Versión estenográfica de la conferencia magistral “200 años de Constitución, Federalismo y Senado Mexicano”, impartida por el doctor Diego Valadés Ríos.

PRESENTADORA: Muy buenos días a todas y todos.

 

El Senado de la República y el Instituto Belisario Domínguez agradecen su presencia y les dan la más cordial bienvenida a la Conferencia Magistral “200 años de Constitución, Federalismo y Senado Mexicano”, la cual será impartida por el doctor Diego Valadés Ríos, en el marco de los trabajos conmemorativos del Bicentenario de la Instauración del Senado de la República y Sesquicentenario de su Restauración en México.

 

Para este acto, saludamos con gusto a las autoridades que nos acompañan en el presídium.

 

Damos la más cálida bienvenida a nuestro distinguido invitado, el doctor Diego Valadés Ríos, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, quien dictará la Conferencia Magistral que hoy nos convoca. Un aplauso, por favor.

 

De manera particular, a la senadora Elvia Marcela Mora Arellano, secretaria de la Mesa Directiva del Senado.

 

Nos acompaña la senadora Ruth López Hernández, presidenta de la Comisión de Derechos Digitales.

 

También al secretario técnico de la Mesa Directiva del Senado, el maestro Michael Rolla Negrete Cárdenas, quien fungirá como moderador de este evento.

 

Saludamos de manera especial a la maestra Violeta Roldán Díaz, asesora jurídica de la Mesa Directiva del Senado y organizadora también de este evento.

 

Nos da mucho gusto que nos acompañe el licenciado Eduardo Fernández Sánchez, director general del Canal del Congreso.

 

Saludamos con afecto a la maestra Cynthia Murrieta Moreno, directora del Centro de Capacitación y Formación Permanente, CECAFP.

 

Finalmente, agradecemos la presencia del maestro Rodrigo Ávila Barreiro, secretario técnico del Instituto Belisario Domínguez, y anfitrión también de este evento.

 

A continuación, cedo el uso de la voz a nuestro moderador, el maestro Michael Rolla Negrete Cárdenas.

 

MAESTRO MICHAEL ROLLA NEGRETE CÁRDENAS: Muchas gracias.

 

Muy buenos días a todas y todos. Es un placer para mí estar el día de hoy con ustedes, sobre todo con este presídium tan distinguido.

 

Tenemos el día de hoy la compañía de la senadora Elvia Marcela Mora Arellano, quien es secretaria de la Mesa Directiva y quien acude en representación de la presidenta Ana Lilia Rivera Rivera.

 

Senadora, por favor, las palabras de bienvenida, si es tan amable.

 

SENADORA ELVIA MARCELA MORA ARELLANO: Yo creo que desde aquí, si me permiten, hace mucho calor.

 

No, mejor me paro, mejor sí.

 

Muy buenas tardes a todas y todos. Sean ustedes bienvenidos al Palacio de Xicoténcatl, que es un espacio lleno de historia, es uno de los lugares más entrañables dentro de la Ciudad de los Palacios, que tiene esta gran Ciudad de México y bueno, sean ustedes bienvenidos al Antiguo Patio del Federalismo.

 

Quiero dar la bienvenida al doctor Diego Valadés Ríos; a la senadora Ruth López Hernández, a mi compañera Ruth; a doña Cynthia Murrieta, del CECAFP. A mi queridísima Violeta, de la Mesa Directiva.

 

Perdónenme, pero yo siempre empiezo por las mujeres, me van a disculpar, pero estamos en tiempo de mujeres.

 

A mi querido Michael, el secretario técnico de la Mesa Directiva. A don Eduardo Fernández, al director del Canal del Congreso. A mi estimadísimo Rodrigo Ávila, el secretario técnico del Instituto Belisario Domínguez.

 

A los compañeros de Comunicación y a todos y cada uno de los que hoy están aquí, y los que nos ven por medio de las redes sociales y el Canal del Congreso.

 

Los saludo a todos y quiero presentarles al doctor Diego Valadés. Es un extraordinario jurista, académico y exservidor público.

 

Hoy nos honra mucho su presencia, Doctor, y seguro sus palabras no me van a dejar mentir. Nos va a dar una conferencia magistral muy importante.

 

Quiero que, por favor, Rodrigo, le des las gracias al senador Manuel Añorve, que ha sido muy generoso para que estas actividades se celebren.

 

El doctor Valadés, vuelvo, distinguidas y distinguidos invitados, senadoras; es para mí un privilegio darle la más cordial bienvenida a esta conferencia magistral. Me da mucho gusto estar aquí, en la antigua y siempre bella sede del Senado, acompañándoles al arranque de esta conferencia; cuyo tema está atado de manera inherente al bicentenario de esta Cámara y del Sesquicentenario de su restauración.

 

Cuando se comenzó a planear las celebraciones de este año, tan significativo, este 2024, el entusiasmo de todas y todos los colaboradores del Senado y de sus innumerables ideas para conmemorarlo; me hizo pensar en cómo los trabajos diarios desvanecen las reflexiones sobre la importancia de recordar y dar las gracias a quienes han hecho y siguen haciendo posible que las instituciones se gesten, que evolucionen y que se adapten a cambios, a veces demasiado rápidos y por eso no nos percatamos de ellos, sólo cuando están a unos pasos de nosotros.

 

Por eso, cuando el Instituto Belisario Domínguez propuso este ejercicio a la Mesa Directiva, nos pareció muy pertinente arrancar los festejos del bicentenario a través de este gran retrovisor convertido en conferencia.

 

Estoy muy segura que el repaso de las conversaciones que tendrán, nos dará el contexto necesario para comprender no sólo el estado del Poder Legislativo, sino de quienes modelaron la República entera.

 

En este día tan significativo, nos encontramos aquí para reflexionar sobre dos siglos de historia constitucional; sobre dos siglos de Federalismo y el papel fundamental del Senado en el desarrollo y conciliación de nuestra democracia.

 

Es un momento propicio para recordar y celebrar los principios que han guiado a nuestra nación a lo largo de su trayectoria; así como para analizar los desafíos y oportunidades que enfrentamos en el presente.

 

Durante dos siglos, 200 años, que se dicen muy rápido, pero implican un tiempo bastante, bastante amplio, este país ha experimentado una evolución constante en su sistema político y jurídico; desde la promulgación de la Constitución de 1824, hasta las reformas más recientes, hemos atestiguado los avances y retrocesos en la construcción de un Estado democrático y plural.

 

Cada vez vamos mejor. En el caso del Federalismo, cuya primera versión en México data precisamente de 1824, se ha ido convirtiendo poco a poco en un patrón de referencia para la vida de este país.

 

Este ha sido uno de los pilares fundamentales de nuestra organización política, garantizando la autonomía y la participación de los Estados en la toma de decisiones.

 

El Senado ha desempeñado un papel crucial en la defensa de los intereses regionales y en la construcción de consensos, para la gobernabilidad del país. Sin embargo, también enfrentamos dilemas y desafíos mayores al respecto; por ejemplo, la desigualdad regional, la falta de inclusión y un renovado y nada discreto ímpetu centralizador, son fenómenos que persisten o se acrecientan y que requieren de un compromiso renovado por parte de todas las instituciones, y las y los actores políticos.

 

En este contexto, la regeneración del Federalismo en México es una materia abierta, que demanda la modernización de instituciones y el replanteamiento de figuras como el régimen de gobierno, y el sistema representativo.

 

Aunque con algunas pausas históricas, el Federalismo ha sido una decisión que hemos mantenido viva desde 1824, no sin muchas amenazas, como estoy segura de que el Doctor nos lo va a señalar.

