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Versión estenográfica de la intervención de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores San Román, en la reunión informativa con trabajadores del Senado de la República.

 

 

GOBERNADORA LAYDA SANSORES SAN ROMÁN: Pues mis niñas, mis niños.

 

Estoy tan emocionada.

 

TODOS: ¡Layda! ¡Layda! ¡Layda!

 

GOBERNADORA LAYDA SANSORES SAN ROMÁN: este es un sueño dentro de otro sueño.

 

Ando medio mal de la garganta. A ver si alcanzo a decir lo que quiero.

 

Gracias, Adán, qué acto de generosidad el tuyo de compartir este momento que los senadores actualmente han luchado.

 

Me da mucho gusto que mis senadores de Campeche formen parte de este grupo que hoy hacen un acto de justicia, y hace que se rompa el silencio y que ceda la indiferencia, esa, con la que fueron tratados por tantos años.

 

Gracias, compañero Noroña, nuestro, aquí, el mero mero de la cámara, como dice Adán, el que va a firmar. Se hace aquí durante su presidencia. Yo creo que este es un motivo de orgullo.

 

Nada más les quiero hacer un relato breve, anunciar cuándo empezó toda esta lucha.

 

A mí me tocó empezarla hace 15 años. Muchos llevan tanto tiempo y resistieron, sobrevivieron a las inclemencias y a este trato de esclavitud que se le dio ante pues senadores que pasábamos y no los veíamos. No sé cuándo se hicieron invisibles.

 

Y hoy me da mucho gusto que vuelvan a tener rostro y vuelvan a tener vida, y sepan lo que ustedes valen.

 

Cuando empezamos era yo diputada. Ahí avanzamos poco; lo que logré, porque yo veía que a cierta hora se empezaban a meter donde estaban los inodoros.

 

Entonces, pregunté que: “¿por qué era eso?” Y me decían: “porque ahí comían”.

 

Para que los que no supieron toda la historia completa, lo tengan apuntado.

 

Ahí, junto al hedor de los desechos, ahí comieron. ¿Verdad?

 

Entonces, dije, esto me indignó. Creo que ha sido un privilegio en la vida que me indigne la injusticia.

 

Y ahí empiezo mi lucha solitaria, de alguna manera. Los compañeros estaban de acuerdo, pero pocos tienen la paciencia y la perseverancia para estar tomando un problema como suyo.

 

Pero verlos a ustedes, empecé a tomarles mucho cariño, sobre todo cuando empezamos a hacer nuestras fiestas de fin de año, que eran convivencias de integración y de acercamiento, que no podemos olvidar.

 

Y luego empezamos. “¿Y el comedor?” “¿Y que el comedor?”. Y, sí, nos lograron dar un comedor en el estacionamiento donde se sentían todos los gases de los coches, pero eran felices porque ya tenían horno de microondas, y tenían un botellón de agua Electropura.

 

Ah; bueno, sí. Se cambiaban en el parque. Y después, cuando ya nos pasamos al Senado -paso de diputada a senadora-, y allí sigue entonces una lucha con mayor fuerza.

 

Me tocan presidentes de la cámara que fueron de diferentes partidos, no de Morena, que cada quién hizo lo suyo y lo que podía, lo que estaba a su alcance.

 

Un presidente, a él le sacamos primero lo de la comida. Creo que uno de los más generosos, y tengo que reconocerlo, fue Cordero, porque Cordero nos dio para la comida, un comedor, ya no era en el sótano sino era en el penthouse de este Senado, el piso 14, junto a donde se daban las recepciones a los embajadores.

 

Ese fue un gran éxito y un gran sueño, pero tenían media hora para comer; y yo le dije al senador Cordero: “Pues también debió usted darles alas, porque en media hora no alcanzan a llegar hasta el piso 14”, porque, yo no sé si sigue esta discriminación que me parece absurda, que los trabajadores no pueden subir por cualquier elevador de este Senado, como si los senadores fueran benditos y sean ejemplares que no se pueden juntar con el pueblo y con quienes les sirven y hacen posible su trabajo.

