momento una nación que está de manera asombrosa luchando hasta el final.
Los ucranianos van a perder esa guerra. Pero a largo plazo, me dirán ustedes que a largo plazo no estaremos aquí para ver el resultado. Yo, por lo menos, por mi edad. A largo plazo los ucranianos ganarán y los rusos ganarán, porque la libertad de Ucrania será la libertad de Rusia.
Muchas gracias por su atención.