 

Al cabo de estos 200 años de existencia, sigue siendo un concepto inacabado que todavía está a tiempo de dar mucho más; sobre todo si logramos entender que la descentralización territorial no es equivalente a una genuina desconcentración política del poder. Lo que no parta de esta premisa, es y seguirá siendo mera ficción.

 

Sin duda ha habido novedades en el constitucionalismo, en el modelo federalista y en el sistema representativo mexicano; pero la mayor parte se ha desprendido del cambio de régimen político, más que de una propuesta pactada entre entidades o de un proyecto deliberado de la federación y ciudadanía; lo cual ha derivado en una secuencia accidentada y casuística.

 

Quizá dos siglos han sido suficientes para experimentar y ya sea hora de darle forma al sueño de la Constitución de 1824. Pensemos, por ejemplo -esto no le va a gustar a nadie- que el Congreso todo, la Cámara Baja y la Cámara Alta, tendrían que estar sesionando, por ejemplo, en Querétaro. Eso sería un acto de Federalismo importante.

 

Sé que no es una cuestión popular, pero habrá que soñar.

 

En fin. En nombre del Senado de la República, quiero expresar mi más sincero agradecimiento al doctor, a don Diego Valadés, por su generosidad de compartir con nosotros su conocimiento y reflexiones.

 

Estoy segura de que su conferencia será una fuente de inspiración y enriquecimiento para todas y todos los presentes.

 

Sin más preámbulos y a nombre de la presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República, doña Ana Lilia Rivera Rivera, doy paso a la Conferencia Magistral “200 años de Constitución, Federalismo y Senado Mexicano”, impartida por el doctor Diego Valadés.

 

Que este encuentro sea un espacio de aprendizaje y reflexión, en el que juntos y juntas podamos construir un mejor futuro para México.

 

Es cuánto.

 

Muchas gracias por su amable atención.

 

MAESTRO MICHAEL ROLLA NEGRETE CÁRDENAS: Agradecemos mucho sus palabras, estimada senadora.

 

Es momento de pasar al momento estelar de este evento, que es la conferencia magistral del doctor Diego Valadés.

 

El doctor Diego Valadés es uno de esos juristas que realmente no necesitan una presentación, pero por mera formalidad podemos señalar algunos datos destacables de su amplísima currícula.

 

El doctor Diego Valadés es investigador emérito del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y del Sistema Nacional de Investigadores.

 

Es autor de numerosos libros, de más de una veintena de libros, de más de un centenar de artículos académicos.

 

Ha recibido el Premio Nacional de Jurisprudencia y el Premio Nacional de Artes y Literatura en el campo de la Historia, Ciencias Sociales y Filosofía.

 

Fue director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Es miembro del Colegio Nacional, del Colegio de Sinaloa y de la Academia Mexicana de la Lengua.

 

Actualmente preside el Instituto Iberoamericano del Derecho Constitucional.

 

Por favor, doctor Diego Valadés. Es un honor contar con su presencia.

 

El micrófono es suyo.

 

DOCTOR DIEGO VALADÉS RÍOS: Gracias.

 

Antes de iniciar, quiero agradecer las palabras de Michael, que no solamente es un distinguido funcionario en esta corporación, en esta gran institución; sino que es también, y eso explica la razón de sus palabras, un compañero en el Instituto de Investigaciones Jurídicas, donde está llevando a cabo su Doctorado.

 

Así es que, gracias, Michael.

 

Señoras senadoras.

 

Señores integrantes del presídium.

 

Señoras, señores:

 

Yo creo que, si tomara como punto de partida las palabras de la senadora Mora Arellano, estaría correspondiendo holgadamente al objetivo de esta primera charla que se tiene, con motivo de las conmemoraciones que se llevan a cabo en diferentes espacios en México, pero muy significativamente en este, en el Senado de la República.

 

Porque, justamente, el Senado es el instrumento por excelencia de los sistemas federales, y por eso celebramos ahora los 200 años de su instauración y los 150 de su restauración.

 

Y las palabras de la senadora Mora Arellano han apuntado de lleno en el aspecto central de lo que puede ser una digna conmemoración. Sí, conocer el origen; sí, conocer la trayectoria; pero fundamentalmente centrarnos después del origen y de la trayectoria, en aquellos aspectos que podamos identificar como los faltantes, como la siguiente meta; porque el progreso de las instituciones no se detiene nunca.

 

Y, debemos de estar conscientes de que lo que se haga ahora en pro del avance democrático e institucional del país, será más adelante otro punto de partida para otros avances que también tendrán que seguir sucediendo.

 

Por eso, en buena hora que hayamos escuchado esa, tan acertada reflexión de la senadora, refiriendo que estamos ante una nueva necesidad de modernización -fue la palabra que usó- de las instituciones; en particular del federalismo.

 

Que tenemos que pensar en el fortalecimiento del sistema representativo y que tenemos también que plantearnos nuevos horizontes para el Federalismo y para las instituciones generales de la democracia mexicana.

 

Este es un tema acerca del cual he hablado mucho con un querido colega, amigo y compañero de muchas actividades, con Luis Mendoza, y que también está ahora como parte de este importante Instituto Belisario Domínguez; y con varios de los aquí presentes, con muchos de ustedes me une añeja amistad y celebro esta nueva reunión, este nuevo encuentro, justamente en este marco celebratorio.

 

Todos sabemos que la formación del federalismo mexicano tuvo mucho que ver con la influencia ejercida por el constitucionalismo estadounidense. Cuando se plantea la primera construcción de las instituciones constitucionales mexicanas; estamos en plena revolución de independencia, es 1814, y es Apatzingán.

 

Y ahí surge un ejemplo para el mundo, porque se trata del primer movimiento revolucionario, en este caso además insurgente, que se da a sí mismo una Constitución. Ninguna otra fuerza revolucionaria, ninguna otra revolución previa ni posterior, ha adoptado para regir su orientación, un marco constitucional.

 

¿Por qué lo digo?

 

Porque es frecuente que, entre nosotros, a veces llevados por un escepticismo injustificado, digamos que no estamos hechos para la democracia o para el Estado de Derecho.

 

Saludo con mucho cariño, respeto y admiración, a la senadora Paredes. Gracias, Beatriz.

 

Decía, y reitero, que hicimos en plena revolución de independencia, una Constitución en 1814, y esa es una prueba más que suficiente para presentarnos ante el mundo, no como quienes no pueden cumplir con el ordenamiento, no como quienes no están aptos para ejercer la democracia y para cumplir con el Estado de Derecho; sino de quienes venimos del Estado de Derecho, construimos un Estado de Derecho en pleno proceso revolucionario, les repito: un fenómeno inédito en el mundo y todavía no igualado.

 

En ese contexto, llegamos al 24, ya en la independencia, y se plantea la construcción de una Constitución, que tiene varios referentes: el nuestro propio en Apatzingán, y otros en el extranjero, concretamente en Cádiz, 1812; en el rico proceso revolucionario francés, que llevaba ya cinco constituciones; y en la Constitución estadounidense, que también llevaba un par de normas supremas: la construcción de la confederación y luego la edificación del sistema federal.

 

Pero, ahí se discutió, en 24, por cierto aquí muy cerca, en el Templo de San Pedro y San Pablo, donde se llevó a cabo el primer constituyente mexicano, ya de la época de la independencia; se discutió acerca de la organización del Estado mexicano.

 

Vale la pena que tengamos en cuenta que esto fue en 24 y que en 23, había surgido en Estados Unidos la conocida Doctrina Monroe; todavía no se le llamaba Doctrina Monroe, pero sí fue el discurso del presidente James Monroe, en diciembre de 23, el que planteó que no se admitiría por Estados Unidos como una expresión amigable, que las potencias europeas trataran de hacer o de implantar sus regímenes propios en nuestro hemisferio.