 

Entonces, tenían un solo elevador para los trabajadores y por ese tenían que hacer una cola que, cuando llegaban, ya se había acabado la media hora y tenían que volver a bajar.

 

Después nos dio la comida y eso fue muy importante, porque llegaron a darles, incluso cuando ya los cambiaron a un lugar más cómodo, más cerca, les daban ya la comida que parecía como de chef, muy bien presentada. Se esmeraron, hicieron un esfuerzo porque esto se mejorara.

 

Y todavía un día de esas fiestas en donde juntábamos cinco regalos por cada senador que así quería, a veces alcanzábamos, metíamos sobrecitos para que todos tuvieran algo, aunque sea un detalle.

 

Y allí yo quiero reconocer a quien era senador, Jorge Lavalle, hoy que lo agreden por todos lados en un acto de injusticia, porque él eso es lo que está sufriendo y lo que está viviendo, pero ya lo absolvió un tribunal, totalmente absuelto, y seguirá yo creo que su curso hasta que no quede totalmente limpio su nombre, pero era de los pocos que me acompañaron en todo este recorrido y en toda la fiesta, porque las fiestas eran agotadoras, todos los regalos que llegaban, todos se guardaban en mi oficina. Era un momento en el que ya no pasaba, porque había generosidad de parte de ellos.

 

Pero luego tenía que bajarlos con mi equipo, todos los cargábamos nosotros y los teníamos para dárselos a ustedes y luego incluso llevárselos a sus casas cuando era alguna cosa especial.

 

Fueron momentos cuando menos que íbamos avanzando.

 

Logramos también, yo llegaba a las cinco de la mañana en la Cámara de Diputados a checar si tenían el seguro, porque ahora oigo que tienen el seguro social y el ISSSTE y ya todos lo tienen, pero empezaron sin seguro. Esa fue toda la evolución, porque se los daban a unos cuántos porque había mucha movilidad.

 

Entonces, me paraba yo a las cinco de la mañana para que, cuando llegara el primero, entonces viéramos, “¿Tienes seguro?”, “¿Tienes seguro?”, y en la Cámara de Diputados unos sí y unos no, en el Senado ya se tuvo seguro.

 

Terminamos ya teniendo hasta el seguro y la comida, pero nos faltaban también los vestidores.

 

Descubrí que, si ustedes se cambiaban también adentro de un poste, donde tenías que entrar como perrito y después ya te parabas, y entre las escobas; entonces, le pedí que me tomaran toda la película.

 

Y, entonces, dije, había siempre periodistas que fueron muy solidarios, había una compañera de La Jornada, la compañera Claudia Guerrero de El Reforma, en donde se volvieron mis cómplices. Yo les tomaba las fotos, porque no querían ser ustedes fotografiadas por temor a perder el pinche sueldo que les pagaban.

 

Entonces, le dije a uno de las compañeras, ellas las subían en el periódico con las caras cubiertas, y la cosa es que fue haciendo conciencia.

 

Pero, con este presidente, era un presidente del PRI y dije: “No, con él no voy a sacarlo en el periódico primero; primero lo voy a extorsionar”.

 

Entonces, pasé y le dije: “Mira, aquí tengo estas fotos”, yo metiéndome como de perrito, para que se vea así la senadora en cuatro patas, por así decirlo, entrando para poderse cambiar; eso es lo que tenían que hacer diario nuestros trabajadores.

 

La cosa es que me dijo: “No, Layda, dame unos días”, “No, no”, “Yo les voy a hacer su lugar donde se puedan cambiar con dignidad y sus casilleros”, que era lo que ustedes peleaban. Entonces, le dije: “Pero, ¿cuántos días?”, dije, aquí se va a llevar un mes en el Senado. “Dame una semana”, así le temían a la prensa.

