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Versión estenográfica de la Conmemoración del 107 Aniversario de la Promulgación de la Constitución de 1917, llevada a cabo en el Teatro de la República.

 

PRESENTADOR: Preside esta ceremonia conmemorativa al 107 Aniversario de la Promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la secretaria de Gobernación, maestra Luisa María Alcalde Luján.

 

PRESENTADORA: Integran el presídium, el ministro Alberto Pérez Dayán, representante del Poder Judicial de la Federación.

 

PRESENTADOR: Diputada Marcela Guerra Castillo, presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.

 

PRESENTADORA: Licenciado Mauricio Kuri González, gobernador del estado de Querétaro.

 

PRESENTADOR: Senadora Ana Lilia Rivera Rivera, presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores.

 

PRESENTADORA: General Luis Cresencio Sandoval González, Secretario de la Defensa Nacional y Alto Mando del Ejército y Fuerza Aérea.

 

PRESENTADOR: Almirante José Rafael Ojeda Durán, Secretario de Marina y Alto Mando de la Armada de México.

 

PRESENTADORA: Licenciada Rosa Icela Rodríguez Velázquez, Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana.

 

PRESENTADOR: Y maestra Alicia Bárcena Ibarra, Secretaria de Relaciones Exteriores.

 

PRESENTADORA: También contamos con la distinguida presencia de gobernadoras y gobernadores de las diferentes entidades federativas de la nación.

 

PRESENTADOR: Así como invitados especiales y representantes de medios de comunicación.

 

Reciban todos la más cordial bienvenida.

 

PRESENTADORA: El licenciado Mauricio Kuri González, gobernador del estado de Querétaro, hará uso de la palabra.

 

GOBERNADOR MAURICIO KURI GONZÁLEZ: Muchas gracias.

 

Muy buenos días tengan todas y todos ustedes.

 

Saludo con muchísimo gusto a la maestra Luisa María Alcalde Luján, Secretaría de Gobernación y representante del licenciado Andrés Manuel López Obrador, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, a quien le pido que por su conducto lo salude y que le manda un fuerte abrazo el pueblo queretano.

 

A la senadora Ana Lilia Rivera Rivera, presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República.

 

A la diputada Marcela Guerra Castillo, presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.

 

Al maestro Alberto Pérez Dayán, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en representación de la ministra Norma Lucía Piña Hernández, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

 

A las y los gobernadores.

 

A la maestra María Teresa Jiménez Esquivel, gobernadora de Aguascalientes.

 

Al maestro Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, de Guanajuato.

 

Al licenciado Sergio Salomón Céspedes Peregrina, del estado de Puebla.

 

Al doctor Rubén Rocha Moya, del estado de Sinaloa.

 

Al doctor Américo Villarreal Anaya, de Tamaulipas.

 

A la licenciada Lorena Cuéllar Cisneros, de Tlaxcala.

 

A las y los senadores de la República; diputadas y diputados federales que nos acompañan.

 

A mi hijo Mauricio.

 

Al General Luis Cresencio Sandoval González, Secretario de la Defensa Nacional.

 

Al Almirante José Rafael Ojeda Durán, Secretario de Marina.

 

A la licenciada Rosa Icela Rodríguez Velázquez, Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana.

 

A la licenciada Alicia Bárcena Ibarra, Secretaria de Relaciones Exteriores.

 

Al maestro Miguel Ángel Maciel Torres, Secretario de Energía.

 

A los integrantes del Gabinete del Gobierno de México.

 

A los exgobernadores del estado de Querétaro.

 

Con mucho cariño, al doctor Mariano Palacios Alcocer.

 

Al doctor Enrique Burgos García.

 

Al licenciado José Eduardo Calzada Rovirosa.

 

Al diputado Luis Gerardo Ángeles Herrera, presidente de la Mesa Directiva de esta Legislatura en el estado.

 

Magistradas, magistrados; diputadas y diputados locales.

 

Al Presidente Municipal de Querétaro, Luis Bernardo Nava Guerrero.

 

A la doctora Silvia Lorena Maya Llano, rectora de la Universidad Autónoma de Querétaro.

 

Presidentas y presidentes de Cámaras, colegios, organismos autónomos, asociaciones civiles, autoridades educativas y medios de comunicación.

 

A los integrantes de mi Gabinete.

 

Y a quienes nos acompañan de manera virtual, muchas gracias por estar acá el día de hoy.

 

Hoy, hoy celebramos un aniversario más de nuestra Constitución Política, que es un documento que define a nuestra convivencia como Nación.

 

La Constitución, surge de la necesidad de renovar la vida pública, de concretar los anhelos del pueblo, hechos revolución, y de pacificar al país.

 

Renovar la vida pública no era sólo una necesidad, era una urgencia. El porfiriato había centralizado el poder, asfixiado la libertad y clausurado la movilidad social. México, desfallecía de hambre de pan, pero también de hambre de libertad.