 

Y que para entonces, estaba como embajador aquí el señor Poinsett, que se hizo famoso, entre otras cosas, por haber universalizado la poinsettia, la que conocemos como “flor de Navidad”.

 

Poinsett llegó desde que aspiraba al imperio Iturbide, y permaneció hasta ya adoptada la Constitución de 1824 y en vigor.

 

No quiero decir que nuestros constituyentes se hayan plegado a la fuerza de la expansión estadounidense; quiero decir solamente que el diálogo era un diálogo intenso y fecundo, y que en ese momento Estados Unidos representaba la construcción de una democracia que no la consideraríamos hoy así, conforme a nuestros propios patrones, porque no estamos en posibilidad de considerar como democrático un sistema que excluye a las mujeres y que excluye a un sector de la población, al que tiene además relegado como esclavo, que era lo que pasaba con la Constitución americana.

 

Pero sí había un elemento significativo: había el riesgo de la re intromisión europea en México, de la recuperación colonial que se alentaba desde España; y había, por supuesto, el discurso de las libertades expresado reiteradamente en Filadelfia, reiteradamente tanto por el Congreso que llevó a la confederación, cuanto por el que transformó la federación en federación.

 

Es en ese contexto en el que los constituyentes mexicanos voltean la mirada hacia Estados Unidos, pero, repito, no como un acto de sumisión sino como un acto de aceptación de que allá se estaban consiguiendo libertades eminentes.

 

Y no era de extrañar; en Estados Unidos, mucho antes de que se diera el proceso independentista, ya existía una trayectoria de autonomía territorial y de libertades públicas.

 

Y esto era explicable por varios factores.

 

En primer lugar, porque había colonias de carácter imperial, esto es, dependían del gobierno inglés; había colonias de carácter corporativo, esto es, eran porciones de territorio asignadas a corporaciones que tenían a su cargo la explotación de los recursos naturales; y había colonias, se puede llamar así, de carácter individual, o sea, las concesiones eran dadas a personas en lo particular para que desarrollaran extensos territorios, los colonizaran y los gobernaran.

 

Cuando se da la Independencia de Estados Unidos, las 13 colonias tienen congresos propios, las 13 colonias tienen leyes propias; y el delegado monárquico, gobernador, simplemente era lo que podemos considerar hoy un Jefe de Estado; pero el Gobierno colonial se había venido dando propiamente desde la formación de las colonias.

 

¿Y por qué además eran plurales? ¿Y por qué además tenían un sistema jurídico vigente?

 

Porque habían llegado católicos, protestantes, judíos; habían llegado protestantes de diferentes corrientes, que todos sabemos que se agrupan a diferentes formas de organización y militancia o no militancia sino feligresía protestante; y habían llegado personas procedentes lo mismo de Países Bajos que de Alemania, Dinamarca, Irlanda, Escocia, Inglaterra, Gales, Francia, que venían huyendo de la persecución religiosa.

 

Venían, pues, de todas las partes de Europa; esto hizo que tuvieran como elemento de garantía un referente, que era el derecho, porque no compartían ni lengua, ni religión, ni origen nacional, y que buscaran también formas de garantía para sus libertades.

 

Es en ese contexto en el que surge la Unión Americana, primero como confederación y luego como federación, no me detendré a explicar las características de ese proceso porque no es a lo que venimos; pero sí quiero decir que ejerció sobre los mexicanos constituyentes un enorme atractivo.

 

Y, para complementar esto, una de las figuras clave del Congreso Constituyente de 24, Servando Teresa de Mier, a quien por cierto no gustaba que le dijeran Fray, porque había dejado la profesión eclesiástica y hoy seguimos llamándole Fray Cervando, cuando él se llamaba a sí mismo Servando Teresa de Mier, había vivido en Estados Unidos y había elaborado un memorial dirigido desde 1821 a los caudillos o líderes de la Independencia mexicana, explicándoles con detalle cómo funcionaba el sistema constitucional estadounidense.

 

Él estuvo después, como muchos otros eminentes mexicanos, en el Congreso Constituyente, y representó una fuente de conocimiento de cómo funcionaban aquellas instituciones.

 

Hicimos muchas cosas parecidas a Estados Unidos, pero nos separamos en algunas que dieron lugar a las peculiaridades de nuestro sistema.

 

Por ejemplo, allá se habló de Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial; en tanto que en México hablamos de Poder Legislativo, Poder Judicial y, por alguna razón, Supremo Poder Ejecutivo.

 

Primera forma de desmarcarnos, porque aquí ya comenzamos a denotar la supremacía dentro de los órganos del poder separados, pero uno supremo.

 

En segundo lugar, también nos diferenciamos en cuanto a que Estados Unidos tomó en su Constitución una tradición que venía de Inglaterra, de la Revolución Gloriosa, que atribuía al parlamento la facultad de ser el órgano consultivo y de autorización de los actos de Gobierno, lo que le llamaban Advise and Consent, del parlamento, o sea, asesoramiento y consentimiento, y que toma también la Constitución estadounidense por influencia inglesa.

 

Esto lo separamos y en México las decisiones del Presidente desde 1824, se convirtieron en decisiones unipersonales, inconsultas e inapelables; otra importante diferencia con el constitucionalismo original estadounidense.

 

En tercer lugar, y a esto me voy a referir ahora, en Estados Unidos adoptó el concepto de Estado para las colonias, porque efectivamente en el 77, cuando conciertan el Acta de Confederación, cada una de las 13 colonias se convierte en un país soberano; por tanto, en un Estado.

 

Y eso sí, eran Estados libres y soberanos, eran repúblicas per se, eran países en el sentido político, y el sentido político de país es el de Estado.

 

Cuando advierten que esa organización es disfuncional, que los va a llevar a conflictos territoriales por disputas fronterizas, como se producían en Europa, y advierten que siendo 13, todos separados se volvían también vulnerables ante el espíritu de reconquista inglés que existía con relación a esas colonias, igual que el de España con relación a las colonias que se habían independizado.

 

Y tan es así, que en 1812 se da una guerra en Estados Unidos ya como federación e Inglaterra, y estuvieron muy cerca los ingleses, por cierto, de ganar esa nueva guerra, de reconquista.

 

Cuando advierten esta vulnerabilidad, resuelven dejar la confederación y convertirse en una sola federación, pero conservan su denominación de estados y conservan un elemento clave que todavía se extiende en cuanto a sus efectos hasta nuestra época en nuestro país, que se llamó “Guardia Nacional”.

 

Las guardias nacionales eran las fuerzas armadas disponibles por cada Estado, que se reservó la potestad cada Estado de conservar, al asociarse en federación con el resto del país, para casos extremos en los que fuera necesaria la defensa de su propia integridad.

 

Y es con este motivo que se forma una federación procedente de una confederación a la que acogen diferentes aspectos que estaban presentes en la vida de los estados soberanos, que decidían abdicar de su soberanía para integrarse en una sola unión, pero que, entre otras cosas, exigieron tener una cámara representativa de los Estados, y esa fue el Senado.

 

Y por eso los integrantes de la Cámara de representantes eran elegidos popularmente, pero los integrantes del Senado eran designados por los congresos de cada Estado; porque los representantes representaban, y por eso se adoptó ese nombre, a pueblo, y los senadores representaban a los estados, los intereses de los estados, para convertirse en guardianes de la soberanía que se convertía a partir de entonces en autonomía; dejaban de ser supremos, pero seguían teniendo facultades autorregulatorias, que se llaman autonomía.

 

Y aquí es donde ya comenzamos a tener una diferencia marcada, ya no sólo en el sistema presidencial sino también en la formación de la federación.