 

Pero porque era un contraste, el contraste del glamur de los senadores, las buenas comidas que nos dábamos y en la miseria con la que se trataba a los trabajadores; era el contraste brutal y ofensivo para cualquier pueblo que se sienta con dignidad y con cierto espíritu de equidad.

 

La cosa es que cumplió y a la semana me había mostrado los, pues eran estos vestidores los más dignos que yo he visto en una oficina, mejores que los que teníamos los senadores; allí sí con sus espejos, con casillero a cada uno de ustedes. Cambiaron las cosas.

 

Y lo más que logramos tener, porque eso sí, el salario no se tocaba, nadie se atrevió a tocar el salario.

 

Cordero, en una de esas fiestas, aumentó un 15 por ciento, que fue lo más, a su salario mínimo que ya estaba muy rebajado, y alcanzaron ustedes a tener un poco de aliento, pero no de justicia.

 

Hoy sí, tenía que haber llegado esta 4T.

 

Este acto es digno de un presidente como fue Andrés Manuel López Obrador y de una presidenta como es Claudia Sheinbaum.

 

Por eso me siento tan emocionada, porque sí era algo que uno esperaba, pero que difícilmente podía darse, porque luchamos tanto tiempo, nueve años continuos, para que ustedes dejaran de ser las outsourchingar, como yo les llamaba, y hasta que se logró.

 

Si no se eroga la ley, si no hay este cambio que lo dan estos senadores nuestros, donde la mayoría era Morena, esto no se hubiese podido dar.

 

Ojalá que eso lo recuerden y lo valoren, porque ustedes son gente agradecida.

 

Y me da mucho gusto que los salarios que están ahora haciendo el esfuerzo por darles a ustedes, ya se acerca más a lo justo.

 

Recuerdo también, porque ahora ya tienen comida, ya tienen salario, van a tener uniformes, y las mugres botas esas que les daban, que desde entonces son las mismas.

 

Que se las pongan los senadores para que vean lo que se siente, eso es lo único que les pedimos si no se las cambian. Van, y se las ponen un día, y les quitan los zapatos y les ponen las botas para que vean; nada más un día que estén caminando con ellas, para que vean lo que se siente.

 

Yo creo que entonces van a reaccionar mucho más rápido. Desde entonces lo debimos haber hecho. No se me ocurrió, todavía era muy tímida.

 

Pero, bueno, me encanta porque hoy sí al darles a ustedes este salario justo, pero que yo les digo aún con el salario, lo que yo creo que sí también tendrá que darse, que veo que a eso se acercan, es a darles humanidad.

 

Porque al verlos como lo que son, los reyes de este recinto, los que, gracias a ustedes, a su amor, a su entrega, a sus sonrisas, que no se cansan, está impecable y nosotros podemos realizar nuestro trabajo.

 

¿Qué sería un día sin ustedes?

 

Porque yo recuerdo que todavía en la cámara no les permitían ni siquiera una silla. Yo cargaba las sillas para ponerlas en cada piso para que tuvieran dónde sentarse, aunque sea unos minutos y fueran haciendo fila.

 

TODOS: ¡Nos las quitaron! ¡Nos las quitaron!

 

GOBERNADORA LAYDA SANSORES SAN ROMÁN: ¿Se las quitaron?

 

TODOS: ¡Sí!

 

GOBERNADORA LAYDA SANSORES SAN ROMÁN: Bueno, pues ahí tienen tarea. Ya descubrí algo, que sí tienen que darles. No es posible que no puedan sentarse ni un solo momento en una silla, un trabajador que está siete horas; ocho horas, eran ocho horas.

 

Entonces, eso sí, creo esa es la última tarea que les dejamos, que les falta.

 

¿Yo no sé si todavía les hacen sus fiestas?

 

TODOS: ¡No!

 

GOBERNADORA LAYDA SANSORES SAN ROMÁN: No. Yo dije, como llega Morena, les va a seguir haciendo sus fiestas.

 

TODOS: ¡No!