 

Concretar los sueños revolucionarios, era aproximar a las y los mexicanos a la justicia, a la igualdad, a la democracia y a la reconciliación.

 

Y es que no debemos olvidar que el movimiento armado de 1910 comienza siendo esencialmente político, bajo una propuesta impecable y vigente hasta la fecha; sufragio efectivo, no reelección.

 

Pero, Madero, al llegar al poder, olvida el reclamo social que le dio el respaldo del México popular, necesitado y agraviado. Eso, lo aprovecha la facción más miserable para ejecutarlo.

 

En una paradoja fascinante, la violencia que desata el magnicidio sólo equipara a su poder destructivo a su poder de renovación.

 

Tras la guerra de facciones, la Constitución llega para pacificar. El texto se erige sobre un millón de muertos, un saldo terrible de la confrontación entre hermanos.

 

En estas tres premisas; renovación de la vida pública, hacer de la Revolución la ley, y pacificar a México, se funda el país que hoy tenemos. Esta fecha nos invita a no olvidarla.

 

La historia se repite para aquellos que no aprenden sus lecciones. No es posible tener un país en concordia sin democracia, sin libertad y tampoco sin justicia social.

 

Libertad e igualdad no se contraponen, se complementan. Democracia y reforma social, sólo sobreviven si van juntas. La confrontación en México siempre ha sido brutal, una erupción que consume y avasalla.

 

Por el desacuerdo, se pierde el impulso inicial de la Independencia. Por él, se nos arrebata medio país. Por él, México pierde tras la Revolución, dos décadas de desarrollo.

 

La Constitución de 1917 surge como un esfuerzo de la necesidad, pero también del talento, de la urgencia, pero también de la ponderación.

 

En este Recinto, se dieron los grandes debates que concluyeron en la Constitución, que hoy los poderes públicos juramos guardar y hacer guardar.

 

El derecho, no es una ciencia inmóvil, no puede serlo. El ser humano cambia cada día, las sociedades también.

 

El mundo de hace una década, es muy diferente al mundo que tenemos el día de hoy. La realidad, impone que el marco jurídico se adapte a la realidad siempre cambiante.

 

Bajo esta verdad, sin embargo, debemos hacer un llamado para que la sustancia de la Carta Magna se mantenga vigente; aquello que los federalistas norteamericanos llamaron el espíritu de la Nación. Persiste en el núcleo de la Constitución de 1917.

 

No es posible cejar en la búsqueda de la justicia social, porque somos un país de contrastes, a menudo, muy vergonzosos, siempre inaceptables.

 

El país se parte entre quienes tienen mucho y quienes no tienen nada. Imposible no reconocer la necesidad de buscar nuevas fórmulas para acortar las brechas que nos separan.

 

La ayuda social es imprescindible, un acto de justicia y acaso de bondad. Pero la ayuda, ni puede ser definitiva, ni tampoco eterna; su validez sólo se justifica si va a acompañada de educación para el conocimiento; de salud para el bienestar y de empleo para la dignidad.

 

Ayer, como hoy, las familias anhelan la pacificación de la República. Parafraseando a Edmundo Valadés, “la muerte tiene que dejar de tener permiso de recorrer la geografía nacional”. Ya no más.

 

La libertad y la democracia siguen siendo la única vía transitable para transformar a México; aquel anhelo maderista sigue vigente; Sufragio efectivo, no reelección.

 

Que la gente se exprese, se organice, critique, vote; y que su voto cuente y se respete. Esa es la gran contribución de la Constitución de 1917; la libertad no puede sustituirse bajo la promesa de igualdad, la democracia no es canjeable por justicia social, los contrapesos no entorpecen; facilitan porque limitan, porque iluminan, porque dan voz a las ideas de otros.

 

La permanencia de un entramado de instituciones autónomas, no son excluyentes, sino complemento imprescindible de un modelo mejor de país, uno que nos dé libertad con igualdad, democracia con progreso y concordia; para que juntas y juntos construyamos el bien común que le urge a nuestra nación.

 

Señoras y señores:

 

No hay mejor momento que, este para hacerle un llamado a la mesura, para convocar a la unidad y a la reflexión.

 

Se renovarán los poderes públicos para que prosigan los procesos históricos de nuestra nación. Una elección no es una confrontación entre hermanos.

 

Desde aquí, convocamos a la unidad y a la concordia, al respeto y a la tolerancia; demostremos con nuestra actitud que seguimos celebrando la Constitución de la mejor forma; guardarla y hacerla guardar.

 

Muchas, pero muchas gracias.

 

PRESENTADOR: Hace uso de la palabra, el ministro Alberto Pérez Dayán, representante del Poder Judicial de la Federación.

 

MINISTRO ALBERTO PÉREZ DAYÁN: Maestra Luisa María Alcalde Luján, secretaria de Gobernación y representante del licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

 

Señora diputada Marcela Guerra Castillo, presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.

 

Señora senadora Ana Lilia Rivera Rivera, presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República.