 

Y es aquí donde nosotros adoptamos una denominación que a todas luces no se justificaba.

 

Ciertamente en el proceso de construcción de la Constitución hubo áreas del país que exigieron la formación del Estado federal a trueque de, no siendo así, separarse del país y convertirse en estados autónomos.

 

Fue, por ejemplo, el caso de Jalisco, fue el caso de Oaxaca, fue el caso de Yucatán, que plantearon federalismo o independencia.

 

Pero nuestra formación federal obedeció a una fuerza centrífuga, esto es extender el poder hacia afuera; mientras que en Estados Unidos correspondió a un proceso centrípeto, el poder se había dispersado y la federación tuvo como propósito recuperarlo, recogerlo, coordinarlo.

 

Bien, hasta aquí pinceladas para precisar cómo se dieron nuestras diferencias y nuestras coincidencias.

 

Son muchas más, pero solamente voy ahora a algo que, de acuerdo con lo que nos señalaba la senadora Mora, debemos tener en cuenta en nuestro tiempo, porque hubo aspectos que sí se recogieron, hubo aspectos que se modificaron, como los que ya he comentado, y hubo aspectos que se omitieron.

 

Uno de los aspectos que se omitieron, tiene mucho que ver con lo que se produjo a lo largo del siglo XIX, con lo que se siguió produciendo a lo largo del siglo XX y con lo que se continúa produciendo a lo largo de lo que llevamos del siglo XXI; y es que a las entidades federativas, a diferencia de Estados Unidos, no se les dieron facultades de carácter fiscal.

 

La fiscalidad suele ser un tema que los constitucionalistas pasamos por alto; no tenemos por costumbre examinar el régimen fiscal como uno de los componentes políticos esenciales de un sistema constitucional.

 

Cuando hablamos de nuestro sistema presidencial, que ya sabemos tiene particularmente un origen reciente en la Constitución de 1917; digo reciente por sus características hipertrofiadas, pero viene, como ya señalé, desde 1824, ya señalándose en 24 como “Supremo Poder Ejecutivo”.

 

Curiosamente esta supremacía se reitera en la Constitución de 57 y se refrenda en la Constitución de 17.

 

¿Y qué pasa? Que lo hacemos válido; y efectivamente es supremo.

 

¿Por qué es supremo? Porque no hay relación de simetría entre el Supremo Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo a secas o el Poder Judicial a secas.

 

Hay una época en donde se justifica la preeminencia, que se llama 1917, perdonen que dé este salto cronológico.

 

En 1917, nuestros constituyentes fueron unos auténticos héroes, no sólo visionarios, como siempre los hemos visto, que también lo fueron.

 

Fueron heroicos, porque construyeron una Constitución, se dieron tiempo para centrarse, concentrarse en los problemas del país, debatirlos y plantear sus soluciones, con un país invadido militarmente por la primera potencia del mundo, porque el Ejército de Pershing se retiró del territorio mexicano el 5 de febrero de 1917, el mismo día en el que fue promulgada la Constitución; hasta entonces habían ocupado una parte del territorio mexicano.

 

Y en las 32 entidades federativas, incluidas los territorios entonces y el Distrito Federal, de las 32 entidades había sublevaciones en marcha en 21.

 

Había sublevaciones en Tamaulipas, en Nuevo León, en Chihuahua, en Durango, en Sonora, en Sinaloa, en Jalisco, en Oaxaca, en Morelos, en Guerrero, en Veracruz, en Chiapas, en Tabasco; el país estaba incendiado.

 

Y por eso cuando convoca el primer jefe al Constituyente, excluye a todas las fuerzas que estaban actuando en contra del poder, del Ejército constitucionalista y del constitucionalismo, y nuestro Congreso, siendo, como ya dije, visionario y heroico, no fue un Congreso plenamente representativo de la totalidad de las fuerzas políticas del país, porque quedaron excluidos expresamente por la convocatoria muchísimos mexicanos que no estuvieron presentes.

 

No estuvo el villismo, el zapatismo, el orozquismo, el felicismo, tantas y tantas fuerzas como había, como ya dije a ustedes, en el país; pero construyen un sistema que justamente está llamado a aplacar a ese país y, por tanto, dicen, necesitamos un sistema presidencial fuerte.

 

Y así se habló expresamente en el Congreso, acogiendo, en este sentido, las ideas planteadas por Emilio Rabasa, quien había sido un severo crítico de la Constitución del 57.

 

Y presidencialismo fuerte tuvimos y pacificaron al país los presidentes.

 

Si bien les llevó 20 años, la última rebelión, la del sevillismo en San Luis Potosí, fue domeñada en 1936; 20 años después de la vigencia de la Constitución.

 

Era explicable el presidencialismo fuerte; de otra manera, estábamos sentenciados a seguir viviendo en la turbulencia y en la Guerra Civil.

 

En el siglo XIX, pasó algo semejante.

 

La forma de construir al Federalismo que, entre otras cosas, modificó la elección del presidente, en Estados Unidos el presidente se elegía como se elige hoy, entonces no se los tengo que decir porque es el mismo procedimiento.

 

Pero los presidentes de México no eran elegidos por esa modalidad indirecta que aplica en los Estados Unidos, sino eran propuestos por los congresos de los estados, que solamente tenían una condición: proponer que entre sus propuestas hubiera por lo menos uno que no fuera oriundo del estado.

 

De manera que cada estado podía proponer a uno suyo y a uno ajeno, y entre los ajenos era donde coincidían la mayor parte de los nombres y quien calificaba era la Cámara de Diputados.

 

De manera que nuestro sistema presidencial parte del sistema caciquil, porque el dominio de las asambleas locales en los estados lo tenían los caciques que, por otra parte, en su mayoría o eran terratenientes o eran militares, o estaban altamente vinculados al clero; de manera que los presidentes eran elegidos por una constelación de fuerzas que incluían terratenientes, militares y clero, no pueblo.

 

Bien. Esta es sólo una diferencia con Estados Unidos donde, aunque fuera indirecta la elección, sí participaba el pueblo.

 

Y nos generó un presidencialismo, como ya sabemos, el de los Bustamantes y el de los Santa Annas; y luego el de Porfirio Díaz.

 

Bien. Esta es la cuenta que traemos pendiente; y esto se consolida en nuestro tiempo de manera pacífica, de manera, digamos, sensata, articulada, razonable, a través del sistema fiscal, y es un mecanismo imperceptible de control, pero muy eficaz.

 

Tenemos, desde la época del presidente López Portillo, una Ley de Coordinación Fiscal, que establece que el 20 por ciento del ingreso fiscal es el que se considera participable; y ese 20 por ciento se distribuye 16 para los estados, cuatro para los municipios, y queda un 80 por ciento del ingreso disponible para el Gobierno Federal.

 

También, desde la época del presidente López Portillo, tenemos una Ley de Presupuesto que faculta al presidente de la República para modificar un porcentaje determinado que sólo es el 5 por ciento del gasto posible para asignarlo a los proyectos que el propio Presidente determine, porque allí ya no intervienen ni la Cámara de Senadores ni la Cámara de Diputados.

 

Nada más que cuando hablamos de un presupuesto, como el actual, de nueve billones de pesos, que equivaldría en la nomenclatura americana a nueve trillones, o sea, son nueve millones de millones de pesos, el 5 por ciento es la friolera de 400 mil millones de pesos, y esa es la cartera de la que disponen los presidentes y han dispuesto tradicionalmente a lo largo de las décadas para asignar recursos a municipios y a estados.

 

¿En qué se traduce esto? En subordinación política.

 

La propensión hegemónica no está en el escenario electoral; la propensión hegemónica está en la construcción institucional del país.