 

GOBERNADORA LAYDA SANSORES SAN ROMÁN: No. Claro.

 

UNA ASISTENTE: Ana Lilia nos hizo un convivio.

 

GOBERNADORA LAYDA SANSORES SAN ROMÁN: Una senadora, Ana Lilia, les hizo un convivio, me dicen; Ana Lilia. Bueno, pues ojalá que regresen.

 

Y eso que insistí del proyecto menos; lo más difícil era llegar a esto, que están ustedes recibiendo este día, ¿eh?, y eso no hay que menospreciarlo, porque a eso no se hubiesen atrevido.

 

Es una erogación muy fuerte de millones y millones de pesos, no son nuestros regalitos y nuestras televisiones, es algo que va a durar y que los va a estimular todos los días.

 

Creo que este trato que ustedes merecen -que ya no habrá-, ya son trabajadores de confianza, ya no es el trato que antes les daban que: “¡Ah! ¿Faltaste un día?” Si era viernes les descontaban tres días, porque qué tal si hubiesen faltado el sábado y el domingo, o si faltaban el lunes. Había unas reglas que uno no entendía.

 

Yo creo que esto nos hace pensar… ¿cómo dice? ¡Ah!, no, pues cuál aguinaldo; además te corrían. Cada contrato se hacía cada mes, si ustedes recuerdan.

 

TODOS: ¡Sí!

 

GOBERNADORA LAYDA SANSORES SAN ROMÁN: Entonces, esto es lo que hay que ver.

 

Cuando uno deja de ver lo bueno, y estamos recordando lo que falta, sí hay que seguirlo luchando, pero entonces se pierde la esperanza.

 

Yo creo que hoy es un día realmente para festejar. Me llena de orgullo. Esta emoción que siento, Adán, no la voy a olvidar. Desborda mis cántaros, verlos aquí, cerca, felices, viendo que sí fue posible, ¡15 años, pero fue posible!

 

Gracias a ustedes, a su fe, a que no se cansaron. Y gracias a senadores.

 

TODOS. ¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo!

 

GOBERNADORA LAYDA SANSORES SAN ROMÁN: Sí se pudo, sí se pudo.

 

Es un día muy feliz para mi vida. En verdad, fueron parte de mi corazón, me iba siempre pensando en ustedes, eran mis ángeles azules; lo siguen siendo, lo siguen siendo.

 

Que Dios les siga dando esta vitalidad. Que sigan siendo para el Senado esto que hoy son este día, estos seres amados, queridos, que sientan todo nuestro cariño, nuestra devoción por los seres más amorosos y más comprometidos de este Senado.

 

Esta es la justicia; esta es la justicia y no divina, sino de un grupo de senadores de un partido, de un movimiento que cree en el ser humano.

 

Esto, para mí, es el mensaje más grande que me deja esta lucha. Es la lucha de la Cámara de Diputados, la lucha del Senado, la lucha en la calle, la lucha en mi tierra, la lucha en este México que creemos que tiene que ser cada día más digno, como hoy les devuelve la dignidad a todos ustedes.

 

Muchas gracias hermanos senadores. Los felicito. De corazón los felicito. Nadie se había atrevido.

 

Y aquí, como decía el senador Lima, yo creo que eres tú el mismo.

 

 

(Porras a la gobernadora Layda Sansores San Román)

 

 

GOBERNADORA LAYDA SANSORES SAN ROMÁN: Yo no sé por qué tengo el recuerdo que una vez viajamos contigo y decía: mira, cuando no ibas en clase premier, decía: venimos en el infelizato, o deja eso del infelizaje, ya aquí ya no hay infelizaje en esta cámara. Todos debemos ser iguales.

 

Gracias. Gracias.

 

Muchas gracias.

 

Los amo, los amo.

 

Y amo a los senadores que hicieron posible este sueño.

 

Gracias por invitarme.

 

Desbordan mis cántaros. Me siento feliz, feliz de este momento que no creí.

 

Muchísimas gracias.