 

Licenciado Mauricio Kuri González, gobernador constitucional del estado de Querétaro.

 

Señoras, señores secretarios de Estado.

 

Señoras gobernadoras, señores gobernadores.

 

Señoras y señores:

 

Como cada año, representantes de los tres Poderes de la Unión, concurrimos a conmemorar un aniversario más de la Promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917.

 

Nuestra Carta Magna, ya con 107 años de vida, es el resultado de un largo proceso de sedimentación social con raíces en los principios del movimiento independentista.

 

“Pondrán jueces buenos que les administren con desinterés la justicia”, rezaba el manifiesto del Congreso de Chilpancingo, del 6 de noviembre de 1813 y que trascendió hasta el espíritu de 1917.

 

En el ámbito de la judicatura, la ley fundamental de México preserva la esencia del decreto constitucional de Apatzingán de 1814, que definió a la ley como la expresión de la voluntad general en orden a la felicidad común; y que, destacadamente, contenía preceptos que enaltecían las responsabilidades de la función judicial al disponer que los integrantes del Supremo Tribunal requerían de buena reputación, patriotismo acreditado con servicios positivos y luces no vulgares para desempeñar las augustas funciones de este empleo.

 

La ya bicentenaria Constitución de 1824, marcó el sendero republicano, federal y democrático de nuestro país.

 

En la división de Poderes, fincó todo su andamiaje confiando su eficacia en la conducta respetuosa de los poderes y la separación de las funciones públicas.

 

En palabras de Emilio Rabasa, con ella, con la Constitución de 1824, se llegó al punto más alto al que pudieran aspirar los pueblos, como institución política.

 

Estableció el reparto de la potestad pública, la organización del Legislativo y el Judicial como entidades fuertes y autónomas, y la independencia de los estados limitada exclusivamente por el interés superior de la nación.

 

La Constitución de 1857, con su espíritu liberal, apuntaló la República Federal y reconoció que los derechos del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales.

 

Fue justamente Juárez quien sostuvo que, con muy justo título, ha sido ésta, la Constitución de 1857, la bandera del pueblo mexicano.

 

Hace 107 años aquí, y bajo el liderazgo de Carranza, diputados de toda la República se reunieron para reformar, en principio, la Constitución de 1857.

 

Los debates suscitados en este recinto, condujeron a un nuevo documento.

 

Así, la redacción de la Ley fundamental de 1917 y su discusión, son parte ineludible del patrimonio jurídico y social que concentró el constitucionalismo mexicano, trascendiendo ahora ya un siglo de su vigencia. 

 

En esta tribuna y refiriéndose al Poder Judicial, Paulino Machorro y Narváez dijo:

 

“El magistrado no es igual al diputado o al senador. El magistrado es radicalmente distinto. Él no va en el ejercicio de sus funciones, a representar a la opinión pública, no va a representar a nadie, no lleva el criterio del elector; lleva el suyo propio. Simplemente se le nombra como persona en la cual se cree que se reúnen ciertos requisitos indispensables para llenar una función social”.

 

Continuaba diciendo; “Él tiene que obrar en su función precisa; obrar quizás hasta contra la opinión de los electores. La esencia misma de la magistratura es muy distinta de la función social que ejerce el representante político. Hay que alejar al Poder Judicial de la política y no arrojarlo al fondo de ella, para que no resulte un juego de las pasiones”.

 

Agrego yo; militancia y judicatura no son afines.

 

Estas palabras se repiten hoy en este recinto 107 años después.

 

Si como señala el jurista Miguel Godoy, el sentido de la Constitución debe ser construido y definido colectivamente entre el pueblo y las instituciones de la sociedad, es entonces donde cobran mayor importancia las palabras del primer jefe del Ejército Constitucionalista al Congreso Constituyente, que dijo: “Ahora sólo nos queda la obligación de ir a la práctica de la Ley Suprema que acaban de sancionar aquí, llevándola en nuestras manos como la enseña que nos hará grandes, justos y respetados entre los demás pueblos de la tierra”.

 

“La Constitución es una ley fundamental y así debe ser considerada por los jueces”, escribió Alexander Hamilton en 1788.

 

El Poder Judicial tiene perfectamente claras esas palabras y entiende que por encima de la Constitución no hay poder alguno, nada ni nadie. No permitamos que esto se olvide o se confunda.

 

Y es precisamente la Constitución Federal, ésta que ahora conmemoramos, la que dio a la Suprema Corte de Justicia de la Nación las facultades suficientes para invalidar cualquier acto que no las respete, independientemente de la fuente de la que provenga, electa o no electa, sin distinción alguna.

 

Bajo estas ideas, debemos coincidir todos considerando que los Tres Poderes de la Unión y sus integrantes, cualquiera que sea su origen, son democráticos al surgir precisamente del propio estamento constitucional. Aquí, ninguno es más democrático que el otro.

 

El Texto Supremo explica, en su artículo 3, que; “por democracia debemos entender no solamente aquella estructura jurídica y un régimen político, sino un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.