 

Y la que más inadvertida ha pasado, es la estructura fiscal del Estado Mexicano, que es profundamente concentradora de potestades y que son ejercidas de manera recurrente y de manera infalible.

 

No hay nadie que esté dispuesto a sacrificar el desarrollo de su población, enfrentándose al poder de quien quiera que sea presidente del país, porque de esa relación depende que haya inversión pública federal, en adición a la que los propios estados pueden o deben recibir conforme a la ley que establece las participaciones.

 

Si hubiera un cambio en esa ley de coordinación y se invirtieran los términos y se dijera: “Es el 80 por ciento participable y el 20 por ciento reservado para la federación”, tendríamos otra República; pero, ojo, tendríamos otra República en la que los gobernadores, elegidos como lo son y con la suma de potestades que tienen, se convertirían en algo muchísimo peor e inimaginable por nosotros.

 

Si hoy tenemos cuadros de democracia en algunos estados, por fortuna, aquí hay una maravillosa gobernadora que se caracterizó justamente por su ejercicio democrático del poder, también los hay quienes tienen una vocación totalmente opuesta.

 

¿Esto qué significa? Que tenemos que reformar el ejercicio del poder en el ámbito federal, pero al mismo tiempo tenemos que reformar el ejercicio del poder en los ámbitos estatales, porque generalmente planteamos la reforma del Estado como una característica propia de la entidad máxima, de la entidad nacional federal; pero nos olvidamos que las pulsiones autoritarias y arbitrarias están presentes en cada una de nuestras entidades y que afloran o no, de acuerdo con el talante de quienes ejercen el poder, no de acuerdo con el arreglo institucional que debe ser homogéneo para todos.

 

Pero es evidente que no vamos a conseguir eso; y quizá tampoco sea deseable, por una razón importante.

 

Esto es, tenemos 20-80. La inversión 80-20 sonaría, desde el punto de vista de una distribución en la que no hubiera injerencias políticas, como la más recomendable; pero somos un país de desigualdad social clarísima, y el sistema tributario no sólo tiene una función política como la que acabo de mencionar, tiene también una función social, la de la redistribución de la riqueza.

 

Porque, si todo lo que se genera en Nuevo León, como se ha planteado, se quedara en Nuevo León, qué le espera a Oaxaca, a Guerrero, a Chiapas, para sólo mencionar tres ejemplos.

 

Entonces, eso tampoco es razonable, desde un punto de vista democrático.

 

Desde un punto de vista democrático sí convendría aumentar los porcentajes, pasar del 20 el monto distribuido o participativo, pasarlo del 20 al 25, hacerlo un cuarto de los ingresos nacionales no es nada del otro mundo y sí significaría una derrama importante para las entidades y los municipios; y permitiría seguir ejerciendo políticas de redistribución.

 

Pero hay otro factor que tenemos olvidado, y es que no hemos regresado a las entidades federativas facultades tributarias.

 

Miren ustedes, en México el ingreso por el impuesto predial, que es el que más se cobra en los estados, en este momento corresponde al 0.2 del PIB mexicano; eso es lo que ingresa por la vía predial.

 

Y tengamos en cuenta que estamos considerando urbes como México, Guadalajara, Monterrey y otra cincuentena de urbes, donde la posibilidad de ejercicio de la actualización del padrón y de la actualización de las contribuciones es un hecho, pero tenemos más de dos mil 300 municipios; la mayor parte carecen de facultades para la actualización del padrón y para la actualización de sus tarifas, por eso tenemos el 0.2 del PIB.

 

Fíjense ustedes, en otros estados federales, en Brasil tienen el 0.7 de ingreso predial los municipios; en Argentina el 0.5; en otros países federales también, Alemania e 1.5, frente al 0.2 de México; en Estados Unidos el 1 por ciento; en Bélgica, el 0.7 por ciento.

 

Si nos comparamos con América Latina, con países unitarios, en Chile es el 0.7 por ciento el ingreso procedente del predial; en Costa Rica es el 1 por ciento; en Panamá también es el 1 por ciento.

 

Nuestro rezago es monumental.

 

Y si vamos al ámbito de las facultades fiscales de los estados, nos encontramos que nuestros estados no tienen atribuciones fiscales, no tienen capacidad recaudatoria.

 

Se intentó y se abrió una clave en el artículo 73 constitucional, que no ha sido utilizada y que podría y debería ser ampliada.

 

Nosotros nos encontramos, por ejemplo, en el caso de California, con que ellos pueden imponer una renta, un impuesto a la renta, ingreso del 13.3 por ciento.

 

Florida ha optado por cero por ciento, y por eso es el Estado al que se van a refugiar todos los ancianos, como yo, ya jubilados, todavía no como yo, o yo todavía no como ellos, pero que se van allí porque allí pagan el cero por ciento.

 

En el caso de Nueva York, el impuesto del Estado a la renta es del 10.9, pero además la ciudad de Nueva York, por eso es la más cara de Estados Unidos, tiene también un impuesto a la renta del 3.9 por ciento del ingreso.

 

¿Qué quiere decir esto? Que es un Federalismo que está actuando, que está funcionando, en el cual las entidades federativas sí cuentan con participación del ingreso federal, sí cuentan con inversión del Gobierno federal, pero también ejercen su propia capacidad tributaria, y pueden con ello diseñar políticas de desarrollo efectivo y de bienestar real.

 

Voy a concluir, amigas y amigos, llevo 38 minutos abusando de su paciencia, para señalar que hace muchos años, para definir el régimen fiscal de México, se llevaron a cabo convenciones nacionales fiscales.

 

En el curso de 22 años, hubo tres: una en 1923, otra en 1933 y otra, la última, en 1947, allí se definieron estos mecanismos.

 

Bien, en 23 años hubo tres convenciones fiscales; la novedad es que en 77 años no ha habido ninguna nueva convención fiscal.

 

Y yo creo que este Senado es el espacio adecuado para convocar una nueva convención fiscal que genere mejores condiciones de distribución del poder económico y, por tanto, del poder político.

 

Voy a concluir, si me permite la señora senadora, con otra reflexión que también atañe al Senado, porque uno de nuestros problemas es ese hiperpresidencialismo que nos acompaña y que resulta ya asfixiante para la vida general del país; pero no es el único.

 

El otro gran problema que tenemos es el de la violencia y el de la violencia también tiene mucho que ver con el sistema federal, fundamentalmente porque nosotros tenemos una precaria distribución entre las atribuciones que corresponden a lo que llamamos fuero común y fuero federal, también producto de una construcción deficiente desde 1824.

 

¿Y qué ocurre con el fuero común y el fuero federal? Que es un arcaísmo.

 

Veamos, por ejemplo, que la Constitución establece que el presidente de la República sólo puede ser enjuiciado por delitos graves del fuero común, así dice la Constitución.

 

O sea, si el presidente de la República comete un delito de homicidio, es perseguible por el fuero común y puede ser enjuiciado; pero si el presidente de la República comete ese homicidio con un arma de alto calibre, reglamentaria, del Ejército Federal, resulta que ya no es del fuero común sino del fuero federal y, por tanto, queda impune, de acuerdo con la Constitución.

 

¿Qué significa? Que ya el concepto de fuero común y fuero federal es un concepto arcaico que sólo está sirviendo como coartada para la delincuencia organizada.

 

Y ya sabemos cómo salen buena parte de los delincuentes a quienes después por su salida se atribuye o imputa corrupción de la judicatura, cuando no es así.

 

Lo mejor que puede hacer un delincuente cuando es atrapado y cuando hay pruebas inocultables en su contra, es dejarse enjuiciar; y al final del juicio, cuando ya ha sido sentenciado, entonces sí recurrir al amparo y decir: “Yo maté y me procesó el fuero federal. Hay error en el fuero, debo ser puesto en libertad”, y lo ponen en libertad.