 

Cada sentencia del Poder Judicial que obliga a quienes no cumplen con el mandato de la Constitución o de la ley, a realizar lo que éstas prescriben, representa un acto democrático que honra la confianza popular en él depositada. En otras palabras; hacer cumplir la ley, es uno de los actos democráticos más genuinos del servicio público.

 

Defender a la Constitución es, defender al pueblo mismo, aunque no siempre se quiera atender así. Duele escucharlo, lo sé, pero más doloroso sería dejarlo pasar.

 

En el sistema dibujado por el Constituyente, reunido aquí hace más de un siglo, se entendió nítidamente que la participación ciudadana y la legitimación de las instituciones se entrelazan de manera indisoluble.

 

El Tribunal Constitucional, creado décadas más tarde, es el intérprete lúcido de la voluntad popular, materializada en la norma que le permite y obliga a asegurarse de la conformidad de las leyes y sus procesos de creación con los preceptos supremos.

 

De no atendernos, esa ley no es ley, y tampoco debe ser obedecida. Declarar su invalidez es la consecuencia de sus propios vicios. De esto, de esto no debe sorprenderse nadie.

 

Señora y señores:

 

Este Honorable Teatro de la República espera cada 5 de febrero a que los Poderes de la Unión, de cuerpo presente, rindan cuenta del ejercicio de su juramento constitucional.

 

De cara a la historia, demostrar que celosamente han guardado y que han hecho guardar la Constitución y las leyes que de ella emanan.

 

La cita aquí, entonces, es y debe seguir siendo ineludible frente al espíritu constituyente, inmortalizado en su Recinto histórico.

 

El Poder Judicial cumple su cita y da cuenta puntual de su encomienda con independencia, con autonomía, con honradez, con imparcialidad, libre de remordimientos y siempre comprometido con su vocación democrática.

 

No lo duden ni un momento. Hay Constitución.

 

¡Que viva la Constitución de México!

 

Muchas gracias.

 

PRESENTADORA: La diputada Marcela Guerra Castillo, presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, hará uso de la palabra.

 

DIPUTADA MARCELA GUERRA CASTILLO: Maestra Luisa María Alcalde, secretaria de Gobernación y representante del señor presidente Andrés Manuel López Obrador.

 

Honorable presídium.

 

Invitadas e invitados, todos, muy buenos días.

 

Querétaro representa el inicio de una nueva y promisoria etapa en la vida del país por ser sede del arreglo constitucional que sigue vigente en la nación.

 

Los aires que aquí circulan son los de la República, las libertades, la democracia y de la visión social emanada de la Revolución de 1910.

 

Aquí tuvo lugar nuestra narrativa republicana.

 

Se escenificaron en este espacio encuentros decisivos, diálogos enriquecedores, definiciones sustantivas y pronunciamientos que esclarecieron nuestro futuro.

 

Anidan en estas paredes de este recinto el ánimo, el fragor y la elocuencia discursiva de constituyentes como Heriberto Jara, Francisco Múgica, Félix Palavicini, entre otros.

 

Las sesiones preliminares para integrar el Congreso Constituyente de 1916 y 1917, se inauguraron el 21 de noviembre, en el marco de la evidente vocación revolucionaria que emanaba de la fecha icónica del día anterior.

 

La ocasión fue propicia para que un grupo de ciudadanos de la entidad sede, Querétaro, concurriera para invocarles; decirles que esta revolución se hizo para regenerar al pueblo, para levantar y ayudar a los necesitados, para redimir la raza indígena.

 

En ese marco, el Diputado Constituyente por Coahuila, Manuel Aguirre Berlanga, contestó para señalar, cito: “En estos momentos se elabora intensamente por la reconstrucción nacional, por convertir las promesas de la Revolución en instituciones sociales que han de borrar tantos errores y que han de encausar las energías patrias por un sendero del progreso, armonía y paz”.

 

Fueron 66 sesiones las empleadas, para que el Constituyente cumpliera su mandato y para hacerlo sin exceder el tiempo previsto e improrrogable de los meses, en lo que condujo a largas y extenuantes jornadas.

 

El Constituyente reunió a obreros, agricultores, mineros, ferrocarrileros, educadores, profesionistas, periodistas y luchadores sociales, todos electos por el voto popular e identificados por su mística y lealtad revolucionaria.

 

Divisas que marcaron su identidad a la mera manera casi de un partido y que exigió excluir a aquellos que hubiesen ayudado con las armas o servido en empleos públicos a los gobiernos o facciones hostiles a la causa constitucionalista.

 

El compromiso, espíritu y visión de los Constituyentes de Querétaro nos sigue irradiando e inspirando.

 

Su ejemplo es pauta y guía, y al mismo tiempo cima de una actitud que honró el espacio de la deliberación para llegar a acuerdos suscritos desde la óptica del interés nacional y de la libertad para interpretarlo en el debate.

 

Las discusiones y discursos que allí se pronunciaron, fueron ejemplo en cuanto a que transmitieron empeño y capacidad para convencer y ser convencidos.

 

Fue la Constitución de 1917 nuestro gran cemento para construir las bases de la nación y de los acuerdos que permiten procesar nuestras diferencias en la pluralidad política que nos hemos dado y en las libertades que hoy disfrutamos.

 

Hace más de un siglo los constituyentes se echaron a los hombros la tarea de encauzar las energías patrias por un sendero del progreso, armonía y paz.

 

Tuvieron el gran mérito de resolver el trazo fundamental hacia un destino que para mantenerse vigente exige a cada generación descifrar el papel que le toca edificar en las instituciones, en las normas y en la construcción del sistema político, y que mantenga la ruta y el objetivo diseñado desde entonces.

 

Sabemos que este cauce nunca está totalmente resuelto, pues su trayecto plantea amenazas reiteradas y consecuentemente el desafío de sortearlas, para afirmar la consolidación de la República representativa, de la República democrática, de la República federal y laica, que estamos llamados, todos, a construir por voluntad y mandato del pueblo.

 

En torno a ello existe y lo seguirá habiendo en el futuro, un intenso debate sobre las medidas para afirmar nuestro republicanismo en el sentido de dar plenitud a la división de contrapesos entre los poderes y del papel que juegan nuestras instituciones autónomas.

 

Dentro de este ámbito, el imperativo de animar la democracia deliberativa en la vida del Congreso y en la dinámica de las relaciones entre sociedad y gobierno.

 

También la obligación de consolidar el régimen democrático en el marco de una transición que perfecciona las normas electorales, pero que debe de poner énfasis equivalente en el régimen de gobierno para establecer así un presidencialismo acotado que conjure e impida el riesgo de una exacerbación autoritaria.

 

Ahí, la imperiosa necesidad de prospectar la más cabal expresión de nuestro federalismo, y para el impulso del desarrollo de las comunidades y regiones del país.

 

Dentro de la consolidación de la soberanía de todos los estados y evitar los intentos centralistas que siempre, siempre están al acecho.

 

Así, aprender del legado que recibimos y transmitirlo para el bien de la Patria, una Patria que busca afirmarse a través del régimen de libertades, del Estado de Derecho, de una democracia que se asiente en los grandes acuerdos y en el respeto a los disensos.

 

En una determinación paritaria para la igualdad sustantiva, en la inclusión, en las elecciones libres, en un sistema plural, competitivo y con alternancia en el poder entre los partidos.

 

En un desarrollo con justicia, con equidad, y que para ello eleve, eleve el crecimiento económico y social de las comunidades y, por ende, que eleve a la Nación toda.

 

Es cuánto.

 

PRESENTADOR: Hace uso de la palabra la senadora Ana Lilia Rivera Rivera, presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores.

 

SENADORA ANA LILIA RIVERA RIVERA: Muy buenos días.

 

Saludo con respeto y cariño a nuestra secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, quien en representación del presidente Andrés Manuel López Obrador, se encuentra hoy con nosotros.

 

Honorable presídium.

 

Gobernadoras, gobernadores.

 

Secretarios de Estado.

 

Diputadas, diputados. Senadores, senadoras.

 

Amigas, amigos todos.

 

Estimado gobernador, muchas gracias por su siempre bienvenida cálida.

 

Cada tiempo tiene a sus hombres y cada hombre tiene su tiempo. Este tiempo es de estos hombres y estas mujeres.

 

Indudablemente, estar aquí reunidos hoy para conmemorar con los corazones colmados de júbilo, un aniversario más de la Constitución de 1917, representa para el Senado de la República, además, una coincidencia extraordinaria; este año, el Senado de la República coincide con esta celebración en su bicentenario; pero también en su 150 aniversario en su reinstauración.

 

Esta afortunada concurrencia nos provee una oportunidad histórica para reflexionar no sólo sobre nuestras raíces institucionales; sino también para celebrar sus transformaciones y para plantear las pendientes que nos quedan por delante.

 

En este día, como cada año, no solamente conmemoramos un documento, no, sino un sueño colectivo forjado con valor y pasión, por generaciones que antes de nosotros anhelaron, lucharon y nos heredaron una patria más justa y más libre.

 

De manera personal, quiero agradecer al pueblo de Tlaxcala y al Senado de la República, por permitirme este gran honor, el más grande que puede tener un legislador mexicano; ser orador en este extraordinario recinto histórico, nada más y nada menos el Teatro de la República, en Querétaro, lugar donde 200 constituyentes durante 70 días discutieron la redacción de la Constitución de 1917; un nuevo pacto social.

 

Evoco esos momentos y me estremece imaginar los apasionados discursos que aquí dio Venustiano Carranza, Heriberto Jara, Francisco Múgica, José Natividad Macías y otros ilustres constituyentes.