 

O al revés: “Yo maté. Usé una ametralladora, un cuerno de chivo y me procesó el fuero federal, pero era homicidio y debí haber sido enjuiciado por el fuero común”, y se le da la razón, porque en los dos casos puede aducirla, si es que tiene un buen abogado.

 

Tenemos que asumir que el fuero federal y el fuero común deben ser objeto de una revisión y ningún espacio mejor para llevarlo a cabo, convocando a un gran pleno de juristas de todo el país, que el Senado de la República, para determinar la pertinencia no de mantener o disolver el fuero, eso dejémoslo como está, pero avancemos lo que ya se inició también en el artículo 73 para determinar cuáles son los tipos de delito que se pueden perseguir simultáneamente por autoridades federales y por autoridades locales, y entonces sí que vamos a acabar con la impunidad.

 

Miren ustedes, hay un artículo que nunca ha sido tocado en la Constitución porque se considera irrelevante, el 120.

 

El artículo 120 de la Constitución dice: “Los titulares de los poderes ejecutivos de las entidades federativas, están obligados a publicar y hacer cumplir las leyes federales”, es todo lo que el artículo dice.

 

Este artículo cayó en desuso, ¿desde cuándo? Desde que los aviones comenzaron a llevar el Diario Oficial a todo el país; esto se generalizó particularmente en la década de los 50’s.

 

Y a partir de la década de los 50’s, en los estados comenzaron a publicar en sus diarios oficiales cada vez menos la legislación federal, sobre todo porque la legislación propendió a ser muy abundosa.

 

En la actualidad ni siquiera se imprimen los diarios oficiales, más que para efectos de documentación, porque todo mundo en todo el país consulta, llámese juez, llámese abogado, llámese notario, llámese profesor, llámese estudiante, llámese ciudadano interesado, se consulta en línea; entonces, ya los gobernadores no cumplen con el 120.

 

Sí, nada más que el 120 contiene dos hipótesis: Una, los gobernadores están obligados a publicar; y dos, los gobernadores están obligados a hacer cumplir las leyes federales.

 

Y amigas, amigos, esto último no está pasando, porque no hemos redefinido lo que entendemos por fuero común y por fuero federal.

 

Por tanto, en este formidable Segundo Centenario del Senado y este magnífico Sesquicentenario de su restablecimiento, me atrevo a proponer a las señoras senadoras y a los señores senadores que consideren la posibilidad de convocar sendas reuniones, una convención fiscal y una convención de juristas; y que nos ofrezcan dos de las soluciones que resultan más urgentes para mejorar nuestra gobernabilidad, mejorar nuestra democracia y mejorar nuestro Federalismo.

 

Les agradezco muchísimo su paciencia.

 

MAESTRO MICHAEL ROLLA NEGRETE CÁRDENAS: Agradecemos encarecidamente la participación del doctor Diego Valadés.

 

Sus reflexiones serán, sin duda serán sumamente valiosas para esta Cámara, justamente en el marco de los festejos del Bicentenario de su instauración y el Sesquicentenario de su restauración.

 

Yo soy un convencido de que solamente el conocimiento acucioso del origen y el devenir histórico de las instituciones permite analizaras críticamente, y es justamente lo que nos ha permitido la charla del doctor Valadés.

 

Ver cómo, a pesar de que nuestras instituciones y nuestro sistema de ha gestado en parte mayoritaria por implantes, trasplantes que vienen por tradición jurídica del derecho continental, pero por situación geográfica por influencia de Estados Unidos; a pesar de ello, son realmente las condiciones políticas, sociales e históricas de nuestro propio país las que le han dado su propia identidad.

 

Así vemos cómo, por ejemplo, la desaparición de poderes, la división de poderes, perdón, que viene del constitucionalismo norteamericano, llega aquí con una relación de asimetría.

 

O cómo el Federalismo viene con ciertas deficiencias como la falta de capacidad de las entidades federativas en materia recaudatoria.

 

Bueno. Agradecemos muchísimo todas estas reflexiones.

 

Hemos recibido muchas preguntas; varias de ellas son coincidentes esencialmente, por lo que me he permitido concentrarlas y concatenarlas.

 

Y, bueno, debo decir que su participación, doctor, fue realmente muy completa y muy puntual, de tal manera que realmente varios de los cuestionamientos de la audiencia usted ya ha anticipado su opinión, de alguna manera; pero bueno, el interés del público nos permite escuchar de manera más profunda algunos aspectos que usted quiera profundizar.

 

Si le parece bien, podemos hacer dos rondas con baterías de dos o tres preguntas concentradas.

 

La primera de ellas sería de la siguiente tercia de preguntas:

 

¿Si considera usted que es compatible un sistema federal en un sistema político en el que existe un desequilibrio de poderes, en el que el Ejecutivo está más cargado que los otros dos?

 

Enseguida preguntan: ¿Cuál sería puntualmente su diagnóstico sobre el futuro del federalismo mexicano?

 

Y, en relación con lo mismo, ¿si usted considera que el federalismo mexicano debería ser replanteado para perfeccionarse o que incluso cabría el plantear desaparecerlo?

 

Comenzaríamos con esta ronda, doctor, si nos lo permite.

 

El micrófono es de usted, muchas gracias.

 

DOCTOR DIEGO VALADÉS RÍOS: ¿Desde aquí está bien?

 

MAESTRO MICHAEL ROLLA NEGRETE CÁRDENAS: Como usted guste.

 

DOCTOR DIEGO VALADÉS RÍOS: Bien. Con relación al primero, el sistema federal y el sistema de separación de poderes.

 

El Federalismo representa una de las mejores opciones para el ejercicio de la separación de poderes, como lo concibió tradicionalmente, digamos, es lo que todos aprendimos en la escuela, la separación tripartita: Ejecutivo, Legislativo, Judicial; es, digamos, la convencional, porque todavía no existía cuando escribió Montesquieu un sistema federal.

 

Existía sí una experiencia interesante en Países Bajos, allí fue donde se formó por primera vez una institución semejante a la que ahora conocemos, con lo que se llamó “Provincias Unidas de los Países Bajos”.

 

Justamente los Países Bajos, entre los cuales está lo que ahora es Bélgica y Holanda, que es prácticamente el que conserva la denominación de Países Bajos, se asociaron los diferentes fragmentos o los diferentes estados que lo componían fundamentalmente para luchar contra la intromisión española que los tenía colonizados; y surgió esta unión de países que se llamó Países Unidos de Países Bajos.

 

De la cual tomaron Estados Unidos la denominación de Estados Unidos de América.

 

¿Qué surge con el Federalismo? Esto no fue considerado todavía por Montesquieu, era muy insipiente.

 

¿Qué surge? Una nueva forma de control.

 

El control que se ejerce de manera ya no horizontal entre los órganos del poder Legislativo, Ejecutivo, Judicial, sino vertical; para que la federación sea controladora de lo que pasa en el orden del comportamiento de las entidades federativas. Y las entidades federativas, a su vez, controlen al sistema federal, a las autoridades federales.

 

De manera que lejos de sobrar o de estorbarse, se complementan; con la circunstancia de que también dentro de los propios estados debe darse ese mismo juego de poderes entre el Ejecutivo, Legislativo y Judicial local, con el control vertical de la organización municipal. De manera que se puede establecer un sistema muy completo de controles políticos eficientes, con la única condición de que estén bien diseñados para que no se entorpezcan.

 

Los controles son para coadyuvar y mejorar el funcionamiento de los órganos del poder, no para afectarlo o entorpecerlo.