 

México tiene ya más de dos siglos de historia constitucional, sus más grandes procesos y cambios han sido marcados por la historia y el bagaje constitucional que nos ha brindado una multiplicidad de textos.

 

Desde la Constitución de Cádiz, el Decreto Constitucional de la Libertad de América Mexicana de 1814. La Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824. La Constitución de 1857; hasta la Constitución de 1917.

 

Todos estos han sido estatutos constitucionales que conservan una cosa en común; ser parte indispensable de la historia de México y ser elementos de corte jurídico, político, social, revolucionario y de aspiraciones de una gran nación.

 

La conmemoración del 107 aniversario de la Constitución, también marca el final de la Sexagésima Quinta Legislatura, una Legislatura histórica, dominada por una mayoría parlamentaria que refleja los tiempos de cambio de régimen que vive actualmente México.

 

Una revolución pacífica, democrática y popular; tiempos en los que nuestra Constitución de 1917 sigue siendo una brújula moral que nos guía en tiempos de desafíos.

 

A 107 años de distancia de la redacción de la Constitución, los mexicanos no vemos en ella un documento estático, sino un testamento dinámico, de nuestra constante transformación como sociedad y la reversa también es transformación.

 

No olvidemos que durante 36 años, el modelo neoliberal fue impuesto en México por una minoría oligarca y antidemocrática; que impuso reformas a nuestra Constitución para privilegiar el saqueo de nuestra riqueza nacional. A la Constitución la despojaron de casi todos sus principios y espíritu originales; todas esas modificaciones o reformas estructurales o reformas del Estado, como le llamaron, no fueron otra cosa que la entrega de nuestra soberanía alimentaria, energética, económica.

 

Los derechos fueron convertidos en negocios y la democracia fue una simulación que impuso aliados e incondicionales a los poderes fácticos, pero ajenos totalmente a los intereses populares.

 

Esta Legislatura, que en su diversidad concluye este año sus funciones legislativas, detuvo el deterioro y desmantelamiento del Estado mexicano. Hemos dado nuevos bríos a los mecanismos de convivencia política; al funcionamiento de una verdadera división de poderes y a la institucionalización de nuevos derechos, asumiendo plenamente aquellos que comienzan a reconocerse en el plano global y de derechos humanos.

 

Desde 2018, el Poder Legislativo ha aprobado 23 decretos de reforma constitucional; 62 artículos de la Constitución, inspirados en el humanismo mexicano y en la nueva rectoría política de austeridad republicana.

 

Así, aprobamos nuevos derechos sociales, reconocimos la corrupción como un delito grave, se prohibió la devolución de impuestos, acabamos con la partida secreta, legislamos para eliminar el fuero al Presidente y fortalecimos las reglas constitucionales para garantizar democracia sindical.

 

También, anulamos la mal llamada reforma educativa, legislamos la paridad total y profundizamos el reconocimiento de todos los derechos; de mujeres, niñas y adolescentes, como nunca en la historia de México.

 

Y si esa transformación de paridad no fuera cierta, tenemos hoy la presidenta del Senado de la República y de Cámara de Diputados mujeres. Y tenemos una secretaria de Gobernación, la más joven en la historia de nuestra patria y es mujer.

 

En 1917 no había diputadas constituyentes, pero en esta Legislatura, la mitad somos mujeres.

 

Esta Legislatura termina una etapa importantísima; pero inicia otra de gran trascendencia histórica, pues hoy este 5 de febrero también recibiremos las reformas constitucionales prioritarias del Ejecutivo Federal. El Parlamento estará más vivo que nunca y lo que se creía intocable, será evaluado por la sociedad bajo la pluralidad, representada en el Congreso de la Unión.

 

Esta, es la mejor forma de festejar la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, aprobada por el Constituyente en Querétaro, hace más de una centuria, claro; demostrando que no ha sido un monumento normativo, ni un fetiche histórico sin relevancia. Todo lo contrario, la Constitución mexicana fue un referente histórico, materializó un hito político, sirvió para organizar una sociedad compleja; y hoy es un instrumento de cambio y transformación constantes.

 

Señoras y señores:

 

En un mundo lleno de desafíos y ante un umbral de una nueva transición política; con la Constitución espero, siga siendo nuestra hoja de ruta para superar obstáculos y construir un futuro más prometedor. Que, independientemente de nuestras diferencias o dificultades, mantengamos la convicción de que aquellas no son impedimento para respetar y defender nuestra Carta Magna con pasión y determinación.

 

Celebremos hoy no sólo un aniversario, sino la continuidad de un legado.

 

Y concluyo con las palabras expresadas por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, hace un año, en este recinto: “La política es hacer historia, es transformar, y ello implica pugnar siempre por lo que es justo y parece imposible alcanzar”.

 

“Si no se lucha en forma sostenida por convertir los sueños en realidad, no hay práctica política que valga la pena ni transformación posible, ni diferencia sustancial entre la vida y la nada”.

 

“La Constitución de 1917 no ha muerto. Vive en la transformación de México libre, justo, igualitario, democrático y fraterno de nuestros días.

 

¡Que viva la Constitución de 1917!”

 

Es cuánto.

 

PRESENTADORA: Hace uso de la palabra, la maestra Luisa María Alcalde Luján, secretaria de Gobernación.

 

SECRETARIA LUISA MARÍA ALCALDE LUJÁN: Diputada presidenta Marcela Guerra Castillo.

 

Senadora presidenta Ana Lilia Rivera Rivera.

 

Ministro Alberto Pérez Dayán.

 

Gobernador Mauricio Kuri.

 

Compañeras, compañeros del Gabinete Seguridad.

 

Gobernadoras, gobernadores.

 

Integrantes del Gabinete.

 

A todas, a todos los saludamos en representación del presidente de los Estados Unidos Mexicanos, el licenciado Andrés Manuel López Obrador.

 

Hoy es un día histórico para la arquitectura constitucional. Nos encontramos en el Teatro de la República, el lugar en donde se entonó por primera vez el Himno Nacional y el escenario del Congreso Constituyente de 1917.

 

Y hoy, hoy por la tarde, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentará un importante paquete de iniciativas de reformas constitucionales y lo hará, desde otro espacio legislativo; el recinto parlamentario ubicado en Palacio Nacional, el lugar donde se discutió y juró la Constitución un 5 de febrero de 1857.

 

La fecha para ambas Constituciones es la misma, 5 de febrero, y la decretó el presidente Benito Juárez en 1861 como fiesta nacional.

 

Así, dos lugares, dos momentos, una misma fecha y un solo sentimiento, el del artículo 40 de la Constitución.

 

Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por estados libres y soberanos, unidos en una Federación establecida según los principios de esta Ley fundamental.

 

En esas palabras está definida la vocación democrática de nuestra nación, pero también el fundamento del Pacto Federal. Un Pacto Federal que recorre toda nuestra Constitución, toda nuestra historia y toda nuestra tierra.

 

En ella están más de dos siglos de ideas, de causas, de luchas y hechos de esos estados libres y soberanos.

 

Ideas que se convirtieron en documentos fundamentales y después constitucionales.

 

El Decreto de Abolición de la Esclavitud del cura Miguel Hidalgo, se expidió en 1810 en Guadalajara, Jalisco.

 

Los Elementos Constitucionales de Ignacio López Rayón, primer proyecto de un México independiente, empezaron a circular en 1812, en Zinacantepec, Estado de México.

 

El Primer Congreso de Anáhuac de 1813, ocurrió en Chilpancingo.

 

El Decreto Constitucional para la América Mexicana de 1814, fue sancionado en Apatzingán.

 

Y en 1824, el antiguo Templo de San Pedro y San Pablo, se convirtieron en recintos parlamentarios, donde se elaboró y aprobó la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos.

 

Treinta años después vendría el acta del nacimiento del liberalismo mexicano, el Plan y la Revolución de Ayutla.

 

Su éxito derivó en la destitución de Santa Anna y demás funcionarios que no merecían la confianza del pueblo, y comenzó la ruta hacia un nuevo orden, la Constitución Política de la República Mexicana de 1857.

 

Y allí nuevamente los estados, el Congreso Constituyente se instala en la Ciudad de México y lo preside Ponciano Arriaga, de San Luis Potosí.

 

La defensoría de oficio llegó a la Constitución precisamente de la mano de Ponciano Arriaga, que diez años antes, como diputado local, había creado la Procuraduría de los Pobres para defenderse de los abusos, de los excesos, de los agravios y maltrato de los poderosos.

 

El más elocuente de los diputados, Francisco Zarco, y su claro diagnóstico de quienes se encargaban de la administración de justicia de la época, y cito:

 

“En cuanto a los elegidos, desde que somos independientes, la administración de justicia ha sido monopolio de los sabios con título, de los hombres instruidos, de los letrados. ¿Y qué ha sido de la administración de justicia? Un caos, un embrollo, inamovible en medio de nuestros cambios. He estado muy lejos de corresponder a las esperanzas que aún se tiene en la sabiduría oficial”.

 

Con la defensa de Zarco, se alcanza la gratuidad en materia de impartición de justicia.

 

El diputado por la Ciudad de México, Vicente Riva Palacio, plantea la necesidad de defender la integridad territorial y se establece así la Guardia Nacional.

 

El diputado por Sinaloa, Ignacio Ramírez “El Nigromante”, defendió la libre manifestación de las ideas.

 

Iniciado el siglo XX, hubo quienes no resistieron las presiones, ni las ambiciones humanas y dieron la espalda a la Constitución; pero también hubo quienes lucharon y la defendieron de la temporada de zopilotes.

 

Surge la melodía del debate democrático que tuvo este teatro como escenario y a la ciudad de Querétaro, como capital provisional de la República. Es el Constituyente de 1917; la Constitución que llegó y asombró a todas las latitudes.