 

La segunda pregunta, ¿qué le falta al Federalismo mexicano?

 

Mucho. Yo apunté solamente un par de cuestiones, me centré en lo fiscal y me centré en los fueros. Pero por ejemplo, nuestras entidades federativas tienen prohibido expresamente, establecer tratados internacionales, y esto está bien en tanto que se proscriban los tratados internacionales que impliquen una carga económica para el Estado federal o para la entidad federativa; o bien que tengan por objeto aspectos que están evidentemente al margen de las entidades federativas, que sean tratados de carácter militar, por ejemplo.

 

Pero ¿qué está pasando en el mundo?

 

El mundo tiene torrentes de millones de dólares y de euros disponibles para cooperación internacional, y la mayor parte de los Estados federados o federales, digamos Bélgica, Alemania, Austria, Canadá, Argentina, en América Latina; han establecido la posibilidad de que las entidades federativas participen de esos fondos de ayuda internacional a través de tratados que puedan llevar a cabo. De manera que se trata de tratados para la asistencia técnica o para el desarrollo, para la promoción del desarrollo económico y no hay por qué negarles a las entidades federativas esa posibilidad.

 

Otra, es la de un Federalismo más cooperativo. De suerte que los estados puedan organizarse entre sí a manera regional, para maximizar los recursos de los que disponen; de manera que en materia educativa, en materia ambiental puedan hacer esfuerzos colectivos.

 

Uno de los grandes problemas que estamos viviendo en México es el del agua. Es un tema federal, pero también exigiría formas de cooperación para racionalización del uso del agua entre las propias entidades federativas.

 

De manera que he señalado sólo un par de ejemplos, conforme a los cuales el federalismo mexicano tiene que modernizarse para darle más facultades a las entidades federativas.

 

MAESTRO MICHAEL ROLLA NEGRETE CÁRDENAS: Muchísimas gracias, doctor.

 

Aprovecho para comentarle al público que las reflexiones que nos ha dado el doctor a través de esta conferencia van a ser publicadas en una obra, que será editada en conjunto por el Instituto Belisario Domínguez y la Mesa Directiva del Senado de la República, y estará próximamente disponible para descarga, en las páginas oficiales.

 

Seguiré con la siguiente batería de preguntas, doctor.

 

Hablando ya concretamente del Senado de la República, ¿cuál es su diagnóstico sobre la institución como representante del federalismo? Más puntualmente preguntan, ¿qué piensa usted sobre las numerosas reformas que se han hecho al artículo 73º de la Constitución y si respecto del Senado, usted considera que tiene un margen de acción actualmente para fortalecer el federalismo o si es necesaria una reforma al Senado, para tal efecto?

 

El micrófono es suyo. Muchas gracias.

 

DOCTOR DIEGO VALADÉS RÍOS: Muchas gracias.

 

En efecto, el Senado en México desde el año 74, no fue propiamente un cuerpo colegiado representativo de las entidades federativas, por una razón: porque desde el 74 hay senador por el Distrito Federal.

 

En Estados Unidos, el distrito de Columbia no tiene representación en el Senado, el Senado corresponde al llamado Pacto Federal, y en ese no está incluido la ciudad capital, porque la capitalidad es general, es para toda la unión.

 

Aun así, lo que tiene el Senado como característica es que es un cuerpo representativo de la nación; esto es, tanto la Cámara de Senadores cuanto la Cámara de Diputados, son órganos representativos de la nación. Esto se fortalece por el hecho de que ya no solamente tenemos senadores por entidades federativas, sino también senadores por una circunscripción única.

 

Desde mi punto de vista, la representación nacional que ejerce el Senado es muy positiva, y yo sí me inclino porque se mantenga este carácter de senadores de mayoría, senadores de primera minoría y senadores de representación proporcional; porque contribuye a la efectivación del pluralismo político en el país. Entre más senadores haya con estas características, más posibilidades existen de que diferentes fuerzas políticas del país estén representadas en el Senado.

 

Dicho esto, paso a la segunda parte de la pregunta, ¿qué facultades o qué cambios sugeriría yo hacer en el Senado?

 

Sugiero dos muy importantes, que involucran al Senado y a la Cámara de Diputados. Creo que el Senado también debe participar en la determinación del presupuesto, no solamente la Cámara de Diputados.

 

Y creo que la Cámara de Diputados también debe participar en la deliberación de los tratados internacionales, no solamente el Senado.

 

¿Por qué?

 

Porque nuestros tratados internacionales tienen jerarquía superior al de las leyes federales, y sí resulta asimétrico que las leyes federales sean aprobadas por ambas Cámaras; pero una disposición normativa supraordinada a la ley, sólo es aprobada por el Senado. Esto rompe la relación de simetría entre ambas Cámaras.

 

Y en cuanto al presupuesto, el hecho de que se discutan las partidas del presupuesto sólo entre diputados, sin tener en cuenta el criterio de los senadores, que también son representantes de la nación y en muy buena forma, muchos representantes de las entidades federativas que no tengan voz en ese proceso, me parece que también rompe con la simetría entre los integrantes del Congreso.

 

Uno de nuestros problemas centrales en la reforma del Estado mexicano, consiste en que haya mayor simetría en la relación entre los órganos, no sólo entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial; sino también intraorgánica, o sea, dentro de las propias Cámaras.

 

De manera que sí, creo que hay mucho por hacer en ese sentido, y todo a favor de la democracia; nada de esto mermaría la estructura democrática del Estado, sino que la fortalecería, desde mi punto de vista.

 

MAESTRO MICHAEL ROLLA NEGRETE CÁRDENAS: Muchísimas gracias, doctor.

 

A continuación, tenemos un mensaje de la distinguida senadora Beatriz Paredes Rangel.

 

SENADORA BEATRIZ PAREDES RANGEL: Gracias.

 

De ninguna manera es un mensaje, mensaje es una expresión muy seria. Gracias.

 

Es un breve comentario. Un breve comentario, motivada por la espléndida exposición del distinguido ponente, el doctor Diego Valadés; disculpándome, primero, con los asistentes, con la presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores, por no haber llegado al inicio, con Rodrigo; estábamos conduciendo un foro del Gilberto Bosques sobre migración.

 

Mil disculpas, Diego, que terminó unos minutos después del inicio de esta sesión.

 

Primero, felicitar a la Mesa Directiva del Senado y al Instituto Belisario Domínguez, por el conjunto de eventos que se están realizando con motivo de la conmemoración del aniversario 200 de la fundación del Senado. Y para mí es extraordinario que se haya iniciado esta serie de reflexiones, de encuentros, con la intervención del doctor Valadés.

 

Diego Valadés es, sin duda, una de las mentes más lúcidas del México contemporáneo, un gran jurista; pero particularmente un hombre comprometido con la reflexión de la prospectiva democrática del Estado mexicano. Es una persona de las dimensiones de los mejores mexicanos y hago remembranza en él, de un amigo mutuo, muy querido, Porfirio Muñoz Ledo.

 

 Diego y yo tenemos la feliz circunstancia de haber coincidido en la Cámara de Diputados y de compartir una perspectiva similar sobre el desarrollo de la transición democrática de nuestro país, y preocupaciones también similares.

 

Hago este comentario y al mismo tiempo, querido Diego, quisiera formularte una pregunta final, de mi parte.

 

Un poco si piensas que el país tiene perspectivas de encontrar soluciones a sus problemas, si no es un país que fortalezca el federalismo y a sus tres poderes. Si tenemos destino viable en una ruta en donde se reproduzca el presidencialismo en el siglo XXI.