 

El diputado por Hidalgo, Alfonso Cravioto, la definiría como la primera declaración de derechos sociales del mundo, y no es para menos. Logra amalgamar, por primera vez en la historia moderna, a las traiciones liberal, democrática y socialista.

 

En el artículo tercero, Francisco J. Múgica empieza a delinear la Reforma que vendría 17 años después. La educación será socialista, y además de excluir toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la vida social.

 

El diputado por Coahuila, José María Rodríguez, médico cirujano, planteó federalizar el sistema de salubridad para poder prevenir y disuadir enfermedades y adicciones bajo una misma organización.

 

La profundidad del artículo 27 constitucional, que inspiró uno de los sonetos de Griselda Álvarez Ponce de León, en su glosa de la Constitución.

 

El artículo trata de lo agrario, de la pequeña propiedad y mete en extensos renglones que compete sobre todo al derecho parcelario.

 

Habla de concesión de minerales, de abastecer eléctrica energía, de bienes y recursos naturales, de tribunales y ganadería, y establecer reservas nacionales que a la justicia rindan pleitesía.

 

Una rica nación si la examino, con petróleo, con minas, con deseo de tener democracia por destino y de ser soberana por fogueo.

 

Cuando la discusión sobre la protección de los recursos naturales parecía tender a la moderación, diputados como Rafael Martínez de Escobar, de Tabasco, no escatimaban en señalar:

 

“A todos aquellos que quieran que los extranjeros no sólo nos sigan arrebatando nuestra agricultura, nuestro comercio, nuestras industrias, incipientes todavía, quieren sencillamente que nos arrebaten de una vez por todas nuestras instituciones políticas”.

 

El diputado del Estado de México, Carlos Gracidas, aportó ideas para salvaguardar los derechos de los trabajadores y la importancia de definir una remuneración justa.

 

El diputado por Guanajuato, José Natividad Macías, advertía que implementar el salario mínimo no era fijar una cantidad de dinero, sino un equivalente de recursos que alcanzara para que la gente pudiera tener alimentación, casa y placeres honestos para mantener a una familia.

 

Incluso en ese Constituyente, hace ya más de 100 años, se debatía sobre el maltrato animal. Es el propio Múgica quien en la discusión habla a favor de los animales. “En el juego de gallos no hay de nobles sino el duelo de los animales. Lo brutal está de parte de los hombres”.

 

Ha pasado más de un siglo de aquel histórico momento. Es cierto. Es cierto que se han ampliado derechos individuales y se han reconocido derechos colectivos.

 

Pero igual de cierto, es que hasta la Constitución llegó el avasallante neoliberalismo y se crearon en ella aparatos para proteger intereses privados sobre los públicos, llegaron las privatizaciones, se instauró la mala idea de construir el bienestar desde arriba y con exclusiones. Se trastocó así el sentido social de la propia Constitución.

 

Este, es el retorno del Pacto Social que se aprobó en este Teatro y que se convirtió en el referente para el mundo.

 

Las reformas que conocemos hoy y que vamos a conocer esta tarde, junto con las de los últimos cinco años, son el camino de regreso al Pacto Social, fundamentado desde el Pacto Federal, un nuevo pacto social con la llegada del humanismo mexicano a la Constitución. La salvaguarda de los derechos sociales, educacion, salud y salario; la solidaridad como principio colectivo, una idea más amplia del desarrollo y del bienestar social; lo que los liberales de 1917 y de todas las épocas y desde todos los rincones de la patria han anhelado para nuestra Constitución.

 

Un nuevo pacto social con la llegada del humanismo mexicano a la Constitución. Elevar a rango constitucional la obligación del Estado de proteger a la población más vulnerable y devolverle el sentido al artículo 39; todo poder público dimana del pueblo.

 

El humanismo mexicano es el derecho a ser feliz, a tener oportunidades y construir de forma libre nuestro proyecto de vida. A la inclusión desde abajo y para todos; al reparto equitativo de los esfuerzos y los bienes sociales; a consolidar y sostener una economía próspera que fecunde una sociedad más justa.

 

Y, estará en la Constitución para blindarlo de toda amenaza de retroceder. Y estará en la Constitución para dejar en claro al mundo, que en México el Estado es el garante de la protección de los derechos sociales. Y estará en la Constitución para demostrar que la Cuarta Transformación tiene una concepción política de trascendencia histórica.

 

Vamos a tener la oportunidad, a partir de las propuestas de este 5 de febrero de 2024, para poder lograr el anhelo de Francisco Zarco; la igualdad será desde hoy, la gran ley en la República.

 

Muchísimas gracias.

 

PRESENTADOR: Sean tan amables de ponerse de pie.

 

Se les invita a entonar nuestro Himno Nacional.

 

(ENTONACIÓN DE HIMNO NACIONAL)

 

PRESENTADORA: Se agradece la presencia en esta ceremonia, de la secretaria de Gobernación, así como de los funcionarios que la acompañaron.

 

Que tengan todos un excelente día.