 

Quiero decirles que tanto Diego como yo, participamos en una etapa de presidencialismo exacerbado y desde entonces somos muy críticos del presidencialismo. No es una crítica circunstancial ni tiene que ver con una visión partidista; al contrario, yo soy militante de un partido muy presidencialista y siempre he estado distante de esa visión.

 

Pero, el diseño presidencialista del siglo XIX y el diseño presidencialista, producto de la Revolución Mexicana y acendrado en los 30, que es una de las cosas que no coincido, de las pocas cosas en las que no coincido con el Cardenismo, tenía que ver con un país de 30 millones de habitantes, 28 millones de habitantes.

 

Somos un país de 130 millones de habitantes, con una multiplicidad de problemas y en donde se han acentuado la problemática regional, las características regionales, pero también las capacidades regionales. Y yo de repente siento que el presidencialismo nos asfixia, asfixia a las regiones.

 

Pero, me gustaría, en una prospectiva de esta situación inerme del federalismo y reducida de la potestad de los tres Poderes; si el rumbo del país sigue siendo centralista y presidencialista, ¿cuál es la prospectiva que percibes?

 

Gracias. Y muchas gracias al Instituto y a ustedes por esta organización.

 

DOCTOR DIEGO VALADÉS RÍOS: Querida y admirada amiga, Beatriz Paredes, en efecto, ya hemos recorrido largas décadas de comentarios y de experiencias que nos han vinculado, en lo personal como amigos entrañables y fraternos; pero también hemos comulgado en la misma medida y criterios y conceptos y objetivos de carácter institucional y democrático.

 

Gracias por esta pregunta, y gracias una vez más, a quienes han tenido la paciencia de escucharme. Gracias en especial, al Senado de la República por haberme dado esta privilegiada oportunidad de intervenir en este ciclo tan promisorio.

 

Me siento muy orgulloso y muy honrado, como mexicano, de estar aquí en esta Casa de la libertad de palabra, de la libertad de pensamiento y de la libertad de imaginación institucional; porque eso es lo que representan las senadoras, los senadores y quienes los acompañan en los grandes trabajos que hacen de manera cotidiana.

 

Quiero decir a ustedes, con relación a la pregunta tan inteligente que formula la senadora Paredes, que soy un optimista no en el sentido que tradicionalmente se le da, de que se trata de un pesimista mal informado. No, mi optimismo parte de que constato lo que todos los días los mexicanos estamos viendo.

 

Ciertamente, estamos con muchos problemas, ciertamente estamos viviendo que se caracterizan, según unos o según otros, por enfrentamientos, polémicas, disquisiciones e inclusive animosidades que podrían ser prescindibles.

 

Pero lo importante, es que esta sociedad es de tal manera madura, consciente, seria, responsable; que puede vivir todos los procesos políticos, aun los de mayor tensión, como los que estamos en este momento advirtiendo.

 

Y creo, por otra parte, que la sociedad mexicana ha venido madurando de una manera tal, que justamente por eso es ahora y quizá por eso no fue cuando mi entrañable amiga Beatriz y yo, comenzamos a hablar del tema, cuando estamos ya en una etapa de madurez para hacer los cambios de régimen que necesitamos.

 

Ciertamente llevamos hablando de esto más de 40 años, pero eran diferentes las condiciones del país: era un país mucho más complaciente, no digo de manera alguna que haya sido sumiso, pero sí estaba acomodado a condiciones de bonanza que hacían que los temas políticos parecieran como dispensables, como prescindibles.

 

Hoy, el debate del país se centra en la democracia. Hoy, el debate del país se centra en la función que los partidos tienen para esa democracia, recientemente la propia senadores ha sido muy crítica con la totalidad de los partidos, diciendo que todos necesitan una revisión y que necesitamos un nuevo régimen de partidos en el país.

 

Ciertamente, estamos llegando a un punto en el que necesitamos la renovación completa del panorama institucional; pero estamos llegando cuando ya hay una ciudadanía que puede hacerlo.

 

Concluyo diciendo, recurriendo a dos eminentes personajes de nuestra historia. En 1916, al inaugurar el Congreso Constituyente de 1916-17, Venustiano Carranza dijo que México no estaba preparado para tener un sistema que no fuera el presidencial, porque carecía de dirigentes políticos, de partidos políticos y de ciudadanía avezada en la selección democrática.

 

Eso que dijo en 1916, era cierto en 16; ya no está vigente hoy.

 

Y otro, Morelos, justamente cuando es aprobada la Constitución de Apatzingán, cuando tienen que integrarse los órganos del Estado, cuando tiene que ser elegido un Congreso nacional y tiene que ser designada una Corte, la primera del país; Morelos dijo, en plena  guerra, en 1814, perseguido como andaba, el país fracturado como estaba y apenas con unos cuantos enclaves ya vigentes, en donde ya estaba vigente la independencia o por lo menos el movimiento independentista había triunfado; dijo: no teman mexicanos, encontraremos a quienes sepan guiarnos, a quienes sepan integrar un buen Congreso y una buena Corte y un buen Gobierno, porque México siempre encontrará a las personas que necesite, en el momento que lo requiera.

 

Y hoy reitero esas palabras de Morelos.

 

Muchas gracias.

 

MAESTRO MICHAEL ROLLA NEGRETE CÁRDENAS: Nuevamente, muchas gracias, doctor.

 

Estamos llegando al fin de este gran evento. Antes de ello, a nombre de la senadora Ana Lilia Rivera Rivera, presidenta de la Mesa Directiva del Senado; y del senador Manuel Añorve Baños, presidente del Instituto Belisario Domínguez, se le hará la entrega de un reconocimiento a cargo de la senadora Elvia Marcela Mora Arellano, secretaria de la Mesa Directiva.

 

SENADORA ELVIA MARCELA MORA ARELLANO: Quiero agradecer profundamente la magnífica exposición, el cúmulo de saberes y la generosa oportunidad de tenerlo hoy aquí.

 

Quiero decirles que el doctor Valadés fue uno de los primeros que el día 8 de marzo expuso y señaló la terrible, cómo decirlo, condenó los terribles actos que pudimos constatar en la Plaza de Zacatecas. Y, el tino de llamar y contestar a un secretario de gobierno, que lastimosamente hizo declaraciones poco afortunadas; de verdad, mi admiración y mi agradecimiento.

 

Búsquenlo, vale mucho la pena que lo lean, porque básicamente señala, pone los puntos sobre las íes.

 

Pero también trae en los festejos del Bicentenario de la instauración del y el sesquicentenario de la restauración, la seriedad y la importancia de hablar de una institución como es el Senado de la República.

 

Y yo le quiero agradecer también, porque lo sigo con detenimiento y quiero ahora, si usted me lo permite, hacer un comentario que además usted lo puso público, lo tengo por aquí:

 

“En el nuevo discurso público, se está generalizando el uso desenfadado de voces altisonantes que suscitan hilaridad. Los protagonistas se divierten, pero no es eso lo que necesitamos 130 millones de personas; no se les pide que sean solemnes, sólo que no sean frívolos: gobernar es un asunto serio”.

 

Lo dejo para la reflexión y para que recordemos que el Senado de la República es una de las instituciones más importantes, más allá de los fallos y más allá de las personas. Que siga siendo este, un espacio en donde el consenso, el diálogo y la democracia priven.

 

Muchas gracias a todas y todos.

 

Y quiero entregarle, doctor, a nombre de la Mesa Directiva, este reconocimiento por ser usted quien inaugura, junto con la Lotería Nacional, los festejos del bicentenario y el sesquicentenario de este Senado de la República.

 

Enhorabuena y muchas gracias. Nos viste de lujo, gracias.

 

DOCTOR DIEGO VALADÉS RÍOS: Me ha emocionado, senadora. Gracias.

 

(ENTREGA DE RECONOCIMIENTO)